"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo" Capítulo 3:15-18
'La Ley No Abroga La Promesa' Puede leer Gálatas 3 aquí . El texto bíblico abrirá en una página separada, por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente sin dificultad alguna. Al continuar examinando el capítulo 3 de la epístola de Pablo a los Gálatas –estudio comenzado en el capítulo 9 de este estudio expositivo– examinaremos, a continuación, los versos :15-18 del segundo de los tres sub-temas de Gálatas 3, repetidos abajo según aparecen en capítulos anteriores. 1. El origen de la vida en Cristo que poseen estos creyentes (:1-5), -¿por obras de la ley o por el oir de la fe?- (examinado en el estudio anterior) 2. La promesa hecha por Dios a Abraham (:6-18) (Tema que, en parte, [:15-18] nos ocupará en el estudio que sigue abajo.) 3. El verdadero propósito o razón de ser de la ley
mosaica. (:19-29) (tema a considerarse en el próximo
estudio) Luego,
vimos cómo el cumplimiento de esa promesa hecha por Dios a Abraham
requirió que el Mesías prometido, Cristo, Dios hecho hombre, fuese hecho
'maldición' por nosotros. En el capítulo anterior vimos el
significado y el alcance de esa obra de redención divina, siendo esa
maldición sobre Cristo en nuestro lugar, como nuestro Sustituto, el
fundamento y la causa de la esperanza y vida que poseemos en
él. También
vimos en el capítulo anterior que era cosa común el que los judaizantes
evitaran contradecir o rechazar las doctrinas básicas de la fe de
Cristo. Su táctica era, más bien, una de congraciarse con los
creyentes en las iglesias y, usando de sus sutilezas, introducir poco a
poco esas sugerencias e ideas en el sentido de que no estaria tan mal ni
haría tanto daño el retener algunas de las costumbres tradicionales de su
amado judaismo, es decir: las leyes y normas del ya caducado pacto antiguo
de los diez mandamientos (aunque ellos no lo aceptaran así
). En este
sentido, el 'modus operandi' de 'los judaizantes' de hoy es similar al de
aquellos tiempos. Aunque por lo general no son judíos sino gentiles
cristianos (hay sus excepciones)... son parte de la congregación visible
de los santos, sea líder o no. Sin embargo, a menudo se oyen sus
sugerencias e ideas de que 'no sería mala idea re-incorporar algunas de
las buenas costumbres -a su modo de verlo- del pueblo hebreo' anteriores a
la nuerte de Cristo en la cruz. Así,
sutilmente, ignoran los textos bíblicos que declaran como terminada o
concluída la ley mosaica... los 10 mandamientos, como pacto sobre el
pueblo, por lo que también ignoran que el sábado, habiendo sido la señal de ese pacto
establecido por Dios, ya no tiene tal significado por la razón tan
sencilla de que un pacto no-existente no requiere más de su señal.
¿Señal para qué, si ya no existe el pacto antiguo? Respondimos a esa
pregunta en el capítulo anterior. Teniendo
en mente ese tipo de sútil artimaña del judaizante, el apóstol arremetió
contra los tales a la vez que procuró darle una sacudida a la conciencia
de los creyentes, cuando escribió: Sin pausa
alguna, el apóstol analiza las características prácticas y, ¡sí!, legales
también, de los pactos y las promesas. Estos versos que siguen, del 15 al
18 son, incluso, un examen lógico, con gran sentido, para demostrarle a
los gálatas que es imposible que un pacto, que
vino tantísimos años después de la
promesa hecha por Dios a Abraham, anule lo
prometido. Usamos el término 'lógico' sin temor alguno, ya que
no somos nosotros los que estaremos usando de la 'lógica humana' para
razonar o explicar algún punto doctrinal, sino que observaremos cómo el
apóstol usa de la 'lógica espiritual' (¡lo que Dios hace siempre hace
sentido!) para demostrarle a esos cristianos cuán errados andaban al dar
cabida en la fe de Cristo que profesaban a estos elementos de la
tradición judía que ya no tenía legitimidad ante los ojos de Dios
omnipotente. Los textos del :15-18 dicen así: "Hermanos, hablo en términos humanos: un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como refiriéndose a muchos, sino a uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después no lo abroga como para invalidar la promesa. Porque si la herencia es a base de la ley, ya no depende de la promesa; pero Dios la otorgó a Abraham mediante la promesa." Sin más
preámbulo, consideremos las siguientes preguntas para que sean nuestra
guía al estudiar el significado de estas palabras tan significantes
escritas a los gálatas: 2. ¿Cuál es la importancia de su análisis lógico, humano sobre la naturaleza de los pactos hechos entre humanos? 3. ¿A quién fue hecha la promesa? 4. ¿Cuál es la importancia de la distinción establecida entre 'simiente' (en singular) y 'simientes' (plural)? 5. ¿Con quién ratificó Dios, previamente, el pacto? ¿A qué pacto se refiere, dado el caso de que la ley mosaica no vino sino hasta 430 años luego? 6. ¿Cuál es la herencia que sólo puede ser una realidad en base a la promesa a Abraham, y no en base a la ley? En estos cuatro versos, el apóstol Pablo sigue desarrollando de manera bastante detallada la historia divina de la promesa que Dios le hizo a Abraham, dándonos un poco más de luz sobre los dos pactos y las diferencias entre sí de ambos. Inicia este corto grupo de textos de manera muy 'humana', muy 'de la calle' o 'pueblerina'. Ese detalle lo veremos al considerar la primera de las seis preguntas, a saber: I. ¿A qué se refiere Pablo cuando escribe que 'hablo en términos humanos? Esta no es la única vez que Pablo habla de ésta o de similar manera. En su epístola a la iglesia en Roma, usó estas palabras en el 3:5: "... (hablo como hombre)." También en 1 Corintios 7:6, al tratar el tema del matrimonio, dice: "Mas esto lo digo por la vía de la concesión, no por mandamiento." Es este último un 'uso similar' que lo que hace es ponerlo en una relación de 'tú a tú' con los que leerán y escucharán su carta a la iglesia. No es una palabra que niegue la inspiración divina de sus palabras sino su manera de enfatizar algo así: 'Sé de lo que hablo... como ser humano esta es mi experiencia'. Y eso lo expresó bajo la inspiración divina. En fin, lo que percibimos es que Pablo, sin perder de vista que está hablando o escribiendo bajo inspiración de Dios, utiliza de un lenguaje, por breve que sea, que lo coloca, por decir así, en los zapatos del que está al otro lado. Nos parece que, aunque lo hizo muy pocas veces, fue su forma de enfatizar el hecho de su gran deseo de que los cristianos entendieran, de la manera más sencilla o rústica, el argumento espiritual, lógico, que estaba por declararles. Se trataba de un tema del diario vivir, algo con lo que muchos estarían muy familiarizados... un pacto, o promesa o acuerdo... instrumentos 'legales' de uso común en los pueblos. Es como si les dijera: "Mire, mi gente, esto es algo tan sencillo como los tratos, acuerdos, promesas o pactos que usamos cada día en nuestras transacciones en el diario vivir. No es complicado. Por el contrario, es más que sencillo. Ya ustedes saben de qué se trata cuando entramos en un pacto o acuerdo entre nosotros mismos." Con esa sencillez, de 'tú a tú', Pablo les dice lo que vamos a considerar en nuestra segunda pregunta: II. ¿Cuál es la importancia de su análisis lógico, humano sobre la naturaleza de los pactos hechos entre humanos? Aquí está la respuesta: "Un pacto, aunque sea de hombres, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade." Pausemos por un momento para recordar que todo este argumento o proceso de razonamiento de lógica espiritual tiene como meta primaria el despertar a los creyentes en Galacia al peligroso error que han cometido al abrir la puerta de sus iglesias y almas a la 'dulce tentación' del judaizante en el sentido de que, lo que tenían en Cristo debía completarse con reglamentos y ordenanzas del 'no tan antiguo' (¡aunque ya caducado!) pacto mosaico, los 10 mandamientos y sus muchas leyes y mandamientos accesorios. Para ellos entender y aceptar el error en que caían, era de vital importancia darles un repaso detallado de la naturaleza completa, perfecta y duradera de la promesa o pacto que Dios dio a Abraham mucho antes de existir el pueblo hebreo y el pacto establecido por Dios en el Sinaí junto a sus muchos reglamentos y leyes. Aquí Pablo les trae a su consideración el hecho de que ni siquiera un pacto entre humanos se anula o cambia... mucho menos podría ocurrir tal desenlace con un pacto dado por Dios mismo a Abraham. La duración de tales pactos o acuerdos sería, siempre, hasta que se cumpliesen las metas y acuerdos establecidos en los mismos. (Sobre este particular nos adelantamos para afirmar que el pacto de los 10 mandamientos no fue anulado antes de cumplirse todos los detalles y acuerdos que lo conformaban sino que Cristo, en su muerte en la cruz y con su sangre derramada del nuevo pacto, dio por completado ese primer pacto al decir, "Consumado es", llamado en adelante el antiguo o viejo pacto debido a que el nuevo tomó su lugar.) Recordemos que hasta que el nuevo pacto quedó establecido en la muerte de Cristo, el pacto mosaico era conocido así: mosaico, de Sinaí, los diez mandamientos. Una vez se introduce el nuevo pacto, se llama así porque le sigue al primero. De ahí los términos 'antiguo' o 'primer(o)' y el 'nuevo' pacto. La lógica espiritual –y aun la humana– que Pablo usa aquí hace sentido como quiera que se mire. Al dar lugar –los gálatas– a algunas partes de la caducada ley mosaica del antiguo pacto, estaban, en efecto, demostrando que habían olvidado la permanencia, lo seguro y lo eterno de la promesa hecha por Dios a Abraham. Ellos sabían, sin lugar a duda que, en el plano humano, los pactos no se cambiaban o trastocaban. Por eso Pablo les arguye: 'Si esto no se permite con los acuerdos, promesas o pactos humano, ¿Cómo vamos a dudar que la promesa de Dios permanecerá sin faltar en una sola cosa?' Vemos, pues, el gran peso e importancia que tienen estas tan sencillas palabras de lógica humana y espiritual. Ellos sí sabían la importancia de los acuerdos entre las personas. Esto me trae recuerdos de mi niñez y juventud aquí en mi tierra cuando 'la palabra de caballero' tenía igual o más valor que un acuerdo por escrito y firmado. Eran tiempos en que se vivía con mucho más respeto al prójimo y el mismo honor de uno se empeñaba en la palabra dada al otro. Aún quedamos algunos que empeñamos nuestra palabra como garantía y que confiamos en quienes son iguales con nosotros. Mas, ¡somos muchos menos que antes! Pues, algo así de sencillo, a la vez que de suma importancia, es lo que Pablo usa como un ejemplo de una palabra, un pacto o una promesa de mayor importancia ya que se trata de la promesa hecha por Dios a Abraham; promesa que miraba por encima de los muchos años de duración del futuro pueblo hebreo hasta el día del Mesías, Salvador de Su pueblo. Olvidar esa promesa es lo que ha hecho que los cristianos de Galacia olviden que su esperanza descansa en lo prometido a Abraham y no en lo que Dios hizo con el pueblo hebreo: dándoles un pacto que mataba a la vez que les conducía hacia el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham. Olvidar de dónde vino nuestra bendición de salvación hará que miremos a otra fuente sustituta, aunque equivocada, no importa que en su tiempo de legitimidad fuera un instrumento en las manos de Dios. Ahora bien, estas palabras enfáticas de Pablo sobre el tema de los pactos nos lleva a la siguiente pregunta, a saber: III. ¿A quién fue hecha la promesa? En la antesala a esta pregunta, usted ha leído muchas veces en estas páginas frases así: 'Promesa hecha a Abraham', lo cual es cierto en parte, aunque no es la respuesta en su totalidad. El texto nos dice: "Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como refiriéndose a muchos, sino a uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo." Al tener ante nosotros este tema de 'simiente' y 'simientes', me parece sensato insertar en este punto una breve observación sobre un excelente libro que, hace muchos años, escribió el hno. y evangelista Juan Reisinger ( entre los muchos escritos de él ) de título: Las Cuatro Simientes (o Semillas) de Abraham. Hasta ahora sólo existe en inglés, aunque este servidor que suscribe estas líneas tiene la autorización personal del autor para llevar al español todos sus escritos. Hace varios días le di un repaso al libro, quedando más que satisfecho ante la calidad de estudio bíblico presentado, con amplia exposición de los textos bíblicos que atañen al tema. Entre esas 4 simientes está su familia de sangre, por supuesto, también Israel, la iglesia presente y, en lugar primario, el Mesías, Cristo, ya identificado en el texto citado arriba. Retomamos ahora el tema de arriba... Antes de examinar de cerca el significado de esta promesa hecha a 'su simiente, Cristo', tomemos nota de otro texto en este mismo capítulo que habla en término plural de los personas destinatarias de esa promesa que descansa en la gracia de Dios. El v. 22 dice: "Para que la promesa fuese dada a los creyentes a base de la fe en Jesucristo." Y en el v. 26: "Todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús". Es cierto que el término 'simientes' no es el usado aquí, sino 'creyentes', obviamente en el plural. Se nos dice que la promesa (la que fue hecha a Abraham) fue dada también a los creyentes a base de la fe en Jesucristo. Tenemos, pues, en el texto citado la realidad de que hay una pluralidad de creyentes que son el objeto de la promesa de Dios hecha a Abraham. Es importante tomar nota de que esos 'creyentes' que reciben esa bendición son así beneficiados por su conexión o relación a Cristo por medio de la fe. Ahí, pues, vemos que el personaje céntrico en la otorgación de la bendición prometida no somos los creyentes en Cristo sino Aquel en quien creemos: la Simiente a quien fue hecha la promesa. El segundo texto citado (el 26), hablando de esa bendición prometida, lo dice así: "Sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús." Ahí vemos otra vez la realidad de que lo prometido a Abraham llega a muchos (plural), pero, está centrado en la fe en una sola Persona: Cristo Jesús. Por tanto, aunque en la 'mira de Dios', al llevar a cabo sus planes eternos, se ve de manera clara y específica la pluralidad de un pueblo escogido por él que recibirá la bendición de la vida eterna en Cristo, la promesa fue hecha a Abraham y a su Simiente, en singular... Jesucristo. Volvemos a declarar la centralidad del Mesías, Cristo, en toda la obra redentora (una sola obra para un pueblo, Su iglesia; no dos obras para dos pueblos distintos). La promesa hecha a ese patriarca, siervo de Dios, enfocaba solamente en el "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". ¡Qué dicha tenemos al estar en Cristo! Cuatrocientos años antes de Moisés y el pacto en tablas de piedra dado en el Sinaí, Dios le prometió a Abraham que su simiente, Cristo, traería esa inigualable vida eterna que descansaría (descansa ya) en la sangre vertida en la cruz del Calvario. Y una vez llegó el cumplimiento del tiempo (es decir, se cumplió según lo prometido) "Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer": Dios hecho hombre. Fue con su Hijo que Dios hizo el pacto que le costaría la muerte en cruz... muerte maldita como ya hemos visto antes... pacto nuevo en Su sangre que nos compró la esperanza eterna a los que sólo merecemos el infierno eterno. Con lo ya escrito, podemos, de una vez, responder a la cuarta pregunta arriba: IV. ¿Cuál es la importancia de la distinción establecida entre 'simiente' (en singular) y 'simientes' (plural)? La importancia es clara, sencilla y gloriosa; veamos: Que Dios, aunque tenía en su mirada y propósito eterno la redención de un enorme pueblo alrededor del planeta tierra, su enfoque estaba, primero, en su propio Hijo, quien habría de dejar atrás su gloria para venir al mundo y tomar cuerpo de hombre, ser tentado en todo según nuestra semejanza y, finalmente, llegar a la cruz como el culpable más grande jamás visto en la creación, todo debido a que llevaría en su cuerpo el pecado de los sustituídos, obrando "justificación, redención, adopción y santificación" perfecta. Así que, aunque los redimidos eran parte del objetivo de la obra salvadora de Dios, su promesa hecha a Abraham fue particular y específicamente con relación a Cristo, quien luego dijo al estar aquí entre nosotros que, "Abraham vio mi día y se gozo"!. Como decimos comúnmente... ¡Y cómo no se va a gozar ese siervo de Dios con el privilegio que le fue concedido! ¡Imagínese su gozo! No perdamos de vista que estas palabras las está escribiendo el apóstol Pablo a los gálatas con el fin de despertarles a su gravísimo error de haberse dejado llevar por las intenciones malignas de los judaizantes. El aceptar que se agregara a su fe en Cristo elementos del ayo temporal que vino después de la promesa a Abraham, y que fue culminado y puesto atrás por la muerte de Cristo era, en efecto: el no entender, olvidar y echar hacia un lado la perfecta obra redentora que Dios venía dando a conocer a través de sus promesas y pactos. Era necesario una mirada atrás al propósito y la promesa de Dios para que pudieran entender su error... su pecado, ya que era una ofensa a Dios el poner a un lado Su perfecta obra en Cristo, cosa que siempre hará el judaizante al insistir en agregar a la ley de Cristo lo que quedó en el pasado por haber sido cumplido y sustituído con un nuevo y "mejor pacto que descansa sobre mejores promesas" (Hebreos 8:6). Confiados nosotros de que la clara afirmación bíblica, textual de que la promesa de Dios fue hecha a Abraham y a su simiente, Cristo, lo haya recibido usted como verdad clave en la obra salvadora del Mesías venidero (obra ya efectuada hace casi veinte siglos), pasamos a la quinta pregunta, la cual nos abrirá la puerta del estudio hacia el verso 17, a saber: V. ¿Con quién ratificó Dios, previamente, el pacto? ¿A qué pacto se refiere, dado el caso de que la ley mosaica no vino sino hasta 430 años luego? Habiendo el apóstol Pablo dejado claro el hecho de que la promesa redentora hecha a Abraham tenía en su mirada o enfoque central a la Persona del Mesías prometido, Cristo Jesús, ahora les declara, basado en lo ya afirmado, que el pacto ya (previamente) ratificado por Dios para con Cristo de ninguna manera podría ser abrogado por la ley (referencia a todo lo que conocemos como la ley mosaica, lo que incluye el pacto de los 10 mandamientos, además de la inmensa cantidad de leyes que regulaban la vida civil, religiosa y familiar del futuro pueblo hebreo) que vino unos 430 años despues. No he citado al 100% el texto en su orden, sino sólo ofrecido un resumen de su contenido. Los detalles los iremos viendo uno a uno. "Pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo..." Al desarrollar su argumento inspirado por Dios, con el fin de ayudar a los creyentes en Gálacia, Pablo sigue con la vista fijada en lo que Dios prometió muy particularmente a Cristo, la Simiente de Abraham. Sin embargo, ahora usa el término 'el pacto' para referirse a esa promesa a la vez que trae a la discusión la ley que vino 430 años después, y lo que esa ley mosaica y el pacto sinaítico no pudieron hacer contra la promesa ya hecha desde tantos años antes. Los 430 años son un detalle muy particular ya que nos dan un cuadro claro de la distancia en tiempo entre ambos eventos tan importantes. A veces me he preguntado si Dios inspiró en Pablo ese detalle por el mero interés de informar los años en el sentido histórico, o si fue más con la intención de mostrarles a los gálatas el tan serio y grave error de aceptar como legítima la acción de añadir elementos de la ley mosaica (que inició cuatro cientos treinta años después de la promesa a Abraham) a la fe de Cristo, cuya obra fue anticipada por medio de la promesa y el pacto ratificado tantos años ANTES de la ley mosaica. Tal parece que los quería sacudir para que cayeran en cuenta de que su fascinación con lo novedoso (en este caso, lo viejo) traído por los judaizantes los había llevado a descuidar y poner a un lado la perfecta obra redentora de Cristo, anunciada en tiempos cuando ningún humano siquiera sabía que en un futuro lejano –más allá de 400 años– existiría un pueblo hebreo con un ayo disciplinario cuya función sería mostrar el pecado y matar. Ese sería (y fue) un ayo con la función de conducir al pueblo hebreos al evento histórico de la muerte de Cristo, prometida antes a Abraham. Pienso que quien examina estos estudios sabe que es cosa común en la Biblia el que eventos y personas importantes se anticipen históricamente por una variedad de medios proféticos, ya sean anunciados de antemano o explicados, luego, como un cumplimiento de algo antes establecido en los planes de Dios. Mejor ejemplo de ello no tenemos que el del Cordero de Dios, inmolado desde la fundación del mundo, una clara alusión al propósito de Dios que llegaría a su realización en el designado día futuro. Ya hemos visto cómo antes se evangelizó a Abraham, significando por ello la manera en que Dios obró y le dio a conocer aquello que miraba hacia el futuro del Mesías. ¡Y qué no pudieramos decir sobre la manera en que cada detalle de la religión Dios-dada a Israel, comenzando con el tabernáculo, el sacerdocio y todas las funciones religiosas no era más que las disciplinas del momento actual con anticipos en figura profética de la perfecta obra de Cristo, tanto Sacerdote eterno como el Cordero inmolado! En fin, es una herramienta de gran importancia este hablar y declarar lo futuro desde eventos muy en el pasado. Y así ocurrió con la promesa/pacto que Dios pronunció a Abraham con relación a su futura Simiente, Cristo. Ese pacto fue ratificado. Hoy diríamos: notarizado, garantizado y firmado por las partes. Pues, en el propósito de Dios, ya ese pacto entre él y su Hijo Cristo era asunto ya determinado desde la fundación del mundo, por lo que el anuncio/promesa que Dios declara a Abraham es un mero dar a conocer en su día lo que Dios ya se había propuesto hacer desde la eternidad. ¡A Dios demos glorias porque nuestra vida eterna descansa en ese pacto entre el Padre y el Hijo, consumado en la cruz, mas, planificado en la eternidad. Por tanto, era imposible que el pacto de ley que Dios hizo con Israel 430 años después de la promesa hecha a Abraham anulara o afectara en forma alguna lo ya prometido. Esa es la palabra de razonamiento o argumento que Pablo utiliza con los gálatas en un intento por despertarles de su desvío del evangelio de la gracia. "Comenzaron por el Espíritu"... es decir, la fe en Cristo, y ahora pretenden ir mejorando (diríamos hoy, creciendo en su santificación personal) o perfeccionándose por "las obras en la carne", a saber, las obras religiosas de obedecer leyes dadas a los hebreos para 'matarlos'. Recordemos lo ya señalado antes en el sentido de que, ese 'terminar' o 'perfeccionarse' por la carne no es una referencia a una vida pecaminosa, disoluta, rebelde (lo que comúnmente se señala como 'la carne' ). Quien enseña así desmiente la clara Palabra inspirada, ya que ese 'terminar por la carne' no es otra cosa que el efuerzo y dedicación por vivir lo más estrictamente posible en sujeción a preceptos y reglas de fe y práctica requeridos por la ley mosaica... ¡ni más ni menos! Bajo el pacto antiguo siempre fue: "...vivirás en ellos". Tal enseñanza no es otra cosa que ese 'otro evangelio' del cual Pablo advierte... quien lleve tal mensaje o intente vivir según esas falsas reglas cuenta ya con la sentencia divina a través de Pablo: es "maldito". Ni un millón de ángeles podrían cambiar en 'medio de vida y santificación' lo que Dios estableció como medio único para mostrar el pecado y 'matar'. No son pocos los que, hoy día, enseñan lo que este siervo de Dios está convencido es doctrina de herejía, a saber: 'Que el Espíritu Santo lleva el recién convertido a los mandamientos (le llaman 'la ley moral') para su santificación'. Lo preocupante de tal realidad en nuestro día es que hay pastores e iglesias que, aunque tal vez sinceramente, piensan que guian a sus ovejas en un sendero de santidad en Cristo cuando lo que realmente hacen es llevarlos a la 'ahorca' de la ley del pacto antiguo, el cual sólo 'puede santificar' en la mente errada de los que así enseñan, ya que la Biblia nos instruye en un sentido contrario... al 100%. Recordemos las palabras de Pablo, ya citadas antes, en el sentido de que él –y sus compañeros predicadores– sabía que eran, ante Dios, "...ministros capacitados de un nuevo pacto, y no de la letra (la ley mosaica y el pacto antiguo), sino del espíritu; porque la letra mata, pero el espíritu vivifica", según 2 Corintios 3:6. También en el 3:9 escribió: "Porque si el ministerio de condenación fue con gloria (entiéndase la ley mosaica con su fundamento del pacto, los 10 mandamientos), mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación." Entre otros significados, note que "ministerio de justificación" es contrapuesto a "la letra que mata". ¿Porqué será así? Por la sencilla razón bíblica de que "la letra mata"; NO justifica. La letra (ley mosaica, 10 mandamientos –la supuesta ley moral) establece sin duda alguna la realidad y la culpa del pecado. La justificacion, que sólo existe mediante la fe en Cristo, no mata, sino que vivifica, pues, establece al pecador salvado como 'sin culpa ante Dios'... es decir: justificado. Todo este argumento detallado sobre los pactos y promesas, su orden histórico entre sí y a Quién fue hecha la promesa tiene como fin demostrar cuál es la herencia prometida y a quién es que le llega esa herencia. Con el fin de examinar ese detalle de la herencia, pasemos a considerar nuestra última pregunta de este capítulo... VI. ¿Cuál es la herencia que sólo puede ser una realidad en base a la promesa a Abraham y no en base a la ley? La respuesta es evidente en la misma pregunta. Sin embargo, repasemos, primero, las anteriores palabras al final del verso :17, donde se declara que "...la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga como para invalidad la promesa". ¿No lo abroga? ¿No abroga qué? Pues, "el pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo". Ahora bien, ese pacto entre Dios Padre y Su Hijo no fue uno cuyo fin era sencillamente darle bendición a él, como Hijo, sino la bendición que llegaría a "todas las naciones" debido al propósito de Dios para con su pueblo escogido, la iglesia de Cristo. Podríamos decirlo así: Cristo no fue escogido por el Padre para morir por si mismo. Él no tenía pecado, y "la muerte es la pena o castigo por el pecado". Cristo era el Mesías designado para morir en el lugar de los escogidos de Dios. Eso lo sabemos o debemos saberlo a la saciedad. Pero, es de suma importancia recordar que todo lo que él pasó... todo lo que él sufrió fue por el bien eterno de las almas escogidas: la iglesia de Cristo. Volviendo a lo que ya hemos considerado en capítulos anteriores, el plan redentor divino para traernos a él siempre fue y es el corazón de esa obra. Cristo no murió como pecador, llevando nuestros pecados en sí mismo por otra razón alguna que no fuera la meta exclusiva de redimir las almas dadas a él por el Padre. ¡Bastante oró sobre ellas en su oración final antes de salir con los suyos al monte donde fue apresado por los incrédulos religiosos y el traicionero Judas! Tomando de nuevo la palabra 'herencia' del verso 18, vemos que no es a base de la ley (entiéndase, la mosaica con su pacto de las 10 palabras y todas las leyes que regulaban la vida material y religiosa del pueblo hebreo) sino a base de la promesa hecha a Abraham. Se declara esa verdad usando el argumento a la inversa. Es decir, que "si la herencia es a base de la ley, ya no depende de la promesa..." Uniendo, pues, las palabras del verso 17 y el 18, queda más que claro que, la 'herencia' no es otra cosa que lo recibido en el cumplimiento de la promesa. Cuando hablamos de 'herencias', por lo general tenemos en mente el beneficio de los bienes recibidos por los herederos a raiz de la muerte del que tenía a su haber esos bienes, sean quienes sean. ¿Ve Ud. esa palabra clave, 'muerte'? Seguro que sí. La promesa hecha por Dios a Abraham contemplaba en una de sus partes la bendición a las naciones (entiéndase, gente de toda tribu y lengua... no gobiernos o sociedades como tal). La esperanza eterna que gozamos los redimidos es producto de esa promesa de parte de Dios. Pero, Dios también prometió, como ya hemos visto en detalle, a su propio Hijo... la Simiente (singular). Y en lo más básico, esa promesa tenía que ver con la realidad de su obra redentora en un tiempo futuro... obra prometida que no podría ser invalidado por la intervención temporera del pacto sinaítico y las leyes dadas a través de Moisés. Vemos, de esa manera, que la herencia de vida eterna, la gran bendición de la obra y presencia del Espíritu santo en la iglesia de Cristo, es algo que procede de la promesa hecha a Abraham, de la que que tan específicamente se declara que "no podía ser invalidada por la ley que entró 430 años después de hecha la promesa". Y concluye ese verso :18 diciendo que "Dios la otorgó (la herencia mencionada primero) a Abraham mediante la promesa. Pausemos brevemente para recordar el inicio de este fuerte y meridianamente claro argumento de Pablo en que reprende a los hermanos en Galacia por su debilidad espiritual tan grande que se manifestó al abrir las puertas de sus iglesias, mentes y almas a las lógicas y argumentos errados de los judaizantes. Todo lo escrito hasta ahora tiene como meta principal el despertar a los cristianos en esa región al peligro espiritual en que estaban cayendo. Y es muy revelador que los argumentos inspirados que Pablo les ofrece miran hacia los planes y las promesas de Dios hechas miles de años antes de ellos. No es un mero ejercicio informativo para los hermanos sobre el trayecto de la fe en Cristo que ellos profesaban, sino una aplicación 'al día actual de ellos' en que su diario vivir ante Dios se trastornaba por su apertura a los vicios doctrinales que los judaizantes venían introduciendo con aparente éxito. Era un problema presente que, para atajarlo en ese momento, había que llevarlos a la historia de la redención de tal forma que pudieran comprender que se habían apartado abiertamente de la genuina fe de Cristo, la 'ley de Cristo', como Pablo mencionará luego en esta epístola y en una de sus cartas a los corintios. Es una lección para nosotros en el sentido de lo fácil que es el ir apartándose, poco a poco, del fundamento de fe. La caída por un risco de 300 metros no aparenta ser lo mismo que descender esos 300 metros por una escalinata. Mas, es la misma distancia de arriba abajo. Así es que muchos se apartan... escalón por escalón: poco a poco. Comienzan creyendo en la gracia y, aunque aseguran seguir 'creyendo en la gracia', descienden, paso a paso, por las escalinatas del legalismo, a la sujeción a la letra que mata... y en ese camino se llevan a muchos en la misma caída. Es una trágica realidad que vemos en nuestro entorno. Ocurre en otras áreas doctrinales, en la música –sobre ese tema, ¡ni hablar! Las iglesias que, ahora, ven lo que es mundano como espiritual no cambiaron de la himnología reverente, bíblica a lo mundano de un día al otro. Pero, sí lo hicieron poco a poco. 'Quitamos varios himnos por aquí, y agregamos en su lugar algo que le gusta a los jóvenes'. Ponen a 'recién convertidos' a dirigir el 'programa devocional' en la congregación, diz que para atraer a otros en igual condición de perdición espiritual. Siguen así, paso a paso y, al despertar, ¡si es que despiertan!, están en el fondo del abismo, y se preguntan, ¿qué pasó? Así ocurría y aún ocurre con el 'judaizantismo'. ¡Poco a poco, paso a paso, se desciende de lo más alto a lo más bajo! ¡Fácil... por el pecado! Para el entendido, es más que obvio que los argumentos del apóstol Pablo colocan, virtualmente, en la sombra a la influencia contemporánea (de aquellos días, aunque lo mismo aplica hoy) de la ley mosaica y levantando en alto la promesa de Dios a Abraham. Es de esperar que la menta que meditara sobre lo escrito por el apóstol llegara a preguntarse: "¿Y para qué, pues, la ley?". "¿De qué sirve?" De manera similar a cómo Pablo anticipa los argumentos humanos en contra del soberano poder de Dios y, en su carta a los Romanos, les increpa, preguntando: "¿Y quién eres tú, oh hombre, para que alterques con Dios?" (Romanos 9:20), en los versos 19 en adelante veremos cómo el apóstol les anticipa la pregunta lógica: "Entonces, ¿para qué sirve la ley?" Serán estos versos de profunda importancia y alcance para la fe de cristiano genuino que descansa en la sangre de Cristo del nuevo pacto. Se dirá, de forma inequívoca, que elementos de esa vieja ley mosaica ya no existen, pues su función cesó. Sin embargo, uno de los argumentos 'del corazón de la teología del pacto' depende de que aún exista y tenga poder contemporáneo esa ley de pacto que, del :19 en adelante, se declara a modo de sentencia: 'Ya no es'. ¿Y qué será aquello que ya no es? Lo estaremos considerando, con la ayuda de Dios, en el próximo capítulo de este estudio. Hasta el momento en que esa nueva sección aparezca en esta página, oro a Dios que le dé un corazón abierto para recibir la Palabra y uno humilde que la desee obedecer e implementar en su fe y vida diaria ante Dios. Escribió: Hno. David A continuación le ofrecemos un índice de cada sección de este estudio que ya está en línea. A la medida que se complete otra sección, su título aparecerá abajo. Tome nota de que en los enlaces al calce de cada estudio, el término 'Capítulo' se refiere al capítulo del estudio y no al capítulo en Gálatas. Dado el caso que el estudio / comentario sobre la Epístola de Pablo a los gálatas es una obra en proceso, siendo escrito poco a poco por su autor, el pastor David Surpless, el contenido que hallará siempre será aquel que ya se considera completado como para colocar en esta página. Por tanto, le invitamos a sintonizar nuestra emisora radial internet, Radio Voz De Gracia, los lunes, día en que desde la 1am hasta las 10pm, las predicaciones expositivas en orden consecutivo cada tres [ 3 ] horas son, precisamente, sobre la Epístola de Gálatas. Así, podrá escuchar enseñanza que aún no haya llegado hasta estas páginas, aunque en la emisora la exposición es 'en vivo' y no sigue este estudio escrito como su guía. Sin embargo, la materia es enseñada de forma igual, ya que es el fruto del estudio que Dios le ha permitido a este siervo suyo realizar a través de muchos años. Este aviso se repetirá según sea necesario... ¡Gracias!. Pase a la Introducción de Confesiones, según recomendado arriba. Seguiremos con el próximo estudio del capítulo
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