Estudios Bíblicos Expositivos

"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo" 

Capítulo 3:13-14
'Cristo Nos Redimió De La Maldición De La Ley'

Puede leer Gálatas 3 aquí .  El texto bíblico abrirá en una página separada, por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente sin dificultad alguna.

 Al continuar en nuestro estudio del capítulo 3 de la epístola de Pablo a los Gálatas –comenzado en el capítulo 9 de este estudio expositivo– seguiremos considerando el segundo de los tres sub-temas en Gálatas 3 señalados al inicio de dicho estudio y repetidos abajo, aunque, en esta ocasión, los versos 13 y 14. 

1. El origen de la vida en Cristo que poseen estos creyentes [:1-5]), –¿por obras de la ley o por el oir de la fe?– (examinado en el estudio anterior.) 

2. La promesa hecha por Dios a Abraham [:6-18]  (Tema que, en parte, [:13-14] nos ocupará en el estudio que sigue abajo.)  

3. El verdadero propósito o razón de ser de la ley mosaica [:19-29] (Tema a considerarse en un futuro estudio.)
 
 Al comenzar el estudio del sub-tema 2, La promesa hecha por Dios a Abraham, que comprende los versos 6 al 18 del capítulo 3, vimos, en primer lugar (versos 6-12), cómo Dios puso ante los gálatas de aquellos días (...a nosotros también) ese personaje de tanta importancia en la revelación progresiva de su obra de gracia salvadora, a saber: el patriarca Abraham.  Vimos cómo la 'fe de Abraham en las promesas de Dios' se compara con la débil fe de estos creyentes que, poco a poco, parecía estar cediendo ante las presiones de los judaizantes que procuraban llevarles a vivir, al  menos en algunas cosas, según la antigua ley mosaica: no echando a un lado su fe en Cristo sino, más bien, añadiéndole a esa fe de Cristo algunos aspectos de esa vieja ley de pacto ya caducada, convencidos de que, así, su progreso personal en la santificación sería ayudada. ¡Nada podría estar tan lejos de la verdad de Dios

 Si tomáramos el espacio y tiempo para considerar los muchos pasajes bíblicos en que los apóstoles, principalmente Pablo, instruyen a los nuevos creyentes –especialmente los judíos convertidos a Cristo– en la exclusiva obra de Cristo para la santificación de cada hija e hijo de Dios, veríamos que era cosa común el que los judaizantes evitaran contradecir o rechazar las doctrinas básicas de la fe de Cristo. Su táctica era más bien una de congraciarse con los creyentes en las iglesias y, usando de muchas sutilezas, introducir poco a poco esas sugerencias e ideas de que 'no estaria tan mal ni haría tanto daño el retener algunas de las costumbres tradicionales de su amado judaismo', es decir: las leyes y normas del ya caducado pacto antiguo de los diez mandamientos.

 En este sentido, el 'modus operandi' de 'los judaizantes' de hoy es similar al de aquellos tiempos.  Por lo general la gran mayoría no son judíos sino gentiles cristianos... son parte de la congregación visible de los santos, sea un líder o no.  Sin embargo, a menudo se oyen sus sugerencias e ideas de que 'no sería una mala idea incorporar algunas de las preciosas costumbres –a su forma de verlo– del pueblo hebreo' anteriores a la muerte de Cristo en la cruz.  Así, sutilmente ignoran los textos bíblicos que declaran como cosa terminada o concluída la ley mosaica... los 10 mandamientos, como pacto sobre el pueblo, por lo que también ignoran que el sábado, habiendo sido la señal de ese pacto establecido por Dios, ya no tiene tal significado por la tan sencilla razón de que un pacto no-existente no requiere más de una señal. ¿Señal para qué, si ya no existe ese pacto antiguo como un pacto entre Dios y el pueblo?

 Teniendo en mente ese tipo de sútil artimaña del judaizante, el apóstol arremete contra los tales a la vez que procura darle una sacudida a la conciencia de los creyentes, escribiendo así:
"Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque está escrito; Maldito todo el que es colgado en madero), para que, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu."

 A la luz de estos textos a considerarse en el estudio que sigue, hagámonos las siguientes preguntas cuyas respuestas nos guiarán en el estudio de estos dos versos, 13 y 14,

 1. ¿Qué significa el hecho de que 'Cristo nos redimió de la maldición de la ley'?

 2. ¿Qué es la maldición de la ley? ¿Qué abarca o cuánto    alcance tiene sobre el alma de cada cual?

 3. ¿Qué significa el que Cristo se haya hecho, literalmente, maldición por nosotros?

 4. ¿Qué significa 'el que es colgado en cruz es maldito'?

 5. ¿Cuál es la conexión entre la maldición sobre Cristo y la bendición recibida por los que son de Abraham?

 6. ¿Cómo se relaciona la muerte de Cristo, la bendición al patriarca Abraham y la promesa de que su bendición incluiría (alcanzaría) a los gentiles?

  Sin ningún otro preámbulo, pasemos a considerar de una vez nuestra primera pregunta:

I.
¿Qué significa el hecho de que 'Cristo nos redimió de la maldición de la ley'?

 Consideremos, primero, el concepto de que "Cristo nos redimió' y en la próxima sección examinaremos la naturaleza de aquello de lo cual Cristo nos redimió.

 Al hablarnos la Palabra inspirada de la acción de 'redimir', nos está describiendo esa obra de realizar o poner en efecto lo que la Biblia llama tan claramente: la Redención.  Buscar dicho término en una concordancia nos llevará a muchos textos que hablan sobre esa obra del Espíritu de Dios Quien comunica al alma la obra perfecta de Cristo. Uno de esos textos claves –sobre el cual Dios me inspiró un cántico espiritual hace muchos años– es 1ra de Corintios 1:30-31, que dice: "Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría, justificación, santificación y redención: para que, tal como está escrito, El que se gloría, gloríese en el Señor."

 Hemos enfatizado las cuatro obras espirituales efectuadas por Cristo en cada pecador salvado por la gracia de Dios, cada obra en color distinto, la cuarta siendo 'redención'.  Aunque nuestro tema centra en la 'redención', este es un buen momento para enfatizar que esas 4 obras (todas igualmente parte de la salvación eterna) son hechas por Cristo a través de la morada de Su Espíritu Santo en cada creyente. No son obras a medias o incompletas, ya que es obra de Cristo desde el principio al final.

 Tampoco son obras que el antiguo pacto de los 10 mandamientos pudiera haber obrado en los creyentes en el pueblo hebreo, ya que el pacto tenía la función primordial de 'matar' espiritualmente hablando.  Y como ese pacto antiguo cesó el instante en que Cristo obró el nuevo pacto en su sangre en la cruz, menos aún podría  ese pacto caduco obrar algunas de esas obras espirituales en un creyente este lado de la cruz.  Sin embargo, es enseñanza común,  en los círculos evangélicos que no aceptan la caducación del pacto antiguo según descrito arriba, que los 10 mandamientos, llamados a veces 'la ley de Dios' –cuando la Biblia los denomina 'el pacto'– son herramienta del Espíritu para conducir al cristiano en el camino de la santificación personal. Tal concepto viola la Escritura en varios puntos, a saber:

1. Niega que Cristo puso fin al 'pacto sinaítico';
2. Le atribuye un nuevo papel a la ley que, según la Palabra, mataba, a saber: herramienta santificadora en manos del Espíritu.
3. Coloca a la llamada 'ley de Dios' en el lugar del Espíritu Santo como agente santificador, lo que...
4. Niega la Palabra inspirada ya citada arriba en 1ra Corintios 1:30-31.

 Hacemos este énfasis por una razón muy particular que atañe a la Verdad misma de la Biblia.  Existen libros de conocidos líderes, pastores, teólogos y maestros dentro del sector de iglesias que promulgan los diez mandamientos como 'la ley eterna de Dios' en vez de lo que son: el pacto que Dios hizo con su pueblo en el Sinaí.

 Por lo general presentan muy novedosos argumentos que separan la ley mosaica en divisiones artificiales, –es decir, que no existen en las Escrituras– creando, así, 1. un grupo de leyes que aceptan haber sido quitadas en la muerte de Cristo, y 2. otro grupo de leyes no quitadas debido a que 'son ley eterna de Dios'.  Este segundo grupo es la tan mencionada división de ley llamada la 'ley moral', clasificación que existe sólo en las páginas de mortales no inspirados, mas, no en la Biblia.  Repito, ni el término ni tal clasificación de 'ley moral' existe en la Biblia. Sin embargo, es piedra angular del argumento legalista que impone el judaizante moderno sobre las ovejas de Cristo. Se nombra, se habla y se enseña dicha
clasificación como si fuera bíblica. Hay cristianos que han quedado anonadados cuando la Luz de la Palabra les hace ver tal hecho.

  Busque con gran cuidado a ver si encuentra en la Biblia una categoría o grupo de leyes catalogadas o llamadas 'ley moral'.  No hallará tal cuerpo de 'la ley moral' de Dios. No se trata de que en la ley de Cristo no hayan leyes de carácter moral.  Ya ese es otro asunto, y es más que claro que una enorme cantidad de leyes y preceptos divinos dados por Cristo tienen un carácter moral.  Pero, otra cosa es crear una clasificación de leyes en el Antiguo Pacto llamada 'ley moral' para, de ahí, decir que esa es una ley eterna con la 'conclusión lógica' de que los diez mandamientos son esa ley moral eterna. Sencillamente existe tal concepto en los escritos de hombres del pasado así como en los que hoy día practican tales conceptos como si fuera ley de Dios sobre ellos.

 La fe cristiana jamás puede fundamentarse en clasificaciones creadas por seres mortales –ya sea en Confesiones de fe, libros, estudios o sermones predicados– de donde luego se declara como doctrina cristiana lo que no es más que 'conclusiones lógicas'  de mentes y espíritus que no han discernido la Palabra inspirada en esa tema o doctrina particular.

 Reconocemos que es muy probable que no todos los que defienden las leyes de Dios según descritas arriba estarán de acuerdo con lo que vamos a señalar.  Pero, es una muy penosa realidad que ese ministro, estimado como un gran líder entre los que creen como él, escribe en uno de sus libros de más influencia en el desarrollo del actual estado de cosas aquí consideradas, que "...como Cristo no nos dejó un conjunto de leyes codificadas (entiéndase, enumeradas especificamente así como los 10 mandamientos), el Espíritu Santo lleva el nuevo convertido a Cristo de vuelta la ley de Dios (entiéndase de Moisés... i.e., los 10 mandamientos) para en ellos llevar a cabo su proceso de instrucción santificadora". (Nuestra traducción al español del original en inglés... palabra por palabra.)

 Permítame ser muy franco y muy sincero ante esa declaración citada arriba. En mi informado entendimiento del significado de las palabras, aquí leo un claro ejemplo de blasfemia así como herejía crasa.  Me dirá Ud., apreciado estudiante y lector de esta líneas: ¿Cómo se atreve Ud a pronunciar tal juicio? Le responderé de forma muy sencilla aquello que podrá corroborar en diccionarios de nuestra lengua castellana:

1. Blasfemia: Palabra o expresión injuriosa contra una divinidad o personaje sagrado... Una injuria grave contra una persona.


2. Herejía: Una herejía es una doctrina u opinión que se opone a un dogma de fe.

 Veo aquí 'blasfemia' en el sentido de que, aunque no contra la Persona misma de Cristo, se afirma la insuficiencia de Su obra por  no haber dejado un conjunto de leyes codificadas.  Tal parece que quien escribió esas palabras no comprende que la 'ley de Cristo' nombrada como tal en varios textos del Nuevo Testamento es la regla de fe para el cristiano.

 También veo blasfemia en tanto y en cuanto se establece que el Espíritu Santo no es quien imparte instrucción santificadora.  La enseñanza bíblica no sólo nos informa de la función mortal de la ley mosaica sobre sus súbditos, sino que también enseña que Cristo es la Persona divina que obra la santificación mediante la obra del Espíritu de Dios. Por tanto, se le está atribuyendo lo que es la obra del Espíritu Santo a otro.  ¿Y no es ésto pecado del peor tipo?

 En tal esquema ajeno a la enseñanza bíblica sobre esta obra santificadora, el Espíritu Santo es permitido sólo ser el 'transportista' de un creyente hacia la 'escuela mosaica de la santificación', ya que se alega que es 'la ley mosaica' la que impartirá la santificación. Siendo el testimonio inspirado sobre este asunto tan contrario a tal esquema novedoso, uno se pregunta: ¿Cómo será que tantos no ven ni reciben el testimonio bíblico?

 Sin abundar más sobre cómo estas palabras arriba son blasfemia, aun cuando el autor de las mismas seguramente ni estaba consciente de lo que escribía en contra de la obra santificadora de Cristo, le diré que en esas palabras también hay 'herejía' por la sencilla razón de que ese autor ofrece su versión de doctrina en el área de la 'santificación' que obra Cristo... versión que contradice de manera contundente y atrevida lo enseñado en la Palabra inspirada.

 Además, al afirmar que la ley de Dios –refiriéndose a la mosaica y, más específicamente, a los 10 mandamientos– es la que 'santifica'' al creyente, lo que ha hecho es desmentir el testimonio bíblico en el sentido de que la ley era un instrumento de muerte.  Era buena, pues vino de Dios, y al hacer la función para la cual Dios la dio, no hacía otra cosa que no fuera buena.  Pablo declaró tan claramente en 2 Corintios 3:6 que su "ministerio Dios dado era de un nuevo pacto y del Espíritu, y no de la 'letra' (entiéndase, de la ley mosaica o 10 mandamientos), ya que la 'letra mataba' y el  Espíritu (nuevo pacto) vivifica".

 A veces vuelvo a leer esas líneas, esforzándome por hallar si quizás yo había leído mal... que él no dijo tal cosa.  Es algo que desafía el entendimiento del creyente más sencillo.  La Biblia nos asegura que las obras espirituales indicadas arriba son TODAS de Cristo... obradas por Su Espíritu.  Y, claro está, eso incluye la 'redención', tema que seguirá ocupando nuestra atención abajo.

 Hemos enfatizado este punto por la sencilla razón de que nos sentimos obligados a dejar claro ante Ud. que el texto bíblico citado arriba no nos dice que 'Cristo '
nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría, justificación y redención', con la 'santificación' siendo una obra efectuada por el Espíritu de Dios usando de esa supuesta 'ley moral' de Dios, a saber, los diez mandamientos.  Esa vieja ley del pacto antiguo mataba y seguirá matando al que intente crecer en santidad por medio de ella.  Es el papel que Dios le asignó... ¿quién lo podrá enmendar, alterar o cambiar?  ¡Nadie!

 Es que Dios quitó ese viejo pacto en la muerte de Cristo en la cruz, su sangre proveyéndonos un mejor y nuevo pacto.  Es lo que recordamos cuando bebemos de la copa en la Cena del Señor, ¿no? ¿O será que hay creyentes, entre ellos pastores, que beben de la copa, citando la Escritura que describe la sangre tipificada en esa copa como 'del nuevo pacto', a la vez no creyendo que ese nuevo pacto sea realmente nuevo?  Por eso enfatizamos que Cristo nos ha sido hecho (y sigue siéndolo)
sabiduría, justificación y redención', y 'santificación'.  Jamás lo olvidemos.  Es el mismo fundamento de nuestra esperanza en Cristo. ¡No Cristo y Moisés, sino Cristo, sólo Cristo y SIEMPRE CRISTO!

 Si busca en cualquier diccionario bíblico que tenga a la mano, o cualquier otro libro de ayuda en el estudio de los significados de las palabras en la Biblia, hallará un consenso general en el sentiido de que la 'redención' es un término con aplicación
legal y comercial. Una 'redención era una transacción entre dos partes en donde el artículo o producto 'redimido' pasaba a ser la propiedad legal de quien había hecho el pago de redención. Por su propio peso 'se cae de la mata' el hecho de que, antes de ser 'redimido', ese objeto, fuere lo que fuere... mineral, vegetal o un ser humano o animal, era propiedad de su dueño anterior.

 Tal vez podríamos pensar en algo así como una 'fianza' pagada para lograr la libertad de un acusado ante la ley.  Pero, ahí hay una gran diferencia, y es que la fianza sólo provee libertad en lo que llega el día del juicio en que el veredicto pudiera variar de un lado al otro... de inocente a culpable.  En el caso de una 'redención' se está hablando de una compra, por el valor completo, que 'libra al comprado', de una vez, de su total atadura al previo dueño.

 En el pueblo hebreo era de común uso este proceso de 'redimir' aquello que había sido empeñado por causa de alguna deuda.  Si el deudor no tuviese con qué satisfacer la deuda, quedaba bajo el poder o control del acreedor, tiempo que pudiera llegar a ser largo si es que faltaban muchos años hasta el año(día) del jubileo o libertad, evento que se proclamaba con sonido de trompeta y que, en un sentido profético, miraba hacia nuestra redención a la final trompeta cuando venga Cristo en poder y gloria.

 De estos ejemplos en el plano humano o material, pasemos a considerar lo que era y es la realidad del pecado. La Biblia nos enseña que comenzando con la caída de Adán en el pecado, los seres humanos vinimos a ser todos pecadores, esclavizados por ese pecado y sujetos al castigo divino correspondiente al pecado. (Lea Romanos 3:9 en adelante.)

 Es así que se nos presenta la obra de Cristo en la cruz.  Fue una obra redentora que pagó el precio exigido por la justiicia de Dios. 'Todos pecaron (pecamos) y están destituídos de la gloria de Dios'. Por causa de ese pecado todo pecador es esclavo del pecado... del suyo propio, y vive incapacitado de siquiera desear hacer la voluntad de Dios... muchos menos de poderla hacer.  Y esto es así porque el pecado se enseñorea sobre el alma de cada pecador, los cuales están alejados de Cristo y la gloria de Dios.

 Cuando Cristo murió en la cruz como Sustituto perfecto, lo que él obró con Su preciosa sangre fue el precio 'redentor' que dio al 'redimido' la libertad de su antiguo dueño –el pecado en todas sus ramificaciones– y de la condenación sobre su pecado.  Su sangre vertida en la cruz fue el precio de compra (redención), por lo que la Biblia nos enseña en varias maneras la gloriosa realidad de que 'fuimos comprados por precio... que ya no somos nuestros, sino de Aquel quien nos compró' [1 Corintios 6:19-20].  Somos Su propiedad... somos Suyos; y no como esclavos aterrorizados por un amo fuerte y abusador sino como hijos e hijas de Aquel cuya 'carga es liviana y fácil de llevar', y con la que él mismo nos ayuda por medio de Su Santo Espíritu quien mora en el corazón (Mateo 11:29-30).

 Con esas breves observaciones sobre el significado de la 'redención' y 'el ser redimidos, tomemos nota de que esa obra redentora de Cristo fue para librarnos de algo muy real y no algo imaginario de poca consecuencia.  Pablo declara de manera muy específica que 'Cristo nos redimió de la maldición de la ley'.  Así que, sin entrar a considerar los detalles específicos de esa maldición y todo lo que significa, observamos que, de manera general, según de importante fue la obra redentora de Cristo, así de serio era el problema de la maldición de la ley, la cual consideraremos en la siguiente pregunta:

 II.
¿Qué es la maldición de la ley? ¿Qué abarca o cuánto    alcance tiene sobre el alma de cada cual?

 Para comenzar, hemos de  recordar que el texto bíblico bajo estudio comienza diciendo que:
"Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros [porque está escrito; Maldito todo el que es colgado en madero], para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu."

 Contestar esta pregunta tan clave en el entendimiento del tema abarcador de la epístola de Pablo a los Gálatas puede tomar varias avenidas de acercamiento al tema. Quien suscribe estas líneas de estudio sobre el tema siente que sería de gran valor identificar, primero, esa maldición señalada, ya que se trata de algo tan grave. ¿Por qué una maldición? ¿A quiénes alcanza esa maldición? ¿Cuál es el alcance de esa maldición? y otras tantas preguntas similares que surgen de las ya expresadas.

 Sería bueno comenzar haciéndonos la pregunta: ¿De qué ley se trata?  En el sentido más básico o sencillo, cierta porción de la iglesia de Cristo ve esa 'ley' como la que Dios estableció con su pueblo en el Sinaí cuando, junto a leyes tan variadas, también les dio su pacto, a saber: los diez mandamientos.  Aunque las diez palabras sean identificadas por algunos como 'la ley dada por Dios a Moisés', hecho que no responde a la Verdad bíblica, los mandamientos, o el pacto, eran lo que hoy identificaríamos como la ley constitucional de una nación.  Es el corazón mismo de toda ley y a la que vuelven vez tras vez para resolver discrepancias y diferencias en leyes específicas o particulares que surjan de la implementación de los preceptos básicos de la constitución o, en este caso, los diez mandamientos, el pacto en tablas de piedra.

 Cuando se considera la ley mosaica de forma global o abarcadora –la que regía sobre el pueblo de Israel– se está viendo, por lo general, en el sentido del 'todo'.  Y la sentencia no habla de la 'maldición de la ley' como si tratara de alguna de sus partes y de otras no, sino que esa ley, como un todo, es de maldición a quien intente vivir bajo ella. Tampoco sugiere que había unas partes cuya desobediencia traía maldición y otras partes que no traerían tal maldición.

 La bendición prometida a quienes lograran obedecer esa ley era 'vida'; tome nota: era con gente que la obedeciera toda, sin faltar en una jota o tilde (símbolos ortográficos pequeños en su lengua) fuera absolutamente completa y perfecta. Ante la total incapacidad  de poder obedecer esa ley es que las palabras, "la maldición de la ley", cobran su peso y siginificado principal.

 No es; 'La maldición de una porción de la ley, sea la que fuere, sino la 'maldicón que es parte y esencia natural de esa ley en su totalidad.  Diciéndolo de otra forma, sería algo así: 'Cristo nos redimió de la maldición que esa ley traía a cada uno que vivía bajo la misma.'

 No nos parece posible que esos nuevos creyentes, bien sea de entre los judíos como de los gentiles, pudieran haber estado racionalizando que, 'Gracias a Dios, Cristo murió en la cruz para librarnos de las leyes en áreas de salud, alimentación, asuntos sexuales y otras áreas de similar categoría', mientras retenían como 'ley moral incambiable' otras partes de la ley que, por tradiciones de los venerables teologos del pasado, les había sido legada.

 Es de suma importancia tomar nota de que la Palabra no nos dice en la porción citada que: 'Cristo nos libró de la maldición de ciertas partes de esa ley, sino que dijo; 'de la ley', claramente indicando que la ley como un todo era maldidión, por lo que el alma librada por la sange de Crisro quedaba libre de toda la maldición que acarreaba esa ley. Es decir, quedaba libre de la ley.

 El tiempo y el espacio no nos permitirá hacer un recuento de todo lo que la Biblia nos enseña acerca de la ley mosaica.  En el material estudiado hasta ahora hemos visto no poca enseñanza bíblica al respecto.  En nuestro sitio, vozdegracia.com, podrá acceder varios libros que examinan la enseñanza bíblica sobre este tema de manera muy seria, detallada, responsable y bien abarcadora.  Sin embargo, queremos volver a enfatizar que el pacto dado por Dios a su pueblo, Israel, vino, precisamente de Sus manos a través de su siervo Moises.

 La ley, en sí misma, era buena; Pablo así lo afirmó.  El asunto es que Dios estableció este pacto [en dos piedras colocadas dentro del 'arca del pacto', con las diversas leyes colocadas justo afuera del arca... a su lado (Deuteronomio 31:17], con un pueblo muy  contradictor... i.e., pecador.  No eran las mismas leyes dadas por Dios en el huerto del Edén, aunque no cabe duda alguna que todo lo que Dios puso en el corazón de Adán y Eva era cónsono con Su divina santidad y Sus requerimientos eternos de santidad en toda Su creación. Mas, de ahí a declarar que Dios puso la misma ley en el alma de Adán que estableció en el Sinaí como pacto con el pueblo es andar un gran trecho imposible de cruzar.

 Hemos leído muchos escritos que elaboran una compleja estructura de conclusiones basadas en conceptos imaginados con el único fin de intentar probar que la ley del pacto dada en el Sinaí es la misma puesta por Dios en el corazón de Adán. Para los que así arguyen, tal lógica es absolutamente necesaria para poder asentar su tesis de que hay un solo pacto eterno.  Y todo -a sabiendas o no– con el fin de no dar lugar al pacto nuevo en la sangre de Cristo que puso fin al pacto antiguo sinaítico tal como Dios anunció a través de sus profetas.

 Algunos aceptan que lo que el Nuevo Testamento presenta como un 'nuevo pacto' en la sangre de Cristo es sencillamente una nueva administración del supuesto pacto eterno o pacto eterno de gracia o pacto de gracia.  Nosotros preferimos aceptar el testimonio divino al respecto y reconocer con gozo que la sangre de Cristo es el fundamento del nuevo pacto que Dios estableció con su Hijo para el beneficio eterno nuestro, la iglesia de Cristo comprada con su preciosa sangre.

 La gran diferencia entre los preceptos o leyes divinas puestas por Dios en sus primeros creados a Su imagen –Adán y Eva– y las que luego estableció en el contexto de un pacto con sus leyes auxiliares no se hallará necesariamente en la naturaleza espiritual de los preceptos requeridos sino en el tan básico sentido de que fue en el Sinaí que Dios estableció un pacto escrito, el que requería obediencia perfecta so pena de muerte... pacto que fue, en las manos de Dios, un disciplinario o tutor (Ayo) para llevar el pueblo a través de los años venideros hasta el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a Abraham, 400 años antes de Moisés. 

 No aceptar que los 10 mandamientos son el pacto que Dios estableció con su pueblo hebreo en el Sinaí es un acto temerario de rechazo al claro testimonio de Dios.  ¡Dios nos ayude a siempre recibir con humilde espíritu lo que él nos declara en su Palabra, así lo entendamos a cabalidad o no!  En ese sentido, la verdadera fe dada por Dios nos ayudará siempre a creer Su verdad aunque a veces no la podamos entender a cabalidad.  Estemos siempre prestos a rechazar explicaciones teológicas que encuentran su 'legitimidad' en escritos no inspirados y que, por tal razón, usan muchos 'juegos de palabras' y malabarismos para intentar asentar su lógica como legítima. Seamos sencillos para recibir el testimonio bíblico que Dios inspiró en sus multiples escritores escogidos.

 No existe duda alguna de que esa Palabra de Dios prometía vida a los que obedecieran ese pacto y sus leyes.  Mas, igual de clara es la Palabra eterna cuando nos describe la incapacidad humana de poder cumplir por causa del pecado.  Por esa razón es que la Biblia nos asegura que la ley era maldición a las almas que vivían bajo la misma por causa de su propio pecado que los incapacitaba para poder obedecer en lo más mínimo esa ley.

 No eran pedacitos o partes de esa amplia ley que traían maldición sobre las almas... era la ley en su totalidad, desde los preceptos incluídos en el pacto propiamente hablando [los 10 mandamientos, los que incluían 9 mandatos más un décimo como la señal del entero] hasta los tantísimos preceptos que eran parte de todas las leyes dadas por Dios a ese pueblo.

 Al decirnos la Palabra: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley", es igual que si dijera que 'Cristo nos redimió o compró de la obligación nuestra a cumplirla con tal de hallar vida'.  Al decir,
'maldición', no es alguna parte de la ley que en si misma pudiera ser de maldición, sino la ley misma en su totalidad, la cual era maldición a  cada alma.

 Al leer que "Cristo nos redimió" de esa maldición, quiere decir que el precio que él pagó para redimir o comprar sacó a las almas de ser 'posesión' de la ley que maldecía para venir a ser 'almas libres de la maldicion' por haber sido "compradas por precio" y hechas propiedad del Señor.  No es un cambio de 'unas leyes dejadas en sitio y otras quitadas', sino de un traspaso de la propiedad que antes estaba bajo el poder de la maldición de la ley para ser propiedad del Salvador que nos libertó y nos puso sobre un nuevo fundamento... el pacto nuevo en la sangre de Cristo; ¡y eso sí que es grande!  Esa es la gracia redentora de Cristo.

 Si el lector ha seguido con gran cuidado lo ya escrito, deberá serle fácil comprender que cualquier intento por validar otra vez parte alguna de esa ley de cuya maldición Cristo nos redimió viene a ser, aunque no se comprenda como tal en ese momento, un rechazó a la obra de perfecta y completa redención obrada por Cristo.

 Recuerde, apreciado lector, que al Cristo redimir, el resultado ha sido el pago y saldo del precio exigido por el anterior dueño o señor. Si Cristo nos redimió, entonces pagó el precio total exigido por la ley.  El que de veras está en Cristo ya no tiene que echarse encima una carga de temor ante la posibilidad de que pudiera desobedecer algo requerido en esa vieja ley que maldecía.  Ya somos libres en Cristo... NO libres para pecar, sino libres para servirle a él con amor y humilde
lealtad... libres del poder y de la maldición de la ley.

 Un caso comunmente visto entre muchos que siguen creyendo que tienen que cumplir toda o, cuanto menos, partes de la vieja ley mosaica es el caso del sábado.  De las dos narraciones en Exodo y Deutoronomio ( sí... hubo dos ) de la ocasión en que Dios dio su pacto, las 10 palabra escritas con Su dedo en tablas de piedra, una ata el descanso del séptimo día al 'descanso' de Dios ya acabada la creación; y la otra ata el mandato del séptimo día a la obra de Dios cuando sacó a su pueblo de Egipto.  Este detalle confunde a muchos que se esfuerzan por vivir con Cristo en una mano y la ley de Moisés en la otra, ya que le sorprende a muchos el detalle de que cada narración ata 'el séptimo día a una causa distinta'.

 Los que observan estrictamente la observación del séptimo día como uno para descanso y el cese de trabajos están siendo más consistentes que los que aseguran que el séptimo día hay que observarlo, pero, que puede ser en el 1er día, y el nivel de piedad demostrada en lo que hacen o dejan de hacer queda a la discreción de la consciencia del cristiano. ¡Extraña manera de observar lo que Dios ordenó a través de Moisés!... ¡según a cada cristiano mejor le parezca! A veces se identifica ese esquema interpretativo como el de 'transferencia sabática al domingo, primer día de la semana. Lo que olvidan los que así razonan con sus lógicas humanas es que la ley de Moisés no contenía opciones sujetas al criterio del pueblo, sino que todo era obligatorio... sin excepción, así fue prohibición o requerimiento. ¡Ciertamente es un detalle interesante el que se introduzca la 'libertad cristiana' a lo que supuestamente es un requerimiento divino mediante la ley de Dios... de Moisés... con tal de suavizar 'lo obligado' y llevarlo a 'lo que la conciencia dicte'!

 El asunto común en los dos ejemplos ofrecidos está en el hecho de que enseñan y practican que el 4to mandamiento del pacto antiguo sigue en pie.  Ambos están rechazando en sus actos la Palabra que asegura que "Cristo nos redimió de la maldición de la ley".  Nos preguntamos, pues: ¿Nos redimió? ¿O no nos redimió?  Si la ley mosaica sigue siendo ley vigente, entonces los observadores del sábado andan de manera consistente a la ley de Moisés.  Claro es, sin embargo, que están negando la eficacia de la obra de Cristo, y no están redimidos de la maldición de la ley.  Sin embargo, los evangélicos que aseguran 'estar bajo los 10 mandamientos para su santificación personal' y 'estar en Cristo para su salvación' dan fe de no haber comprendido aún el verdadero significado de lo que es 'estar redimidos de la maldición de la ley'.

 Mas, los que aseguran creer en la perfecta obra de Cristo, y creen que él nos redimió de la maldición de la ley, realmente violan lo que profesan creer cuando insisten que es obligatoria la observación del sábado, aunque sea en el 1er día, domingo.  Justifique la observación del sábado en el día que usted quiera, y está desmintiendo –a sabiendas o no– que Cristo nos redimió de la maldición de la ley.  Sin embargo, crea el testimonio de la perfecta obra de Dios considerada arriba 
y conocerá lo que es la libertad de aquello de lo cual nos redimió nuestro Sustituto, Jesús.

 Si se quieren reunir como iglesia el domingo, o el lunes, o el día que sea, Dios lo verá con agrado al ver que la motivación es adorar a Quién les libertó de la condenación de la ley. Si quieren  tomar el precendente de que en las epístolas se ve a los creyentes reuniéndose los primeros días de las semanas, en ello no hay problema alguno. No dudamos por un solo segundo que lo hacían porque ese día les recordaba la gloriosa resurrección de Cristo. Y si es así, pues, bien. Ahí hay un 'precedente', mas, no una ordenanza o ley. Existe historia natural de la iglesia de Cristo en los primeros siglos en donde, por ejemplo, no celebraban un día anual de la Resurrección porque, para ellos, ese glorioso evento lo celebraban  cada 1er día de la semana.

 Por otro lado, no olvidememos que la naciente iglesia de Cristo tenía su reunión diaria en la que 'partían el pan'.  De ese patrón diario fueron reduciendo los días semanales de reunión por razones que sólo ellos conocían.  Es muy probable que el amor primero trajo gran estusiasmo, pero, el ir reduciendo los días de reunión no quitó de que sus reuniones fueran espirituales y con el único propósito de adorar al Señor resucitado.

 Pero, tratar de racionalizar intelectualmente que el primer día de la semana está relacionada con la señal del pacto antiguo es andar dando palos a ciegas... es dar coces contra el aguijón. Es tiempo ya que el pueblo de Dios despierte a la realidad de que Cristo, al "redimirnos de la maldición de la ley", nos redimió al 100%... no hizo una obra a medias, sino completa.  ¿Por qué somos tan dados a querer tomar la obra de Dios y virarla al revés a fin de acomodarla a nuestras tradiciones, nuestras ideas religiosas que a veces distan tanto de la Palabra escrita?

 En conclusión a la pregunta propuesta arriba:  La maldición de la ley es el efecto total o cumulativo de las exigencias no cumplidas de la ley... nadie las puede cumplir debido a su propio pecado.  El alcance de la maldición es a todos los que viven o tratan de vivir bajo la ley.  Sólo hay una manera de vivir en plena libertad de esa maldición: siguiendo por fe a Aquel que nos redimió de esa maldición, el Señor Jesucristo.

 Quede claro en el corazón de cada estudiante de este tema que la redención de la maldición de la ley es igual que si se hubiera dicho; de la ley. Es así porque la ley no consistía de dos áreas o partes en que la una parte pronunciaba maldición al que desobedecía y la otra parte bendición a quien obedeciera.

 Por tanto, afirmamos que ser 'librados de la maldición de la ley por medio de la sangre Cristo' equivale a decir: 'Somo libres de la ley mosaica con todas sus exigencias, reglamentacionses y condenas. 

 Habiendo ya tocado en esa horrenda labor en que Cristo fue hecho maldición por nosotros, sigue naturalmente que nos hagamos la siguiente pregunta:

III. ¿Qué significa el que Cristo se haya hecho, literalmente, maldición por nosotros?

 
Esta es la pregunta que nos lleva al mismo corazón de lo que fue y es la obra redentora en la cruz del calvario.  Algunos textos bíblicos nos describen cómo el Justo tomó el pecado de los injustos: "Él llevó nuestros pecados en la cruz para que seamos hechos la justicia de Dios en él" (1 Pedro 2:24). Cuando Cristo oraba en aquel lugar apartado en el monte cercano a Jerusalén, le expresaba a su Padre su anticipado sufrimiento al pedirle que 'si fuere posible que esa copa pasara de él...' a la vez que aceptaba que la voluntad del Padre se habría de cumplir hasta el último detalle (Marcos 14:36).

 Estas palabras inspiradas del apóstol no contemplan un sencillo y típico evento de 'una muerte' común, sino de una muerte muy distinta a todas las demás ya que habría de ocurrir, de manera muy real y literal, una obra de sustitución en la que el Cordero de Dios, Jesús el Cristo, tomaría, en un acto  judicial ante Dios, el lugar de cada culpable a quien Dios ya había determinado dar la vida eterna... los sustituídos, identificados en la oración de Cristo en Juan 17 como 'los que tú me diste'.

 Es, sin rodeo alguno, una de las doctrinas claves en todo lo que es la salvación espiritual del humano pecador por obra de un Dios santo y soberano.  En el 'evangelismo' contemporáneo se oye hablar acerca del pecado –aunque sea en algo– y de la necesidad de 'entregarse al Señor', de 'dejar que él obre en ti', 'que puedes ser una mejor personas si le dejas entrar a tu vida,' etc. No diremos más, por ahora, del penoso estado de tantos predicadores que presentan a un Cristo Salvador que pide pérmiso al pecador para poder obrar en él o ella... ¡como si  el necesitado tuviera más poder y determinación que el Salvador!

 De manera muy breve, recordemos que la ley bajo el antiguo pacto exigía una obediencia perfecta a todo lo requerido, sin excepción alguna.  Prometía castigo de muerte a todos cuantos no podían lograr esa obediencia requerida.  Sabemos que nadie podía cumplir debido a su propio pecado.  Por tanto, a cada ser humano en ese pueblo le esperaba la muerte eterna a no ser que alguien cumpliera la ley en su lugar.  Y es ahí donde entra en escena la muerte del Cordero, anticipada por tanto tiempo en su capacidad de Sustituto a través de los constantes sacrificios que, de una forma u otra, obraban sustitución o satisfacción a favor de quien ofrecía dicho sacrificio.

 De tantos sacrificios requeridos por Dios en su pueblo Israel, el que más sobresale, al menos para este quien escribe, era el del macho cabrío, una vez al año.  Esa celebración o sacrificio anual simbolizaba la obra sustitutiva que el Mesías haría en el tiempo prometido.  Realmente, se usaban dos animales; uno era soltado para que se perdiera por 'el monte', simbolo de cómo el Mesías prometido se llevaría "el pecado tan lejos como el oriente es del occidente" (Salmo 103:12).

 Luego, el segundo animal era sacrificado, habiendo sido señalado como el sustituto que representaría al pueblo.  Su sangre era llevada por el Sacerdote adentro del velo y rociada sobre la tapa del arca, el Propiciatorio... el asiento terrenal, temporal de Dios. Un detalle importante es que el sacerdote de turno ofrecía, primero, un animal y llevaba su sangre dentro del velo como el sustituto por sus propios pecados y los de su familia.  Entonces era que entraba ese Sacerdote
, por segunda vez, pero, llevando ahora la sangre que representaba al pueblo ante Dios durante un año. El próximo año se repetía toda la ceremonia debido a que la sangre de animal no podía quitar el pecado. (Puede leer sobre este tema con lujo de detalle en la epístola a los Hebreos, en especial del cap. 5 en adelante.)

  Mas, venido ya el Mesías prometido, Cristo, es él el Sustituto esperado, el Cordero que sería inmolado como el Sustituto de su pueblo.  Pero, es de suma importancia recordar que al asumir ese papel de Sustituto –que antes le correspondía al animalito sacrificado– la culpa o pecado del pueblo era transferido a ese cordero o macho cabrío.  Al morir el Cordero de Dios, ese pecado del pueblo sustituído fue transferido directamente, de forma muy real, al mismo Señor Jesucristo.

 Por eso la Palabra nos dice que "él que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros, para que seamos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21).  Ahora bien, en el ceremonialismo hebreo que anualmente sacrificaba ese inocente animal, había también una transferencia simbólica del pecado del pueblo al animal que estaba por sacrificarse. La gran diferencia con Cristo fue que la transferencia del pecado al Cordero sacrificado ya no fue simbólica sino real; no fue por un año sino por la eternidad.

 No era sencillamente que Cristo iba a morir.  Ese hecho, de por sí, es algo grande... terrible.  Pero, que el eterno Dios se haya hecho hombre para venir a morir como un culpable es algo mucho más serio, ya que nos deja ver que Cristo realmente fue hecho pecado por nosotros, no simbólicamente, sino realmente.  Yo no entiendo cómo eso pudo ser; sin embargo, lo acepto como la Verdad que es por el testimonio bíblico.

 Sabemos que el tiempo que duró esa sustitición literal, clavado en la cruz entre tierra y cielo, fue cuando Dios Padre se vio obligado a 'no mirar' a Su amado Hijo; Su santidad no le permitía, ni le permite, mirar sobre el pecado.  Fueron esas las angustiosos horas cuando el Hijo de Dios, colgando en esa cruenta cruz, exclamó con incomprensible angustía: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"  (Marcos |5:34) ¡No fue fácil ser nuestro Sustituto... venir a ser maldito por nosotros! ¡Jamás lo comprenderé! ¡Toda honra y gloria sea a él por haber obrado así a favor nuestro, a favor mío!
 
 Pero, no sólo es que habría de morir, y que su muerte habría de ser, literalmente, como un pecador millones de veces más pecador que nosotros (¡si nuestro pecado como individuos es tan grande ante Dios, cuánto más horrible fue la suma total de todo el pecado de todos los escogidos puesta en uno solo, el Cordero de Dios!). Añádale a eso que la muerte de ese culpable sería 'en cruz'.  Como si no bastara con los elementos ya vistos tocante a Su muerte, ahora se nos habla de que fue hecho 'maldición' por nosotros. ¿Cuál es la importancia o el significado de ese detalle... la relación entre la maldición y una cruz?  Esa respuesta la veremos a continuación al hacernos la próxima pregunta:

IV.
¿Qué siginifica, 'el que es colgado en cruz es maldito'?

  F
íjese que el uso del término 'maldito, o maldición' es vinculado no primariamente a la realidad de la culpa ajena que el Mesías llevada en sí mismo al morir, sino al hecho de que la muerte era en cruz. ¿Qué diferencia haría el mecanismo para aplicar la muerte?  Muerte es muerte, ¿no? En el sentido físico, sí; mas, en el sentido espiritual o moral, ¡no! ¿Por qué es ese el caso? Veamos:

 No hay más que leer los últimos versos de Deuteronomio 21 para hallar de causa o fuente de esta maldición.  Dios mismo instruye al pueblo en la acción a tomarse cuando se trata de uno que ha transgredido la ley de tal manera que merezca el castigo mayor, a saber, la muerte.  Y se habrá de colgar en un madero o cruz.  Pero, Dios le añade la salvedad de que el cuerpo así ejecutado no deberá permanecer en la cruz más allá de ese mismo día. La razón dada es que: "el que es colgado en cruz es maldito". Así que, es Dios quien determina que morir en cruz es morir como un maldito.  ¿Puede ver Ud. en ese detalle cómo Dios iba preparando el camino para que Su Hijo muriese como nuestro Sustituto,,, Sustituto de seres incapaces de agradar a Dios en lo más mínimo... gente que sólo somos pecadores ante él?

 Ahora, consideremos por unos segundos que el método usado por los romanos para la ejecución de sus más viles criminales era, precisamente, el ser colgados en una cruz o madero.  Los dos términos son usados en la Biblia. Hay quienes hacen gran diferencia entre el signifcado de ambas palabras.  Nosotros lo que deseamos enfatizar es el muy sencillo hecho de que Cristo, el Mesías, murió en un cruz romana.  No importa su estilo físico, si era grande o pequeña, las piezas montadas de tal o cual manera o ángulo. Nada de eso importa al compararse con la realidad del significado de que el que así fuere ejecutado no sólo moría sino que su muerte era considerada como una muerte 'maldita'.

 Hagamos aquí una pausa y consideremos esa gloriosa, y a la vez tan terrible, realidad de que Cristo haya muerto bajo tales condiciones de 'maldición'.  Ya vimos cómo Dios mismo es Quien
establece que morir en cruz es una muerte maldita.  Vimos cómo el gobierno romano reservaba la ejecución en cruz para el más vil de los transgresores contra la sociedad.  Estos no son hechos coincidentales, sino más bien, planificadas por Dios desde la eternidad.  La historia natural... los gobiernos que se levantan y se caen... todo ello es parte de la obra de Dios.  En el plan de Dios era necesario que el Cordero muriera bajo la maldición de cruz, detalle físico provisto soberanamente por Dios a través del gobierno de turno: el romano.

 Pero, consideremos por un momento qué es lo que, ante los ojos de un Dios justo, requiere que Su propio Hijo, hecho hombre, tenga que morir así.  Otros métodos de ejecución existían.  Era más fácil y rápido decapitar a la persona.  Se podría echar a los leones hambrientos tal como hicieron luego con millares de cristianos... familias completas. ¡Y de cuántos otros mecanismos de ejecución no pudiéramos hablar! El asunto clave aquí es que Dios determinó que su Hijo moriría en cruz: una muerte maldita.

 Con eso en mente, volvamos a meditar en la realidad de la obra divina que estableció que la expiación del pecado ocurriría a través de la muerte de un sustituto inocente.  Este hecho se veía constantemente en los sacrificios relacionados al templo, el pueblo hebreo y el sacerdocio.  La culpa del pecado de cada persona era transferida simbólicamente a un animal, y ese gran sacrificio anual a favor del pueblo envolvía dos machos cabríos que ningún pecado habían cometido, mas, en la voluntad de Dios, venían a ser sustitutos a los cuales se les transfería por el término de un año el pecado del pueblo... pecado debido a su total incapacidad de cumplir lo reuqerido por Dios en su santa ley.

 De ahí que cuando se cumple el tiempo prometido, y el Cordero de Dios llega al día de la expiación, es él quien viene a ser el 'maldito' ante Dios porque ocurre una transferencia literal del pecado del pueblo escogido de Dios a ese Cordero sustituto. Ya Dios venía preparando los detalles de la historia para que en el día de ese gran sacrificio, el Cordero de Dios, limpio de pecado personal, asumiera el pecado de un enorme pueblo y fuera llevado a morir en una cruz... cruz que simbolizaba la realidad de que Su Hijo estaba muriendo como un Sustituto maldito por causa de los sustituídos. La muerte en cruz enfatizaba esa maldición, y aún los romanos contribuyeron su parte jurídica a tal muerte usando de la cruz como el lugar adecuado para la muerte de este judío que el pueblo pedía a gritos: 'Crucifícale, crucifícale' (Marcos 15:13-14).

 Tengamos claro que Cristo no murió como un mero formalismo general o genérico para proveer salvación a la persona que tuviera algún interés en ser salva.  No fue semejante, según algunos, a un 'depósito a una cuenta bancaría que dependa de la voluntad del beneficiado para aceptar ese depósito o no'.  Mil veces no. Se trata de una sustitución en el lugar de gente pecadora, maldita, que jamás pudo ni jamás podría cumplir con la santa ley de Dios.  Yo merezco la maldición de Dios sobre mi pecado; Ud. también.  Pero, Cristo tomó nuestra culpa y aceptó morir de la manera más vergonzosa: una muerte maldita en cruz
  

 Con lo expresado en las líneas anteriores, debe quedar claro para cada uno que lee estas palabras que Dios mismo es Quien estableció que tal muerte era, específicamente, una maldición  para quien así fuere ejecutado.  Creemos que, tal como todo lo obrado por Dios en la historia del mundo tenía sus significados y ejemplos de todo lo que sería la obra del Mesías prometido, esto de la maldición a la muerte en cruz era parte del mismo anticipo divino.

 Cuán gran contraste entre la gloria eterna del Verbo, quien no conoció pecado, y Su encarnación para venir a ser nuestro Sustituto, llegando a ser Él el maldito que moriría en la cruz en nuestro lugar.  Y, debido a que él fue maldito por mí, yo soy bendecido con la esperanza de la vida eterna porque Su sustitución quitó toda culpa de mí.  Toda gloria sea a él dada.

 T
eniendo en mente esa realidad de la maldición sobre Cristo y la bendición recibida por el creyente debido a su relación con  Abraham, nos preguntamos:

V.
¿Cuál es la conexión entre la maldición sobre Cristo y la bendición recibida por los que son de Abraham?

 V
olvamos al texto bíblico ante nuestra consideración (v.13-14) y dejemos afuera –por el momento– la frase parentética (entre paréntesis) "(...porque
está escrito: Maldito todo el que es colgado en madero...). Leería, pues, así este pasaje: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros..().. para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcansase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu".

 Este texto dice mucho; ¡muchísimo!, y abarca un largo período de tiempo, a saber: Desde la promesa que Dios le hizo a su siervo Abraham hasta la inclusión de los gentiles en el disfrute de la bendición dada a Abraham. Estamos hablando de más de dos mil (2000) años. Notemos que en los dos extremos de este largo período de tiempo hallamos unos eventos muy benditos, muy especiales:

1. La promesa hecha a Abraham de que en su Simiente serían benditas un incalculable número de personas alrededor del mundo. Y, en segundo lugar,

2. El cumplimiento de esa promesa.

 Es importante notar que el largo intérvalo de tiempo entre medio de los dos se identifica en este texto con sólo decir: "la maldición de la ley".  Interesante por demás, pero parte crucial del mensaje que Pablo les está comunicando como advertencia de que 'se cuiden de los judaizantes', lo cual es, esencialmente, el tema de Gálatas.

 La bendición que recibirían (que ya recibieron para siempre) los gentiles no procede del pacto y las leyes establecidas por Dios en el pueblo hebreo, pueblo que vivió en ese tiempo entre la promesa y su cumplimiento.  Por el contrario, Dios hace muy claro que (y lo veremos dentro de poco) la ley –entiéndase todo lo que componía las ordenanzas, leyes y el pacto bajo Moisés– era un Ayo, o Tutor disciplinario, con el fin de llevar o guiar el pueblo hasta el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham.

 Estamos convencidos de que una gran parte del judaizantismo moderno se debe a lo siguiente: que, desde su incepción, 'la ley de Dios' que describen como un pacto eterno surge por no ver o aceptar que la bendición en Cristo prometida a los gentiles no nace de las leyes del Ayo sino del que recibió las promesas unos 400 años antes de existir ese pueblo llamado Israel, a saber, Abraham.

 Como el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham está en la obra perfecta de Cristo, así sea en judíos convertidos a Cristo como en gentiles injertados al verdadero olivo, no se puede mejorar o perfeccionar esa obra con flacos esfuerzos por añadir elementos populares y fácilmente recibidos de la ley temporera del Ayo.

 Oimos hoy en día –y estamos seguros que así fue aun en los días del Pablo– que es importante no dejar a un lado la 'eterna ley moral de Dios' (concepto humano, no bíblico) si es que queremos agradar a Dios en todo.  Eso era lo que estaban escuchando los cristianos en Galacia.  Los judaizantes estaban cebándolos tan hábilmente que Pablo se vio en la obligación de preguntarles: "¿Quién os fascinó tanto como para no obedecer lo que recibisteis de Cristo?" Comenzaron bien, ¡y ahora ésto! Parece mentira. (3:1)

 Era una triste realidad.  Los judaizantes estaban echando hacia delante su agenda de 'meterles por los ojos' las bondades de lo mosaico con el fin de que olvidaran que la conexión entre 'promesa y cumplimiento' no era entre Moises y Cristo sino entre Abraham y Cristo, siendo el Ayo que estuvo en el medio echado a un lado para siempre.

 La conexión, pues, entre la maldición de Cristo y la bendición recibida por 'los que somos de Abraham por fe' es sencilla:  Cristo murió como el Sustituto 'maldito', obrando así la bendición prometida a Abraham. Esa bendición no llegaría por obedecer la ley mosaica hasta más no poder, sino por recibir como el Mesías Salvador a la Simiente prometida a Abraham. Por eso, los que creen en Cristo somos 'hijos de Abraham' y no 'hijos de Moises'.

 Arriesgándonos a ser un tanto repetitivos tocante a varias muy importantes y claves doctrinas del argumento inspirado paulino, sería bueno hacer un breve repaso o recuento de la revelación salvadora que Dios prometió desde el mismo huerto del Edén. Recordemos que allí fue que Dios maldijo a la serpiente diciéndole que, aunque ella (satán mismo) heriría la Simiente de la mujer en el calcañar o talón (el Mesías que vendría), esa Simiente la heriría mortalmente en la cabeza. (Génesis 3:15)

 Desde el Edén se anticipaba esa victoria de la Simiente sobre la serpiente.  Al pasar los años, Dios hizo su pacto o promesa a Abraham, diciéndole específicamente que, de "tu simiente... de tu parentela vendrá Ese quien bendecirá a las naciones" (lea Génesis 15).  Pasarían muchos años hasta verse cómo su descendencia inmediata sería ese gran pueblo de millones de almas que, por cientos de años servirían como esclavos a los egipcios, aquellos creadores de las grandes pirámides.

 De ahí fue que Dios levantó a Moisés para ser el líder humano que sacaría ese gran pueblo de Egipto rumbo a la tierra que Dios les prometio. Casi al inicio del viaje, habiendo cruzado en seco por el fondo de lo que había sido, minutos antes, el fondo de un mar que, en cuestión de horas, ahogaría al ejército del Faraón, Dios los llevó al monte Sinaí, donde estableció Su pacto con ellos, a saber: los diez mandamientos (Deuteronomio 4:13).  Además de los diez mandamientos del pacto, habrían muchas otras leyes para regir los asuntos sociales, morales, y religiosos... todo parte de ese pacto sinaítico que en el Nuevo Testamento se identificaría como el pacto antiguo. Note que, 'cuando fue establecido ese pacto en el Sinaí, no se le llamó antiguo por la obvia razón de que era el único pacto en existencia con relación a la vida de ese pueblo'. Se identificará como antiguo o viejo luego de establecerse el nuevo pacto en la sangre de Cristo.

  Ees importante notar que el pacto que Dios hizo con ese pueblo de Israel en el Sinaí, descendientes todos de Abraham e Isaac, nunca cambió la promesa que Dios hizo a Abraham, la cual miraba no hacia Israel con sus leyes y sacerdotes, sino hacia un día después de Israel cuando la Simiente prometida haría un nuevo pacto con el Padre basado en la sangre derramada del Cordero de Dios.

 No olvide la gran diferencia entre esos dos pactos: En el Sinaí Dios hizo pacto con un pueblo pecador y contradictor.  En la cruz Dios y Su Hijo, Cristo, establecieron ese nuevo pacto entre sí basado en la sangre del Hijo. El nuevo pacto Dios NO LO HIZO con nosotros, sino con nuestro Sustituto, Cristo el Mesías prometido.  De ahí su perfección; de ahí nuestra esperanza eterna; de ahí nuestra libertad que sólo viene por la obediencia perfecta de nuestro Sustituto.

 Llegó, pues, el tiempo en que los mismos Israelitas son los que logran su cometido de darle muerte al Mesías; Mesías que ellos veían como un farsante. Pero, Cristo ya les había dicho a los líderes judíos que "el reino les sería quitado y dado a otros que de veras harían las obras de justicia" que Dios requería (Mateo 21:43).  De esa manera, al morir en cruz el Mesías, y gritar 'Consumado Es', (Juan 19:30) a la vez que "Dios rompió de arriba abajo el velo" (Mateo 27:51) frente al lugar santísimo en el templo, se cumple la promesa hecha a Abraham y la puerta se abre para que, en pocos años, se comience a llevar el evangelio a los gentiles por todo el mundo.

 Si Ud. siguió los varios párrafos de recuento histórico a grandes razgos, notará que la existencia y la obra religiosa del Israelita era algo que ocurrió como parte del rumbo hacia el cumplimiento prometido a Abraham.  Entender ese obra de Dios en que promete a uno (Abraham) lo que vendrá en el futuro (el Mesías) una vez se le ponga fin a lo que ocuparía el ínterin (el pueblo hebreo con el sacerdocio cuyas labores apuntaban todas hacia el Mesías) es entender lo que la Biblia nos enseña sobre esta relación única entre Abraham y el Mesías prometido.

 Pero, el judaizante de aquellos tiempos, de manera similar a los de hoy día, se limitaba a creer que la promesa de bendición en un Mesías futuro era a través de ellos.  Se les olvidó lo que Dios le prometio a Abraham, sólo viéndolo a él como un gran patriarca al cual respetar y venerar.  Pero, aceptar que ellos, los hebreos, eran actores temporeros en un escenario de una obra divina de mayores proporciones no les era posible.  De ahí que los judíos se dieron a perseguir a los creyentes en Cristo, siendo un 'agente perseguidor modelo' ese 'gran judío', Saulo de Tarso. ¿Lo recuerdan... su viaje a Damasco para arrestar a cristianos?

 De ahí que desarrollan ese celo por judaizar a los creyentes en Cristo, por aquello de no olvidar y descuidar lo importante y, según ellos, lo válido de la ley mosaica.  Los judaizantes modernos obran similarmente, aunque sus enfoques y argumentos a veces varían. En lo que concuerdan con sus antepasados es que, de alguna manera, lo que Dios hizo con Moisés sería de duración perpetua, por lo que, al menos con variaciones interesantes y curiosas, tratan de observar la señal del pacto, sábado, en domingo.  Además, infructuosamente tratan de separar la ley de Dios en partes o categorías no existentes, forzando así sobre las consciencias de las ovejas a su cuidado lo que llaman la 'ley moral de Dios'.  Todo como parte de un esfuerzo por mantener vivo lo mosaico, cosa que Dios puso a un lado cuando se cumplió el tiempo: "Consumado está".

 Por esa razón es que Pablo arguye tan elocuentemente a los gálatas que la bendición prometida a Abraham se recibe en Cristo a través de su muerte maldita en la cruz.  Era y es de suma importancia llevar los corazones de los débiles e incautos a entender que la Biblia nos enseña que la bendición recibida entre los gentiles se debe a la promesa hecha a Abraham y no al Ayo que intervino entre medio de los dos como el disciplinario que llevó el pueblo finalmente al cumplimiento en Cristo.

 Una vez llevados a Cristo, entiéndase, que Cristo ya hizo la obra en conformidad a la promesa, ya no hay un Ayo con la función de 'llevar a Cristo', porque esa función ocurrió una vez para siempre. Fue una función histórica y, una vez cumplida esa misión divina de 'llevar hasta Cristo', su razón de ser expiró [Gálatas 3:24-25]. 

 Resucitar ese Ayo, diz que como agente que lleva a los pecadores a Cristo, no es más que una afrenta a Dios.

 Es, ni más ni menos, decirle a Dios: "No acepto tu Palabra sobre ese particular. Yo seguiré usando el Ayo (la ley) para evangelizar a los pecadores, no me importa lo que tú digas al contrario.  No acepto que el Ayo fue temporero y que su función cesó según enseña  tu Palabra.  Seguiré usando ese Ayo y seguiré enseñando a las ovejas de igual forma"El pecado ciega al más devoto celote religioso.  [Examinaremos de lleno este tema al llegar alos versos 3:24-25]

 Finalmente, nos preguntamos:

VI. ¿Cómo se relaciona la muerte de Cristo, la bendición al patriarca Abraham y la promesa de que su bendición incluiría (alcanzaría) a los gentiles?

 El estudiante que ha leído con gran atención la sección que precede, habrá tomado nota de que algunos de los detalles en esa respuesta son parte íntima de esta pregunta final del capítulo y su respuesta. El tema sigue siendo la relación o vínculo entre Abraham y Cristo: la promesa de Dios al primero y el cumplimiento del Dios-hombre de dicha promesa.

 Si recuerda el breve recuento histórico que ofrecimos a 'vuelo de pájaro', comprenderá que la obra o manifestación de la obra salvadora de Dios comienza con Adán y, muy pronto después del gran diluvio y la promesa hecha a Noé (el arco en el cielo, ¿lo recuerda?), se halla Dios afinando su esfera de bendición a la descendencia de Abraham, habiendo hecho una clara promesa o pacto con Abraham cuyo cumplimiento vendría a realizarse, no dentro del pueblo hebreo bajo las leyes y el pacto dados por Dios a Moisés en el Sinaí sino en el Mesías prometido, Jesús el Cristo quien sería el Sacerdote según el orden de Melquisedec (lea Hebreos 7).

 No olvidemos que la introducción del pacto hecho con el pueblo hebreo, y todo el andamiaje religioso administrado por la  tribu de Leví... los Sacerdotes... no era sino un Ayo disciplinario que los llevaría hasta el Mesías prometido, el único que podría obedecer y cumplir todos los requerimientos de la ley mosaica al tomar el lugar como Cordero sustituto por el pecado del pueblo escogido de Dios.

 Si recordamos las palabras de Dios a Abraham en el sentido de que en su Simiente serían benditas todas las gentes del la tierra, es obvio que abarcaba mucho más que el diminuto pueblo hebreo: la satisfacción y justicia ante Dios obrada por Cristo en su muerte de cruz no era con el fin de redimir sólo a hebreos, sino a gentes de toda lengua y tribu.  Eso nos incluye a los que no somos judíos... ¡a Dios la gloria!

 Sin embargo, mientras iba pasando el tiempo en la historia natural hasta que llegara el día en que el Mesías sería cortado a la mitad de esa última 'semana' de la profecía revelada a Daniel, la obra de Dios se limitaba mayormente a guiar a los hebreos hacia el día de Cristo.  Y como fueron cientos de años que el pueblo de Israel vivió con el sacerdocio levítico bajo la ley mosaica, les fue muy fácil olvidar que la promesa de Dios a Abraham en el sentido de la bendición prometida envolvía, necesariamente, el 'nuevo elemento de la evangelización a los gentiles'. Tal parece que las generaciones, una tras otra, se prestaron para que el pecado les dominara y les hiciera olvidar que los rituales todos miraban al cumplimiento de la promesa hecha a Abraham.

 Por eso se molestaron tanto los líderes religiosos cuando Cristo les dijo que el reino les iba a ser quitado y dado a otros que harían las obras propias de la justicia de Dios (la iglesia de Cristo compuesta por judíos y gentiles convertidos).  Ese componente de los gentiles 'en la iglesia' no fue aceptado por el pueblo, ya que vivían encerrados en su propia religión, olvidando que la promesa hecha a Abraham incluía a todas las gentes.

 Aunque es cierto que Dios creo al hombre (el humano) y puso en su alma una consciencia que le capacitaba a conocer lo que Dios requería de ellos, pronto cayeron en pecado.  Y Dios, en Su sabio plan de redención, no estableció con todos los humanos una especia de pacto como el de Sinaí, sino que limitó sus promesas a Abraham y, luego, estableció le 'religión judía' con el Ayo o disciplinario que no sólo mostraría a ellos su pecado e incapacidad de cumplir las santas normas divinas, sino que los condenaba debido a la incapacidad de ellos de cumplir en lo más mínimo esas leyes.

 Aunque el pacto de los diez mandamientos fue dado a su pueblo exclusivo, Israel, podríamos observar que los mandamientos son, casi en su totalidad, requerimientos que bien se podrían haber exigido de todos los humanos ya que Dios es santo y él es el mismo para toda su creación.  Claro está, sabemos que Dios les dio la señal de su pacto, el sábado de descanso, como el mecanismo para  ellos mostrar que se allanaban obedientemente a los artículos del pacto.  Sabemos, también, que aunque los demás humanos estaban en la misma condición pecaminosa que los hebreos, el pacto fue hecho sólo con Israel, y el Sacerdocio era sólo para el beneficio de ese pueblo.

 Sabemos que Dios les dio leyes que controlaban la manera en que habrían de tratar con benevolencia a los extranjeros entre ellos. Pero, la puerta del evangelio salvador no fue abierta a los gentiles en un sentido general sino hasta que Cristo murió bajo la maldición prometida por la ley a los que morían en cruz.  Murió como culpable debido a las almas culpables que el Padre le entregó a sustituir en la cruz.  Y esos sustituídos eran y son tanto de entre los gentiles como de los judíos.

 Y así vemos cómo la muerte de Cristo, según la promesa hecha a Abraham, obtuvo la inclusión de los gentiles al pueblo de Dios. Estos detalles tal parece que se les habían olvidado a los creyentes en la región de Galacia, por lo que Pablo les 'baja fuerte' con palabras correctivas para que no olviden que su vida en Cristo se la deben a la promesa de Dios a Abraham.  Por ello era que no había cabida armoniosa para elementos mosaicos en la fe de Cristo. Ya él lo cumplió todo... lo que había sido sombra ahora dio paso a Luz brillante.  La libertad del cristiano se debió no al historial hebreo sino a la promesa de Dios a Abraham.

 Así como Pablo fue usado por Dios para arrestarles la atención a estos gálatas para que despertaran de la fascinación que ellos tenían con los judaizantes, nosotros hoy día hemos de estar avisados sobre las mismas tendencias de los judaizantes modernos que, con tonos suaves, persuasivos y 'piadosos', se llevan enrredados en la fascinación momentánea del brillo que les ponen ante los ojos de los incautos.  Suena tan bonito hablar de 'volver a usar las costumbres'... de 'danzar como ellos' (supuestamente), 'de guardar un día religiosamente en observación del sábado'.  Todo ésto se presenta a los ojos y oídos de los créduos y no extraña que se fascinen tanto con las innovaciones propuestas.

 Lo que no podemos olvidar es que la comunión con Dios y la esperanza eterna en Cristo se debe, no a lo que hizo la ley mosaica por nosotros, sino a que Cristo, en su muerte como Sustituto perfecto, siendo hecho 'maldición por nosotros', cumplió al pie de la letra lo que Dios le  prometió a Abraham.  Y sabemos que Cristo mismo testificó que Abraham vio su día y se gozó.

 Damos toda gloria a Dios por su gracia obrada en Cristo según lo prometió a su siervo Abraham.  Por eso los de fe somos hijos de Abraham, porque somos, primero, hijos del Soberano Dios a causa de la sangre de Cristo del nuevo pacto.  A Dios dea toda gloria.

DS


Seguiremos con el próximo estudio del capítulo 3 dentro de pronto.

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