Estudios Bíblicos Expositivos

"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo" 

Capítulo 3:6-12,  parte 2
'Benditos con el creyente Abraham'

Puede leer Gálatas 3 aquí .  El texto bíblico abrirá en una página separada, por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente sin dificultad alguna.

 Al continuar en nuestro estudio del capítulo 3:6-12 de Gálatas, cuya primera parte ya estudiamos en el capítulo anterior del estudio ( parte 1), considerando las primeras 7 del total de 16 preguntas, nos proponemos ahora examinar, con el favor de Dios, las restantes 9 preguntas y sus correspondientes respuestas.

 Para ayudarle a recordar la secuencia temática que venimos examinando a la luz de la Palabra inspirada de Dios, repetimos abajo el sencillo bosquejo de 3 puntos y, luego, las preguntas del 9 al 16, enumeradas así mismo, ya que completan el total de las preguntas iniciadas en el capítulo anterior. 

1. El origen de la vida en Cristo que poseen estos creyentes [:1-5]... ¿Por obras de la ley o por el oir de la fe?  (examinado en el estudio anterior.) 

2. La promesa hecha por Dios a Abraham [:6-18]  (Tema que, en parte [:6-12], nos ocupará en el estudio cuya primera parte comienza abajo y su segunda parte concluye en el próximo capítulo; los versos 13 al 18 se considerarán en los dos estudios que le seguirán a la segunda parte ya indicada.) 

3. El verdadero propósito o razón de ser de la ley mosaica [:19-29] (Tema a considerarse en un futuro estudio.)

 Siguiendo nuestro ya establecido formato de preguntas que anticipan el estudio actual y sirven de bosquejo preliminar, hagámonos las 9 preguntas que completarán las 16 iniciadas en el estudio anterior, las que corresponden del 8 al 16:


  1 - 7 (del capítulo anterior)
  8 - 16 (este capítulo)

  8. ¿Qué significa: 'En ti serán benditas todas las naciones?
  9. ¿Por qué se declara que, 'Dios antes evangelizó a Abraham?
10. ¿Cómo es que 'los creyentes somos benditos con Abraham?
11. Maldición a los que son de las obras de la ley. ¿Por qué?
12.
¿Qué porción de 'la ley' tiene que obedecer todo aquel que       profesa vivir sujetado a esa 'ley'?
13. ¿Cuántos humanos lograrán justificarse mediante la ley?
14
. ¿Qué significa Dios al decir que 'el justo por la fe vivirá'?
15. ¿Según Gálatas, qué relación hay entre la ley y la fe?
16. ¿Qué significa: 'el hombre que 'los hiciere, vivirá en ellos?

 VIII.
¿Qué significa: 'En ti serán benditas todas las                       naciones?

 Esta segunda frase del verso 8, "En ti serán benditas todas las naciones", es distinta a la primera frase ya considerada. La primera habla, según hemos visto, del hecho de que, en un futuro (ya cumplido), la fe llegará a los gentiles así como le fue dada a Abraham. Pero, esta frase es más específica al decir que 'todas las naciones' serán benditas por causa del advenimiento de la Simiente prometida a Abraham.

 Tomemos nota de que no dice, ni siquiera sugiere, que todas las almas en cada nación así agraciada por Dios habrán de creer. Sólo afirma que ese evangelio del Mesías, Cristo, llegará, o en lo mucho o en lo poco, a toda nación en la tierra. Los países son entes sociales cambiantes. Nacen naciones y otras se auto-destruyen debido a su pecado, o vienen a ser presa del enemigo más fuerte. Mas, Dios asegura que todas las naciones oirán de él, los muchos para morir en su pecado por su rechazo al mensaje evangelizador y los pocos para vivir a Cristo en sus vidas diarias por causa de la fe que Dios les habrá de dar.

 En lo que Cristo ordenó a sus seguidores antes de ascender al cielo, a saber, que predicaran el evangelio no sólo en Jerusalén,  Judea y Samaria sino también por todo el mundo (gentil), vemos el anticipo de esa gloriosa realidad de que en toda nación del planeta tierra se escuchará el mensaje del evangelio de Cristo. Y como ya señalamos, no necesariamente significando que toda persona en cada nación escuchará o creerá, sino lo más básico en el sentido de que el evangelio será llevado por todas las naciones de la tierra, crean o no.

 No es que todos -numéricamente- se salvarán. Los incrédulos no tendrán (tienen) excusa ante el hecho de que Dios les enviará (envía) mensajeros del evangelio al cual no harán (hacen) caso. Por el contrario, los que reciban ese mensaje del evangelio en Cristo en fe, creyendo, serán salvos; conocerán la bendición del perdón de sus pecados; se gozarán en la esperanza de vida eterna recibida por la gracia de Dios. En otras palabras, 'serán benditas' en todas las naciones aquellas almas que miren en fe a Cristo, la Simiente prometida a Abraham. De ahí la palabra: "En ti serán benditas todas las naciones".

 Es importante repetir algo ya declarado antes. No fue a Moisés que Dios dijo: "En ti serán benditas todas las naciones", sino a Abraham. Alguien tal vez dirá: 'Pero, si eso está claro; no fue a Moisés sino a Abraham que Dios hizo la promesa, por lo que no hace falta tal aclaración de lo obvio'. Estamos de acuerdo con las primeras palabras de quien así afirmara, mas, no con las últimas. Y con buena razón señalamos este hecho, ya que no es meramente cuestión de estar claros en cuanto a quién fue 'la persona a quien Dios habló' sino, mucho más, la relación o identidad correcta, bíblica de estos dos personajes con el pacto que corresponde a cada uno. Nos explicamos:

 En la cronología del tiempo, Abraham, y la promesa que Dios le hizo tocante a la Simiente prometida, fue primero. Muchos años después fue que Dios sacó a su pueblo, Israel, de su esclavitud en Egipto, estableciendo en el Sinái su pacto con ellos, a saber: los diez mandamientos, siempre identificado como 'pacto' y nunca como 'ley de Dios... ley eterna de Dios', etc., y siempre identificado con Moisés.

 Vemos, pues, que aunque el pacto de Dios con Israel en Sinaí se hizo siglos antes de formalizarse el nuevo pacto de Cristo en su sangre, la promesa profética de ese nuevo pacto fue hecha 400 años antes del pacto establecido en el Sinaí por lo que, en el plan divino, aquel pacto anunciado a Abraham en forma de promesa –el que traería bendición a todas las naciones– es superior al pacto temporal hecho en el Sinaí, el cual no fue establecido con el fin de traer, en sí mismo, las bondades espirituales que santificarían al pueblo sino, más bien, para mostrarles su pecado... para condenar... y para servir como Ayo o Tutor disciplinario que los llevaría hasta Cristo, el prometido a Abraham (más sobre ese Ayo en futuros capítulos).

 Aquel pacto antiguo –las diez palabras o mandamientos– nunca pudo traer vida espiritual a Israel, no porque tuviera debilidades o fallos inherentes sino porque requería obediencia perfecta para que la vida prometida fuese otorgada, obediencia que ninguna persona en Israel poseía ni podía fabricar por medio de sus esfuerzos personales. Por eso la Palabra nos dice que esa ley mataba, y aún mata a quien pretende obedecerla con tal de hallar el favor de Dios. Y no es que esté disponible, de forma  legítima, hoy día para que el ser humano la intente obedecer, pues, caducó en la muerte de Cristo en la cruz. Es, de manera tan sencilla, una descripción gráfica del estado espiritual de muerte en que vive cualquiera que intentare  obedecer los mandamientos de ese pacto con el fin de así lograr agradar a Dios. Lo que Dios quitó, está quitado; ¡punto! Sea Dios verdadero y todo hombre -a través de libros, documentos, confesiones, películas, etc., etc.- mentiroso.

 Por el contrario, el nuevo pacto en la sangre de Cristo fue hecho y ratificado entre Jesucristo y su Padre, Dios eterno. Por ello, es perfecto y puede salvar a todos cuantos se allegan a Dios por él. Es un pacto de vida a todo aquel que cree, sea judío o gentil. Y es Abraham a quien Dios prometió usar como el canal para traer al Mesías, por lo que Abraham es identificado como 'aquel en quien las naciones son benditas'; aquel de quien 'son hijos' todos los que creen. Lo mismo no se puede decir de Moisés. El fue fiel sobre su casa: aquel pueblo judío rebelde y contradictor. Mas, la casa de Cristo –su iglesia comprada por sangre– halla su fundamento anclado seguro en la promesa de Dios a Abraham. ¡A Dios sea la gloria!

IX.  ¿Por qué se declara que, 'Dios antes evangelizó a                Abraham?

 Si hemos seguido de cerca lo explicado arriba tocante a cómo la Escritura anticipó, o vio de antemano el ministerio de la fe que Dios obraría entre los gentiles, la respuesta a esta pregunta es muy sencilla.

 Si recordamos el significado de: 'evangelio', a saber, la buena nueva... el buen mensaje; y el significado de 'evangelizar', a saber, la acción de llevar o diseminar esa buena nueva, nos será fácil entender que lo que Dios hizo con Abraham, aquel varón escogido de Dios, fue, específicamente en este caso, que le llevó la buena nueva... ese buen mensaje, de que las naciones futuras recibirían el mensaje del evangelio a través del linaje de él mismo. Cuando Cristo dijo, durante su breve ministerio, que 'Abraham se gozó al ver ese futuro día de Cristo', se refería a esa promesa que Dios le hizo, de 'bendecir en él las naciones'.

 Si pudiéramos ponernos en los zapatos de Abraham, aunque por unos breves segundos, seguramente que tendríamos una idea, aunque muy vaga, del gozo espiritual que él sintió al escuchar tales palabras de promesa bendita. Pudiéramos ir hacia el futuro rápidamente y recordar el gozo de María cuando escuchó las palabras de Gabriel quien, en nombre de Dios, le habló de la Criatura divina que nacería de ella. Ella se gozó con gran gozo y humildad. De manera similar Simeón, aquel anciano que vivía esperando, por fe, la salvación prometida de Dios, se gozó sobremanera cuando, tomando al infante Jesús en sus brazos, alabó a Dios y dijo: 'Mis ojos han visto hoy tu salvación'.

 Abraham fue un vaso especial a quien Dios le prometió bendecir -a través de su propio linaje familiar- a las naciones futuras con el Mesías que habría de venir. Esa fue una buena nueva para él, un 'mensaje evangelizador de buenas nuevas'. Es decir, 'Fue evangelizado', o como reza la revisión 1977 de la versión de la Santa Biblia, Reina Valera: 'Dio de antemano la buena nueva a Abraham'.

 X. ¿Cómo es que 'los creyentes somos benditos con                 Abraham?

 Hemos visto en los tres versos anteriores (:6-8) la manera en que Dios instruye a los creyentes en Galacia de su relación espiritual con el patriarca Abraham. Si bien es cierto que la salvación que Dios nos da en su gracia descansa únicamente en la persona y obra redentora del Mesías, Cristo Jesús, también es cierto que él escogió revelar, de antemano, dicha redención en un hombre y en la promesa hecha a él. Nada más el hecho de que Dios haya querido hacerlo así nos corrobora la importancia de que atendamos al argumento cronológico, ordenado y clave centrado en este personaje antiguotestamentario tan notable.

 Y es en el caso de los gálatas que podemos entender cuál es esa importancia histórica, redentora. Y se trata nada menos que de la comparación o el contraste con este otro igualmente conocido personake bíblico, Moisés, quien entra en ese plan de Dios cientos de años luego de Abraham, aunque con un futuro limitado en tiempo predeterminado por Dios. Ya hemos tocado en la gran diferencia entre estos dos personajes en las páginas anteriores de este estudio, mas, es de suma importancia que volvamos sobre esos detalles, aunque de manera breve, para que podamos entender cómo es y el porqué los creyentes somos benditos (bendecidos) con Abraham y no con Moisés.

 Entender esta importante verdad y diferencia era cosa urgente para los gálatas; por eso la carta apostólica tan fuerte, aunque a la vez tan amorosa así como de un padre a los hijos que ama.
Repasemos brevemente la situación de peligro espiritual en que los creyentes de Galacia había caído. Eran victimizadas por los judaizantes. La meta de estos rebeldes contra el evangelio de Cristo era una sóla, a saber: Convencer a los cristianos a que no dejaran en el pasado a Moisés, es decir, las 10 palabras o  mandamientos (el pacto antiguo, mosaico). Es claro que no buscaban convencer a los cristianos a echar por la borda su fe en Cristo (su profesión o conversión). Era más bien un: 'puedes seguir con tu profesada fe en Jesús, pero, sin olvidarte de estas cosas importantes de la ley de Moisés'. Más adelante habremos de considerar en detalle cuáles eran esas cosas 'importantes' que deberían seguir observando.

 Lo que es necesario comprender ahora es que Dios inspira a su apóstol, Pablo, a que les argumente a estos creyentes que su identidad espiritual como creyentes en Cristo en nada se ha de buscar en Moisés ni en la observación u obediencia continua de cualesquiera de los mandamientos de ese antiguo pacto como si fueran requisitos espirituales divinos con promesa potencial del favor de Dios. Su identidad, en términos históricos del antiguo testamento se ha de contemplar tal como Dios obró: en la promesa hecha a Abraham, por lo que ese patriarca es la única persona admisible por Dios para que los creyentes se identifiquen en su fe, viendo en él su propia identidad con la fe salvadora en Cristo.

 Para quien no está familiarizado con la costumbre de legitimar presente o actual conducta, costumbres, creencias, etc., con personajes del pasado tal vez se le haga más díficil comprender la meta de estos argumentos espirituales enviados a los gálatas. Es que había un serio problema judaizante entre los gálatas. Si no hubiera sido ese el caso, no tendríamos tales palabras de corrección e instrucción. Por el contrario, quien conoce lo que es esa costumbre tan 'humana' de venerar o, cuanto menos, de admirar a personajes del pasado con el efecto directo de que lo que creían y practicaban en su religión tiende a influenciar la práctica y fe actual de tales admiradores.

 Conocemos –y con mucha tristeza– de tantos casos en el día de hoy en que ministros, maestros bíblicos, iglesias locales y hasta denominaciones (organizaciones de iglesias) dan tanto peso a lo enseñado, escrito y practicado por santos del pasado, que se han convencido tan profundamente de que eso que admiran es 'palabra de Dios' sin duda alguna, por lo que viven de acuerdo a dichos modelos ejemplares e imponen sobre sus ovejas el andar de la misma manera. Sucede igual con las 'Confesiones de fe', tal como hemos afirmado antes, en donde ciertas declaraciones predilectas adquieren autoridad eclesiástica legítima, como si se tratara de Palabra de Dios inspirada. Resumiendo este punto: es muy fácil caer en la trampa de 'admirar' para luego 'venerar' o, cuanto menos,  'someterse a los preceptos religiosos' que se identifican con esos seres admirados.

 Pues, ese era el problema con los cristianos en la región de Galacia, ¡y con más causa que los ejemplos ofrecidos arriba! A los gálatas se les estaba hablando de Moisés y la ley dada a través de él en el Sinaí, a saber: el pacto de los 10 mandamientos. Y Moisés fue un personaje bíblico... habló con Dios, y Dios hablaba con él. Hasta llegó a cargar en sus brazos documentos originales escritos con el mismo dedo de Dios. Así que, entre los 'siervos de Dios del pasado', mencionados arriba de forma general, y Moisés, ¿Cuál de los dos tendría más peso con sus enseñanzas y obras? Es obvio que la respuesta es: ¡Moisés!

 Y sin embargo, el presente argumento de Pablo a los gálatas es en el sentido de que la única persona a la que se puede mirar o a quien pueda vincularse un creyente es Abraham. Bajo ningún concepto podrá ser Moisés. Ya hemos mencionado aquel evento espantoso (para los discípulos) de la transfiguración. Moisés fue uno de los que aparecieron con Jesus transfigurado. mas, fue quitado ante la más mínima sugerencia de Pedro que lo pondría en un pedestal a la par con Jesucristo.  De igual manera fue quitado de inmediato la manifestación de Elías. ¿Y Por qué? Porque Jesucristo no comparte 'tarima' con otros, así hayan sido sus siervos fieles cuando en vida.

 A veces he pensado en el hecho de que Dios no quiso que, en ese tan glorioso momento de la transfiguración de Jesús, viniera a estar junto a él su siervo Abraham. De haberlo querido así no hay duda de que allí se hubieran aparecido los tres junto a Jesús. Mas, aunque es sólo una conjetura muy personal mía, me da la impresión de que, como Abraham ocupaba ese tan especial sitial de ser la persona a quien Dios hizo la promesa de la Simiente, el Mesías, el cual vendría de su propio linaje, Dios no lo habrá querido traer junto a Moisés y Elías ya que, al ser quitados de inmediato por el mismo poder de Dios que los trajo hasta allí, Abraham hubiera sido uno de los tres quitados. De haber ocurrido así, pues, sería natural que Dios lo quitase ya que, como dije antes, Cristo no comparte 'tarima' con otro ser creado.

 Sobre ese particular, podemos afirmar que la función de Moisés sobre su casa, Israel, estaba cerca de concluir. La de Elías ya había concluído... ¿Recuerdan las palabras de Cristo a sus discípulos: 'Él... (Juan) era el Elías que había de venir'. Por tanto, no sólo es innegable realidad el que el Señor no comparte su gloria con ningún otro sino que 'las obras de Dios' ilustradas o prefiguradas en estos dos varones de Dios eran ya historia o quedaba poco por ser 'historia pasada'.

 De todos modos, Abraham no es importante como Cristo, el Mesías. Se trata de otra realidad, a saber: que como Abraham es el humano histórico, clave en la revelación divina del Mesías que habría de venir, Dios lo resalta como el ejemplo de la genuina fe que espera en las promesas de Dios. La misma fe que les dio a los cristianos en Galacia; la única fe que salva; la que trae como resultado la justificación ante Dios. Y como ninguno de esos beneficios espirituales fueron anunciados a traves de Moises, sino a través de su antepasado (y por 400 años), Abraham, Dios no ve con buenos ojos el que humanos pretendan completar, mejorar o perfeccionar lo temporero dado por Dios a través de Moisés. Por eso Abraham es aquel de quien somos hijos por haber creído en Cristo por medio de la fe.

 Otra importantísima consideración sobre la profunda y clara diferencia entre Abraham y Moisés, nos motiva a preguntar sobre la...

 XI. Maldición a los que son de las obras de la ley. ¿Por              qué es así?

 Ya hemos visto que los que creemos en Cristo... los que somos de la fe de Cristo, tenemos una muy genuina, palpable bendición en Abraham debido a que somos 'hijos de Abraham'. Hemos visto que esto se debe a que Abraham fue el instrumento de Dios para anticipar, como profeta de Dios, la venida del Mesías y su obra redentora en la cruz.

 Por otro lado, y en marcado contraste, hallamos que Dios pronuncia maldición sobre todos los que 'son de las obras de la ley'. Queda más que claro que las consecuencias de querer vivir según la ley, es decir, sujetado a la ley, trae maldición en vez de vida espiritual. Debe quedar claro que no se trata de una porción de esa amplia totalidad de la ley mosaica, lo que incluye las 10 palabras del pacto, los diez mandamientos. No. Es toda la ley, porque de lo que Dios habla aquí es del total de lo requerido por la ley antigua del viejo pacto.

 Antes de continuar, hagámonos esta pregunta: ¿Qué son estas obras de la ley? Tal vez fuera más entendible al hispanohablante moderno si rezara algo así el texto: "...todos los que hacen el esfuerzo personal por andar en conformidad a la ley del Antiguo Pacto..." O tal vez está aún más claro en la edición de la Biblia Reina Varela, revisión del 1977, la cual dice: "... todos los que dependen de las obras de la ley..."

 Es absolutamente necesario entender el significado de estas cuatro palabras: 'obras de la ley', pues, de lo contrario, no será posible vivir de acuerdo a la ley de Cristo sin caer en el grave peligro espiritual de querer retener como parte de la fe de Cristo algunos elementos, sean pocos o muchos, de la antigua ley del antiguo testamento bajo Moisés.

 Comencemos preguntándonos: ¿Qué es lo que NO significan? De la manera más sencilla, podemos afirmar que: No se refieren a actos pecaminosos de la carne. Ejemplo de tal pecado sería la mentira, el hurto, la impureza sexual, el falso testimonio, la blasfemia, el no dar toda la gloria a Dios, etc.

 Hemos visto, escuchado y leído cómo muchos evangélicos confunden las 'obras de la carne', muchas de las cuales están enumeradas más adelante en el cap. 5 de esta Epístola, con las obras de la ley, por lo que han quedado atrofiados o limitados en su capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo, lo que era de la ley del antiguo y lo que es, ahora, de la ley de Cristo... la ley que rige a Su iglesia comprada por sangre. Al cegarse ante el error de igualar las obras de la carne con 'las obras de la ley', el camino se hace expédito para separar en sus mentes lo que es –y con mucha especificidad y gran celo– 'la ley que deben obedecer a cabalidad', ya que, supuestamente, no se trata de cuestiones de pecado sino de su 'obediencia y sujeción a la ley mosaica, muy particularmente los diez mandamientos.

 Volvamos a considerar la realidad del alma que vivía -como hebreo miembro del pueblo de Israel- bajo los rigores de la ley mosaica: era condenada si desobedecía la ley del pacto vigente, o viviria como resultado directo de haber obedecido esa ley de Dios que regía en el pueblo (Deuteronomio 8:1). La enseñanza consistente de las Escrituras es en el sentido de que nadie  pudo ni puede obedecer debido a su propio pecado. El pecado incapacita. Por el contrario, Dios, por medio del su regalo -la fe- vivifica y capacita el alma a creer y obedecer.

 Por tanto, es meridianamente claro que el alma que vive con su mente y corazón asegurándole que obtendrá el favor de Dios mediante su obediencia a la ley del pacto, a saber, los diez mandamientos... esa ley antigua establecida por Dios a través de su siervo Moisés, sólo llegará a la triste realidad final de que 'será maldito' ante la ley que intentó cumplir con el fin de hallar el favor de Dios, experimentando lo contrario: que mata.

 'Los que son de la ley' identifica a quienes se esfuerzan a obedecer esa ley del pacto antiguo de tal manera que agrade a Dios y gane su divino favor. Y como tal esfuerzo es en la carne, hallará que su 'premio' tan deseado y buscado será en el lugar del castigo eterno debido a que sus 'obras infructuosas' nada son ante la realidad de la perfecta obra de Cristo en la cruz: obra que compró
para los escogidos de Dios mediante la redención en su sangre derramada.

 Por tanto, la amonestación de Pablo es con el fin de despertar a estos creyentes en Galacia al hecho ineludible de que peligra su vida y crecimiento espiritual si 'abren las puertas de su corazón' a recibir como buenas para su salvación aquellas normas divinas dadas a Israel para llevarles a Cristo, el Mesías prometido, pero que quedaron crucificadas para siempre en la cruz de Cristo.

 Otro detalle de gran importancia en estas palabras de Pablo a los creyentes en Galacia bien pudiera escapar nuestra atención si no aceptamos que la razón por la 'maldición a los que son de la ley' es tan sencilla como ésta, a saber: Que quien procura vivir bajo la ley mosaica, aunque sean sólo unas partes de esa ley mosaica, o lo que es igual, los diez mandamientos del pacto antiguo, está obligado a obedecerla toda... repito, TODA la ley sin fallar en la más pequeña parte o de lo contrario, será hallado culpable ante Dios a causa de esa 'pequeña' desobediencia. Digo 'pequeña' pues así se excusará el alma que busca justificar su frustrado intento o esfuerzo por vivir creyendo en Cristo a la vez que también se esfuerza por guardar cualquier parte de la ley del pacto antiguo con el fin de agradar a Dios y lograr tener la seguridad de su salvación eterna.

 El texto bíblico que Pablo cita en su afirmación a tal efecto procede del Antiguo Testamento en el libro de Deuteronomio, 27:26: "Maldito el que no confirme las palabras de esta ley para hacerlas. Y dirá todo el pueblo: Amén." A grande razgos, esas palabras de Dios a través de su siervo Moisés establecen la realidad ineludible de una maldición sobre todos cuantos no obedecen aquella antigua ley. Tal aviso tan importante nos lleva a la siguiente pregunta anticipada al inicio de esta porción del estudio presente:

 XII. ¿Qué porción de 'la ley' tiene que obedecer todo aquel que profesa vivir sujetado a esa 'ley'?

 La respuesta se deja ver de una vez, ¡y cuán claramente!, en ese mismo verso 10 del capítulo 3. Nos dice: "... todas las cosas escritas en el libro de la ley..." 'Todas las cosas' no significa algunas... ¡No! ¡Mil veces no! Significa: 'todas las cosas'.

 Sin embargo, es cosa común escuchar a los judaizantes de hoy día instruir a sus súbditos u ovejas que, 'Cristo nos libró de las leyes dietéticas' (¡podemos comer chuletas de cerdo debido a la muerte de Cristo en cruz... supuestamente), pero que es necesario 'obedecer fielmente la supuesta ley moral' que, para los tales, significa: los diez mandamientos. Sin embargo, el mandamiento en que usualmente insisten es el que obligaba al pueblo hebreo a observar el sábado, alegando, claro está, que el aspecto más importante de dichas leyes es el sábado, día que convenientemente -sin fundamento o instrucción bíblica, expresa o implícita- han mudado o cambiado al domingo.

 Y no olvidemos que Dios expresamente estableció el 'sábado' como la señal del pacto, por lo que cualquier intento por 'observar el sábado' en el día que sea viene a ser, también, una admisión de que el pacto del cual el sábado fue la señal está intacto sobre el creyente que así insiste en vivir. Pero, como le es imposible cumplir a cabalidad con dicho pacto, se auto-declara desobediente ante el mismo.

 Para ser lo más breve posible, enfatizamos el hecho de que la Palabra inspirada nunca da lugar a que 'el libro de la ley' del Antiguo Testamente sea entendido o definido como unos pocos mandamientos de orden 'ceremonial' requeridos en dicha ley abarcadora. Ese 'libro de la ley' es la suma total de lo requerido por Dios a su pueblo, siendo las 10 palabras del pacto el mismo fundamento de toda esa ley. Era necesario... ¡absolutamente!... obedecer TODA la ley. De lo contrario, el hebreo hallado en tal conducta desobediente, aunque fuesen unas partes nada más, era culpable ante Dios de haber quebrantado toda la ley. Fue Dios quien lo estableció así, y nadie fuera de él mismo lo puede cambiar o anular.

 Es, de por sí, un tema extenso y abarcador, por lo que no vamos a entrar de lleno en el mismo. Sirva, pues, como indicador sencillo o conciso este detalle: Dios requería absoluta obediencia a la totalidad de Su ley, lo que incluía el pacto antiguo escrito en dos tablas de piedra. Por eso es que Pablo les puede asegurar a los cristianos en cualquier lugar, incluso los de la región llamada Galacia que, si trataran de añadir a su 'fe en Cristo' cualesquiera partes de la ley mosaica, serían malditos o  condenados;  y no tanto por causa de las pocas leyes mosaicas añadidas sino porque venían obligados a sujetarse en obediencia a la ley de Moisés en su totalidad. Sujetándose sólo a aquellas porciones que, en su error y ceguedad, veían útil o conveniente observar entremezcladas a las leyes de Cristo, las leyes del nuevo pacto, los pondría en la peligrosa situación de estar desobediendo las demás partes, lo que equivaldría a estar bajo la maldición de la ley por causa de su desobediencia.

 Pablo hacía lo posible por despertar a esos creyentes a la realidad divina de que la ley mosaica no podía obedecerse de manera parcial, según el gusto de los que así desearan vivir. O la ley mosaica se cumplía toda... eso es al 100%... o se era culpable de toda sin importar si la persona hacía esfuerzos por obedecer cualesquiera de sus requerimientos individuales. El apóstol sabía, por causa de la revelación de Cristo a él, que no era posible cumplir la ley del pacto antiguo para obtener el favor de Dios. Sabía que 'Cristo nos redimió de la maldición de la ley..." habiéndo el Señor y Salvador obtenido, en su calidad de Sustituto en el lugar del pueblo escogido, el cumplimiento perfecto a esa ley santa. Y, una vez satisfecha la ley en el cuerpo de Cristo, la misma había quedado a un lado, tomando su lugar de justicia de Cristo, recibida por cada creyente mediante la fe dada por Dios.

 En resumidas cuentas, podemos decirlo así: Era un caso de 'todo o nada' en lo que a la obligación individual ante esa ley mosaica se refiere. Si querían sujetarse a la ley, pues, que lo hagan al 100%. Lo más que cualquiera de esos creyentes hubiera podido obedecer sería sólo lo mínimo, lo que dejaría al tal bajo la condenación estipulada por Dios por su desobediencia a ese cuerpo de ley, fuere mucho o poco. De hecho, pudiéramos ir al otro extremo de la cuantía de una supuesta obediencia y afirmar que, aunque hubiere obedecido sobre el 90% de la ley, siempre era el 'todo o nada', por lo que la condenación sería igual. No era asunto de cuántos requerimientos de la antigua ley eran desobedecidas; para Dios, una sola falla traía condenación.

 Recordemos el caso del Saulo judío, consagrado al máximo de sus fuerzas, de quien dijo el nuevo hombre en Cristo, Pablo: "En cuanto a la justicia que es por la ley, intachable..." Pablo se describe -en su condición espiritual antes de su conversión- como un buen ejemplo de mucha obediencia a la ley. Pero... y es un pero bien grande... Pablo confiesa que era el más grande pecador, pues, siendo ya un genuino hijo de Dios, debido a la obra salvadora de Dios en él, sabía, sin lugar a duda, que la única justicia que salva es la de Cristo... la que obró en la cruz en el lugar de su pueblo... que la justicia de él ante Dios había venido mediante la obra de Cristo, y no su supuesta obediencia a la ley del pacto mosaico del Sinaí.

 Ahora bien, nos falta señalar el otro importantísimo detalle, a saber: Aunque hubiese sido posible que una de esas ovejas de Cristo pudiera lograr obedecer la ley del antiguo pacto -cosa imposible sin excepción- le resultaría ser un abierto rechazo a la obra que Cristo había hecho en su alma. Y si hubiera podido ocurrir así, la persona estaría fuera de Cristo, infructuosamente intentando lograr su salvación mediante la sujeción y obediencia a una ley cuya función era 'condenar' y 'matar'... todo ello porque esa ley mostraba la realidad del pecado, por lo que no podía salvar. Dios prometió que 'quien hiciere (obedeciere) todo lo escrito en la ley' recibiría vida. Por el contrario, quien no podía obedecer sería condenado ante él. 

 Era un enigma para el apóstol Pablo. ¿Cómo podían pretender estos creyentes en Galacia que los consejos de los judaizantes fueran buenos?  ¿Cómo podían dejarse convencer de que algún beneficio espiritual recibirían si incorporaran a su fe en Cristo algúnos de los elementos de la ley mosaica? ¡Era imposible! Por eso el apóstol ya les había preguntado: "¿Tan necios sois...?" Por eso les preguntó: "¿Quién los ha fascinado, o hechizado...?"

 La misma pregunta debe repetirse en nuestros tiempos. ¿Por qué cristianos... incluyendo pastores... que afirman haber sido salvos por gracia por le fe en Cristo, hacen lo posible por convencer a los demás creyentes -las ovejas en las iglesias- que es absolutamente necesario 'observar el sábado' debido a que la ley moisaica es eterna... que jamás caducó?  Es que no han comprendido el precepto bíblico ya discutido en el sentido de que, si pretenden cumplir una parte de la ley, la tienen que cumplir toda. Estos son los que instruyen a sus ovejas a que se sometan al rigor de 'guardar la ley' mediante su observación rigurosa del 'sábado' (mudado a domingo sin autorización divina) con todas sus restricciones, a la vez que aseguran a las almas que pueden desobedecer las leyes dietéticas debido a que esas fueron quitadas en la cruz de Cristo.

 En resumen, este texto es meridianamente claro en el sentido de que el alma que desee o pretenda obedecer la ley del pacto antiguo, conocida también como 'la mosaica', la tiene que obedecer en su totalidad; es decir, al 100%. A la luz, pues, de lo ya considerado en la Palabra, hagámonos la siguiente pregunta:

XIII. ¿Cuántos humanos lograrán justificarse mediante la ley?

 
La pregunta tiene una respuesta contundente... ¡Ninguno! La Escritura nos declara en Gálatas 3:11 que: "...Por la ley ninguno se justifica para con Dios..." Queda, pues, tan claro como la luz del medio día, que nada había en la totalidad de la ley de Dios que pudiera haber justificado al pecador. Aunque hubo muchos salvados durante y antes del pacto con Moisés y el pueblo, no advinieron a dicha salvación por obedecer a cabalidad esas leyes escritas en el libro de la ley y las 10 palabras del pacto en tablas de piedra. Fueron salvos por la gracia de Dios, dada por él mismo a quienes él quiso, lo que les capacitó para creer en las promesas de Dios a pesar de no poder cumplir en todos sus requerimientos a la antigua ley.

 El apóstol Pablo nos habla como sigue de esos que, mirando hacia el futuro, creyeron en las promesas de Dios: "...por cuanto todos pecaron y están destituídos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para mostrar su justicia, a causa de haber pasado por alto en su paciencia los pecados cometidos anteriormente, con la mira de mostrar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (Romanos 23-26)

 Sigue diciendo ahí mismo: "¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluída. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley.

 Volviendo a Gálatas 3:11, vemos que, luego de la breve cita al inicio de esta sección, Pablo sigue diciendo que : "...es evidente que el justo por la viviará", ésto en contraste con:
...Por la ley ninguno se justifica para con Dios..." Cuando dice que "el justo vivirá por la fe" es evidente que no se trata del momento u acto de conversión, sino de un diario vivir que muestra una fe diaria con el fin de agradar a Dios.

 Es decir... esas palabras no dicen ni implican –en el contexto actual ante nosotros- que el justo se 'convertirá' a Cristo por medio de la fe. Si se tratara de la obra salvadora de Dios a un pecador, diría algo así: 'el pecador se convertirá o salvará por medio de la fe en Cristo'. Pero, nos dice arriba que 'el justo', a saber: un alma ya justificada ante Dios... entiéndase, un creyente en Cristo... un salvado por la gracia de Dios.

 Resumiendo lo ya declarado: El (o la) que es un(a) justo(a) ante Dios vive cada día por medio de la fe en Aquel quien le salvó. De forma similar, la comparasión deja más que claro que 'nadie podrá vivir conforme a la ley (la vieja ley mosaica) con el resultado de que así pudiera obtener ante Dios la justificación. Todo esfuerzo de vivir en obediencia a la ley que promovían los judaizantes (la del pacto antiguo en tablas de piedra... entiéndase, 'la ley mosaica), ya sea en su totalidad o un mínimo de sus partes acabaría en un total fracaso al no poder hallar el favor de Dios.

 Antes de concluir esta sección, repetiremos esa afirmación del verso 11 que, con tanta claridad afirma que la gloriosa realidad de que el 'justo vive ante Dios solamente por fe' es la evidencia o prueba de que nadie -repetimos: nadie- se justificará ante Dios mediante sus esfuerzos por obedecer la ley mosaica.

 Aunque arriba ya tocamos el tema de la próxima pregunta, vamos a examinar un poco más de cerca la respuesta a dicha pregunta...

XIV.  ¿Qué significa Dios al decir que 'el justo por la fe vivirá'?

 
Esas últimas 6 palabras del verso 11 de Gálatas 3 son claras, específicas y, sin embargo, tan a menudo usadas fuera de su contexto, particularmente con metas evangelizadoras entre los pecadores.

 Al decir, 'el justo', es más que claro que se está hablando de un alma ya justificada antes Dios. El pecador que ha confesado su pecado ante Dios, creyendo en Cristo como su único y perfecto Salvador es visto por Dios como un justo... una justa. Se trata, pues, de lo que llamamos 'el diario vivir'... todo aquello que nos ocupa durante nuestras horas en que estamos despiertos. Eso abarca todo lo personal, familiar, relaciones con amistades, los compañeros de trabajo y aún los extraños con quienes cruzamos nuestros pasos de día en día.

 El ser humano antes de Sinaí, los hebreos en el pueblo de Dios desde el Sinaí hasta la cruz de Cristo, y los que hemos vivido después de Cristo hasta el día de hoy... todos tenemos mucho en común, comenzando por la naturaleza pecaminosa en cada uno de nosotros, así como la necesidad de vivir cada día con sus afanes, preocupaciones y debebres,

 Abraham y su familia vivían creyendo en las promesas que Dios les había dado sobre su Simiente futura. Los hebreos vivían en un estado de sujeción a leyes y reglamentos de toda clase, con el temor de saber que cualquier desobediencia traería la ira de Dios sobre ellos. Y los creyentes en Cristo, mirando atrás a Su muerte y resurección vivimos creyendo que su obra fue perfecta y suficiente para obrar en nosotros justificación y santidad ante Dios.

 Lo que observamos como 'lo común' entre todos ellos es su esfuerzo por agradar a Dios. La gran diferencia entre los primeros dos y el último grupo señalado se debe a que los primeros debían creer en lo prometido, mientras que los últimos creemos en lo ya obrado por Cristo en la cruz del Calvario.  En el caso de los hebreos (bajo ley mosaica), era necesaria la absoluta obediencia a todas las palabras del pacto así como las demás leyes reguladoras de su conducta diaria. En esensica, eran esfuerzos humanos por cumplir lo que el pecado natural del corazón les impedía lograr. Sólo eran salvos aquellas almas que creían a Dios debido a la fe que él mismo les daba.

 Los últimos, nosotros que miramos atrás a la obra de Cristo en la cruz y su resurección, hallamos que no nos ganamos el favor de Dios con lo que podamos cumplir de la ley de Cristo, sino por  tener nuestra viva fe (dada por Dios) puesta en él. Por eso es que se afirma: 'El justo por la fe vivirá'. No quiere decir que no nos ocupemos en buenas obras ante Dios, sino que las que hacemos no serán con el fin de ganarnos el favor de Dios sino como una clara evidencia de que Dios nos ha dado la fe para creer en sus promesas, sin dudarlas, prosiguiendo al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta:

XV. ¿Según Gálatas, qué relación hay entre la ley y la fe?

 Recordemos la anterior pregunta y su respuesta, en la que vimos que el que vivía bajo ley estaba obligado a cumplir en todo, mientras el alma que descansaba y descansa por fe en las promesas o la obra de Dios ya hecha gozaba o goza ya de la perfecta obra redentora de Cristo.

 Hemos visto en el v. 11 que  "...por la ley ninguno se justifica para con Dios". También hemos leído que el "justo por la fe vivirá" así como el significado de esas palabras. Ahí ya queda establecida una gran diferencia entre la ley (la que el pueblo hebreo tenía que cumplir sin poder debido a su pecado) y la fe.
No olvidemos que 'la fe es un don de Dios', tanto en los tiempos antes del antiguo pacto (las 10 palabras en tablas de piedra), durante la vigencia de dicho pacto así como al presente bajo la 'ley de Cristo' del nuevo pacto.

 Como el ser humano carece de fe salvadora debido a su estado natural de pecado, ninguno, en ningún tiempo de la historia natural, ha podido o podrá obtener salvación ante Dios por medio de sus propios esfuerzos religiosos, espirituales. Todos, como prole de Adán, estamos "muertos en nuestros delitos y pecados" hasta ese momento en que Dios, soberanamente, regala la fe salvadora a quien él la quiere dar. Por esa razón, y sólo ésa, hubo salvados antes de Moisés, durante la vigencia del pacto antiguo y desde el día de Cristo hasta hoy.

 Ahora bien, ese pueblo que vivió bajo el pacto establecido y toda las leyes dadas por Dios a ellos a través de Moisés, tenía una palabra muy clara de Dios: "Hagan lo requerido en la ley, y vivirán". Esa norma obligatoria dada por Dios se declaró en los días descritos en Levítico 18:5. Hasta el día en que Cristo cumplió o satisfizo cabalmente las justas demandas de la ley al morir en la cruz, el pueblo hebreo estaba obligado a obedecer toda la ley. Sí, Ud. leyó correctamente: 'TODA la ley' (vuelva a leer esas palabras arriba en la sección en que estudiamos el texto del verso 3:10.

 Estemos claros, pues, en cuanto a la fuente de dónde vino esa ley así como la fuente de dónde vino y viene la fe salvadora. Es la misma Fuente, pues, se trata de Dios mismo a través de la obra redentora de su Hijo en la cruz. Es decir, podemos afirmar sin temor alguno que 'la ley vino de Dios', así como afirmar que 'la fe es un don de Dios'. Pero, preguntémonos: El hecho de que ambas vengan de la misma Fuente, ¿significará que son  amigas y hermanas, capaces de obrar juntas y armoniosamente en la vida de un hijo o una hija de Dios?

 La respuesta es sencilla, pues Dios nos asegura en el v. 12 que "la ley no procede de la fe".  Vimos arriba cómo "los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición". Sobre este punto, veremos en el próximo capítulo del estudio cómo es que "Cristo nos redime de esa maldición".  Así que, a pesar de que esa vieja ley del pacto antiguo fue dada por Dios, no puede cohabitar con la fe salvadora que descansa en la sangre de Cristo de su nuevo pacto. Y es así porque Dios es quien obró de tal manera.

 En un próximo estudio veremos palabras muy explícitas que identifican a la ley del viejo pacto como un ente que cumplió con su propósito divino por lo que su función y autoridad como pacto llegó a su final. Por eso es que Cristo tiene el primado en todo, pues es su perfecta obra en la cruz la que satisfizo las demandas de la ley, obrando justificación, redención y la más perfecta santificación jamás posible bajo la tutela de la ley. Aun así, hay líderes y escritores cristianos que declaran sin siquiera pestañar o pensarlo dos veces que, una vez salvos en Cristo, el Espíritu Santo nos devuelve a la ley (entiéndase, a Moisés) para así comenzar el largo viaje de santificación. Asombrosa y atrevida noción si tenemos en cuenta que, tal como Pablo dijo en su carta a los corintios, la ley (o letra, que es lo mismo) mata, mas, el Espíritu es quien vivifica. ¿Usará Dios lo que mate para santificar un alma?

 Concluímos, pues, que la respuesta a la pregunta que encabeza esta sección es tan clara como decír: Ninguna relación si de obrar juntas en un alma redimida se trata, ya que se asegura que la ley no es de la fe, y que la letra o ley sólo puede matar. Sin embargo, desde los días posteriores a la resurrección y la ascención de Cristo al cielo, los apóstoles y los nuevos creyentes regados por tantos países de aquel entonces eran constantes objetos de los esfuerzos de los judaizantes que se metían a las iglesias con el fin de sembrar semilla de la vieja ley mosaica, acciones que merecieron cartas de amonestación a las iglesias, como es el caso de esta epístola bajo estudio.

 Lo penoso del caso es que siguen en nuestro medio los judaizantes modernos. Hacen lo posible por llevar a las iglesias a la observación, sujeción y obediencia de algunos de esas viejas leyes del pacto antiguo. Ejemplo de ello es la manera en que pastores llevan a sus iglesias a 'guardar', supuestamente, el sábado así sea guardado (en ayuno, oraciones, etc.) en el día que conocemos como domingo (el 1er día de la semana). Se defienden insistiendo en que los cristianos tenemos que observar lo que han creado artificialmente como 'la ley moral' de Dios, a pesar de que la Biblia jamás define o describe tal cuerpo de ley a observarse.

 Limitándonos a ese ejemplo nada más, a saber, esa supuesta observación del 'sábado' que no es en sábdo, consideremos la última pregunta de esta sección del estudio:

 XVI. ¿Qué significa: 'el hombre que 'los hiciere, vivirá en ellos?

 Las palabras últimas del v. 12 nos dicen, "El que haga estas cosas, vivirá en ellas" (versión de la Biblia del 1977). Ya habíamos visto arriba (en el v. 10) que la persona que "no permaneza en las cosas escritas en el libro de la ley" estaba bajo maldición. Como decimos en nuestra país, Puerto Rico, 'ahí no hay que buscarle más vueltas al asunto'. ¡Más claro no puede decirse!

 En pocas palabras, la respuesta a la pregunta es esta: Quien pretenda requerirse a sí mismo o a las ovejas en la iglesia local así sea una sola ley o reglamento contenida en cualquier área de la ley del viejo pacto, se habrá puesto en la terrible posición ante Dios de estar obligado(a) a cumplir TODA la ley, sin la posibilidad de excepción alguna.

 Es lo que dice el apóstol a los cristianos en Galacia: Si van a irse por el camino de agregar a su fe en Cristo aunque sea una de esas viejas leyes de la ley mosaica, a saber, el antiguo pacto en tablas de piedra, sepán que se habrán colocado bajo la obligación de obedecer toda la ley sin faltar una sola. El pueblo hebreo jamás pudo obedecer, por lo que esa vieja ley condenó al pueblo, según el testimonio bíblico, siendo salvos sólo aquellos a quienes Dios mostró gracia, regalándoles la fe para creer.

 Sin embargo, lejos de implicar tal aseveración que el cristiano no tiene que obedecer a Dios, la realidad para la iglesia actual es que vivimos con el pleno conocimiento de que ya Cristo cumplió aquellos estrictos requisitos de ley en nuestro lugar, obteniendo la justicia que fue prometida a quienes la obedecieren. En vez de estar obligados a sujetarnos a parte alguna de la ley mosaica, la iglesia de Cristo descansa en él,  el Señor de señores, sabiendo que no estamos obligados a obedecer 'la ley de Cristo' con el fin de ganar el favor de Dios, sino porque le amamos a él debido a lo que hizo por nosotros.

 Invito a cada estudiante de este estudio expositivo de Gálatas a recordar un importante detalle señalado al inicio del mismo, a saber: que nuestra meta es el ofrecerle a usted una exposición clara, honesta y sencilla de esta epístola del apóstol Pablo basándonos únicamente en el texto inspirado, no dejando de aplicar la Palabra inspirada a la realidad espiritual o religiosa en nuestro derredor. Por esa razón es que tenemos que señalar que dentro de ese sector evangélico que insiste en que la ley mosaica es de carácter eterno, identificándola con nombres que son extra-bíblicos, como por ejemplo, 'la ley moral', y otros, hay escritos de autores conocidos y muy respetados que aseguran que la aplicabilidad de la ley mosaica en la vida del cristiano está sujetada a su criterio personal como creyente, mejor conocida como 'la libertad cristiana', o la libertad de la consciencia.

 Ahora bien, quedamos obligados –ante tal aseveración– a preguntarnos: ¿Cuál es la fuente bíblica que nos autoriza a afirmar que el cristiano tiene el permiso de Dios para obedecer la ley mosaica según su propia consciencia dicte? ¿De dónde sale esta noción de que la libertad de consciencia en un cristiano tiene prioridad sobre la obligatoriedad de una sujeción obediente y total a la ley mosaica (las tablas de piedra... el pacto antiguo o los 10 mandamientos)?

 Podemos afirmar categóricamente que tales conceptos son producto de  la creatividad religiosa del humano pecador. Como ya hemos señalado antes en este estudio, la ley del viejo pacto quedó atrás cuando Cristo, el Mesías prometido, cumplió esa 'ley que mataba'; ley que también prometía vida a quien la cumpliera. Desde el instante en que Dios rompió el velo frente al lugar santísimo, en el mismo instante que el Mesías gritó a viva voz en la cruz de Gólgota, "Consumado es", el pacto nuevo quedó establecido en la sangre del Cordero y lo viejo,  que era representado en aquel lugar tan sagrado, quedó expuesto a la vista de todos debido a que en el plan de Dios, eso viejo terminó... caducó... debido a que fue cumplido a cabalidad ese antiguo pacto, hecho 'antiguo en el mismo instante en que Cristo estableció ese mejor y nuevo pacto en su sangre.

 Por esa razón es que los nuevos creyentes en Cristo no estaban obligados a obedecer la ley mosaica, sino más bien, la perfecta ley de Cristo, la que recordamos cada vez que participamos de la copa durante de cena del Señor. Pero, los judaizantes eran 'ciegos religiosos' que buscaban introducir a las iglesias de Cristo la observación de diversos elementos de la ley mosaica. Pablo, ante este incesante ataque de los judaizantes, procura llevar a los gálatas a entender que en Cristo estaban completos; que ya estaban libres de ese pacto cuya letra 'mataba',

 Sin embargo, teniendo en mente a estos enemigos de la cruz de Cristo. Pablo les escribe -guiado por el Espíritu de Dios– a los que querían observar u obedecer algunas de esas caducadas leyes mosaicas que, si eso es lo que quieren, están obligados a obedecer TODA la ley, cosa que era imposible porque jamás hubo un ser humano que obedeciera esa ley, ¡punto! Es más que clara la Palabra de Dios al decir que si querían obedecer la ley, pues, que la obedezcan al 100%. Además, se les dice que de desobedecer en un solo punto, serían la tal persona culpable de toda la ley.

 Es decir, era una imposibilidad el poder cumplir dichas leyes del pacto antiguo. Cristo los(nos) redimió de esa sujeción para vivir en adelante amparados en la ley de Cristo, que se escribía en los corazones, contrario a la antigua que estaba escrita en piedras.

 No hay 'libertad cristiana' o 'libertad de consciencia' que pueda librar de la obligación de una obediencia perfecta y completa. O se está libre en Cristo, o preso en el pecado. Pablo les deja saber, sin lugar a dudas sobre el particular, que no era posible estar en Cristo y a la misma vez estar sujeto a la ley mosaica, no importa cual sea 'la ley favorita' que se quiera obedecer. Los 'maestros espirituales' que han escrito que el cristiano está aún obligado a obedecer la ley mosaica y a la vez libre para elegir qué partes desea observar en el contexto de su libertad cristiana no hablan según las Escrituras.

 No dude que repiten lo que oyeron de otros escritores a quienes admiran sin siquiera examinar sus palabras a la luz de las Escrituras. Triste es tener que decir que en estas cosas los tales andan ciegos, dando golpes contra el aguijón. Insistimos en que la única fuente de Verdad de Dios es la Palabra de Dios, y al no hallar en esa Palabra tales enseñanzas de hombres, en un instante deberíamos rechazar tales inventos de la mente humana para asirnos únicamente de lo que Dios ha dicho.

 Concluímos, pues, preguntando, ¿Qué significan esas palabras que aseguran que la persona que procura hacer las obras de la ley tiene que andar en ellas? Significan que el ser humano que resiste la enseñanza de Cristo tocante al nuevo pacto en su sangre derramada y añade a la fe de Cristo aunque sea un solo requerimiento de la ley mosaica del viejo pacto, se coloca a sí mismo bajo la maldición de Dios, ya que su intento por guardar la ley mosaica que sea le ha puesto en la posición ante Dios de tener que obedecer esa ley en su totalidad.

 Los que descansamos en Cristo tenemos el privilegio de ser hijos e hijas de Dios, libres del rigor de aquella ley de letra que mata; libres para servir al Señor cuyo Espíritu mora en nosotros y nos guía a toda Verdad. Dios nos ayude a mirar hacia Cristo y su ley, obteniendo allí la victoria, el gozo, el perdón y esa tan preciosa comunión con Dios, no ganada por nuestras obras sino por la obra de obediencia de nuestro Sustituto, Jesucristo.
 
 
C
erramos, pues, este capítulo preguntando a cada lector, tal  como lo hicimos en el estudio anterior: ¿Vive Ud. bajo la rigidez de la ley o vive por la fe que la Palabra de Dios comunica a su alma debido a su perfecta obra en la cruz... obra que dejó  establecido el nuevo pacto en la sangre de Cristo?  Solo la segunda es la vida espiritual que Dios tiene para los suyos, por lo que deberá estar seguro(a) de que usted esté realmente viviendo en Cristo y no bajo la condenación de la ley o letra que mata. Oramos a Dios que haga de este estudio que  Ud. acaba de leer una genuina bendición a su alma.


Pase al próximo Capítulo del estudio
Regrese al índice de este estudio
Regrese al Prólogo
Regrese a la Introducción - parte 1: Consideraciones Generales
Regrese a la Introducción - parte 2: Nuestra Meta
Regrese al Capítulo anterior del estudio

  


 

Vaya a: |1ra Página|Introducción|Lecturas|Estudios:Evangélicos|
|Tratados|Libros|Historia|Preguntas y Respuestas|Temas Variados|
|Familia y Hogar|Radio|Catálogo:Literatura,Música|Meta|
 |Creemos|Conózcanos|Visite...|Escríbanos|