Estudios Bíblicos Expositivos


"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 3:1-5 "¿Quién os fascinó...?"

Puede leer Gálatas 3 aquí.  El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente sin dificultad alguna.

 Al seguir en el estudio de la epístola de Pablo a los Gálatas, capítulo 3, hallaremos cómo el apóstol entra en algunos detalles muy específicos que tocan en, 1. El origen de la vida en Cristo que poseen estos creyentes (:1-5), -¿por obras de la ley o por el oir de la fe?- 2. La promesa que Dios le hizo a Abraham (:6-18) y 3. El verdadero propósito o razón de ser de la ley mosaica (:19-29).

 En el presente estudio habremos de considerar los versos 1 al 5 en los cuales hallamos reveladoras palabras de reprensión de parte del apóstol Pablo. ¡No son palabras suaves sino, mas bien, fuertes amonestaciones que cuestionan el mismo fundamento de la fe profesada por los creyentes en la región de Galacia! Se relacionan a varias preguntas que él les hace tocantes a la fuente de dónde les llegó su vida y esperanza en Cristo, es decir, dónde originó dicha vida.

 Las siguientes preguntas nos servirán de guía al examinar estos cinco versos que, tan al grano, ponen en tela de juicio la fe que ellos profesaban poseer, a saber:

1. ¿Que significan las palabras insensatos y necios
2. ¿Que significa fascinó o hechizó?  
3. ¿Por qué Pablo les pregunta, "Quién os fascinó
4. ¿Cuál era la verdad que ellos estaban desobedeciendo?
5. ¿Cuál es la diferencia entre recibir el Espíritu por la ley o     por la fe?
6. ¿Qué está comparando Pablo cuando habla de "comenzar      por el Espíritu" y "terminar por la carne"?
7. ¿Por qué les pregunta, "¿...tantas cosas habéis padecido en      vano"?
8. ¿Por qué Pablo pregunta si quien ministra entre ellos lo     hace por las obras de la ley o por el oir con fe?

 Al continuar nuestro estudio de esta inspirada y tan importante epístola enviada por Pablo a las iglesias en la región de Galacia, hacemos hincapié, una vez más, en que debemos cuidarnos de no perder de vista lo que hasta aquí hemos leído y estudiado: el tema tan importante que el apóstol está trayendo ante la consideración de estos creyentes que vivian bajo el constante asecho de los judaizantes en dicha región. De lo contrario, caeremos fácilmente en ese peligroso error de "no ver la unidad temática" de la carta sino sólo una variedad de temas buenos, importantes, pero, no entrelazados entre si.

I. ¿Que significan las palabras insensatos y necios?

 Ya hemos visto, en capítulos anteriores, la gran fuerza y peso del argumento de Pablo en contra del grave peligro que las enseñanzas de los judaizantes representaban para la iglesia de Cristo. Su celo por la pureza del evangelio del nuevo pacto en Cristo le llevó a pronunciar maldición sobre cualquiera que trajera "otro evangelio" que el que él ya había predicado allí. En este punto de la carta él llega al nivel personal -¡y de qué manera!- cuando les declara con gran emoción, "¡Oh gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer..."

 Es evidente que su preocupación por ellos es muy profunda y de gran urgencia. Estas son palabras fuertes, no lo dude por un solo segundo. Me atrevo pensar que un creyente demasiado sensitivo -como suelen ser demasiados cristianos- habría tomado ofensa ante tales palabras. Tal vez el pensaría, "Y quién se cree que es Pablo para hablarnos así... diciéndonos que somos insensatos... qué atrevido!" A quien pensara así sólo habría que recordarle que Dios no sólo ama a los suyos sino que nos reprende con vara espiritual, la cual en muchas ocasiones está en manos del pastor amante de sus ovejas, pastor que no le teme a la resistencia de sus ovejas más tercas y endurecidas.

 En este punto de la carta, Dios asoma su vara correctiva para darle unos azotes no meramente a los judaizantes -muchos de los cuales ni conocían el evangelio- sino, mas bien, a sus ovejas errantes cuyos pies resbalaban del firme fundamento del evangelio de Jesucristo. Es a los gálatas cristianos a quienes Dios les está llamando "insensatos". Es a ellos que él procura rescatar del grave error de mezclar el evangelio del nuevo pacto en Cristo con la ley ya caducada de Moisés, a saber, los diez mandamientos.

 Más adelante en este pasaje, Pablo les exclama: "¿Tan necios sois?" (v.3). Así que, algo muy serio estaba ocurriendo entre estos creyentes que atentaba contra su más básica fe en Cristo... tan serio como para decirles que actuaban de manera insensata y necia. Actuar así bien podría ser por causa de falta de conocimiento. Sin embargo, a ellos no les faltaba conocimiento sobre las verdades y doctrinas envueltas ya que Pablo les había instruído en el evangelio. Por tanto, es muy evidente que la insensatez y la necedad que Pablo reprende en ellos se debe a que no andaban conforme a lo enseñado por él. Desobedecían los preceptos divinos que él les había llevado a través de la comunicación del único y verdadero evangelio de la sangre de Cristo, el evangelio del nuevo pacto.

 Ya hemos visto en los capítulos anteriores -así como en la introducción a este comentario sobre Gálatas- que el problema espiritual, doctrinal que había entrado a estas iglesias era "el error de los judaizantes", los cuales procuraban introducir al "evangelio de Cristo" diversas partes de la ley moisaica, creando así un evangelio "nuevo", distinto. El que estos creyentes se hubiesen dejado llevar por tal engaño los hacía merecedores de la reprensión del Señor, la cual evidenciaba que actuaban como necios e insensatos. ¡Es cosa muy seria ante los ojos de Dios el adulterar el evangelio que él reveló a través de su Hijo Cristo y los apóstoles enviados por él!

II. ¿Que significa fascinó o hechizó?

 Tan pronto Pablo se dirigió a esos gálatas "insensatos", les pregunta: "¿Quién os fascinó para no obedecer...?" (v.1). Pablo quería saber, "¿Quién los había hechizado?"... "¿Quién había capturado sus mentes y corazones de tal manera que se desviaran en su fe y práctica a algo tan contrario, tan opuesto al evangelio de Cristo?"

 Seguramente Ud. sabe lo que es un "hechicero", un "fascinador". A veces se les llama "encantadores", magos o adivinos. Caer bajo el hechizo de otro es quedar atrapado por su atractivo, su encanto, sus dones y/o talentos. Muchos de los que hablan desde los púlpitos son así, ¿verdad? Cautivan a sus oyentes con su elocuente oratoria, con su música, con sus dotes del buen humor... saben tomar el control de las gentes, convenciéndolas a su antojo. Los seres humanos somos así en una medida u otra. El que mejor vende un producto nuevo es la persona que sabe "hechizar" al potencial cliente con los beneficios de lo que vende. ¿Admitiremos que en ocasiones hemos admirado tanto los dones del habla de otras personas que hemos deseado poseerlos también?

 Así había ocurrido -y seguía ocurriendo- en las iglesias de la región de Galacia. Los judaizantes habían logrado penetrar las iglesias cristianas recién formadas con sus poderes de la razón, convenciendo a los incautos de que, si bien Dios había dado a su pueblo los diez mandamientos a través de Moisés, seguramente él querría que la naciente iglesia no dejara a un lado del todo esa ley tan buena y necesaria. Y así sigue ocurriendo hoy en día, aunque con sus esperadas variantes.

 Hace ya muchos años que hemos observado cómo los miembros de tantas iglesias quedan mesmerizadas ante el poder de convencimiento de algunos predicadores. A veces ha ocurrido que un pastor nuevo ha conducido a los miembros de su nueva congregación en un cambio radical de las doctrinas que antes creían y practicaban. Esto podría ser bueno, beneficioso, pero también suele ser muy dañino. "Bueno" en el sentido de que el nuevo pastor les haya conducido a "pastos" de sana doctrina en donde antes nunca habían sido alimentados, pero "dañino" cuando les convence de que la verdad que antes creían no es, realmente, la verdad. ¡No nos asombremos por un solo segundo de que así pudiera ocurrir! De hecho, ocurre muy a menudo.

 Como ejemplo de la vertiente "dañina" de de este efecto mesmerizante de un predicador sobre sus oyentes, consideremos un caso actual en el cual, desde un país centroamericano, recibimos varias cartas electrónicas de un caballero que nos acusa de ser "herejes" por atrevernos afirmar que estamos predicando el "evangelio de la gracia". Según dicha persona, hay un sólo apóstol de la gracia... tiene nombre, apellido y un grupo de seguidores que se someten a su liderazgo de corte sectario. Se les olvidó que la "verdad" del evangelio no está encerrada en el puño controlador de un hombre particular, sino en la Palabra eterna inspirada, y ha de ser proclamada por todo ser viviente que ama a Cristo y le sirve como el Señor de Señores. El Señor y dueño de su evangelio de gracia es el mismo Señor Jesucristo; ¡ningún otro!

 Sin embargo, cuán fácil logra un solo individuo persuadir a unos pocos (o muchos) seguidores de que sólo él es el "portador" del evangelio de la gracia. Algo similar había ocurrido con los gálatas, sólo que en relación a la ley mosaica del antiguo pacto. Otro nombre bíblico para los tales es "anticristo", los cuales han estado entre nosotros desde los tiempos bíblicos según el testimonio de 1ra de Juan.

 Tal tendencia a "cambiar la verdad por el error" -aunque crean que lo nuevo sea "verdad"- es prueba de nuestra propia fragilidad espiritual. Un día afirmamos dogmáticamente que creemos lo que la Biblia enseña sobre tal o cual doctrina, mas, muy pronto llega el día en que perdemos nuestro celo por esa verdad, especialmente si ésta está bajo ataque, aceptando como verdad lo que el nuevo predicador o pastor nos esté enseñando. Por eso Pablo le escribió a su hijo espiritual, Timoteo, que "era buena cosa afirmar el corazón en la verdad".

 Con el fin de implementar tal directriz de "afirmar el corazón en la verdad" es que siervos fieles de Dios enseñarán siempre toda la verdad del evangelio. Si llegaran a ocupar el púlpito de una iglesia en donde la enseñanza previa y actual no se ajusta de manera consistente a las verdades bíblicas, se ocupará en instruirles según la Biblia. Lo hará con paciencia, mansedumbre y amor; pero eso sí, ¡lo hará! Este sería el caso de instruir a una iglesia con tal de que ponga la verdad en el lugar del error en que andaban. Por tanto, todo cambio de doctrina no es dañino a las ovejas, sólo aquel que los desvía de la verdad hacia el error.

 Resumiendo, pues, este punto, afirmamos que somos muy propensos a ser "llevados de aquí para allá con todo viento de doctrina", por lo que una de nuestras constantes oraciones a Dios debería ser: "que nos haga crecer en el conocimiento de la verdad como es en Cristo". Los hermanos en las iglesias de Galacia enfrentaban ese mismo problema, a saber: "se les estaba llevando de la verdad al error"... del evangelio de Cristo según se lo había predicado Pablo a una perversión de ese evangelio al cual se le estaba agregando elementos de la ley mosaica como si ésta aún estuviera vigente.

 Es importante notar que no tenemos evidencia -al menos, en mis muchos años de ser instruído por el Espíritu de Dios nunca la he visto- de que al cuerpo del evangelio enseñado por Pablo se le estuviese quitando, cortando o eliminando algunas de sus partes y/o doctrinas. La perversión al verdadero evangelio de Cristo predicado por Pablo consistía -¡tan sencillo como usted lo lee en estas líneas!- en que se le había agregado algo extraño, algo que no pertenecía allí, no importa que haya sido parte vital de la antigua y ya caducada ley del pacto antiguo, los diez mandamientos dados por Dios al pueblo de Israel a través de su siervo Moisés.

 Por tanto, aquí vemos cómo un cristiano puede ser tan hechizado por un mensajero del error que, aunque no le quite nada a lo que ya aprendió de Cristo, con gran facilidad se atreve agregarle al evangelio creído como si esa añadidura pudiera de alguna manera mejorar lo que Cristo ya estableció como su perfecta ley para su iglesia. Debo agregar aquí que lo mismo ocurre cuando el liderato de una iglesia intenta obligar una Confesión de fe sobre la iglesia para que la misma sea la regla de fe y práctica de las ovejas allí congregadas.

 No es que estemos en contra de las Confesiones humanas. Tienen su lugar y valor siempre y cuando no sean la regla por la cual se mide la ortodoxia doctrinal de la iglesia. Le invito a leer nuestra sección intitulada "Confesiones" en donde hallará este tema examinado de manera extensa y detallada. La cosa es que, aunque no se aparente "quitar" algo de la fe y doctrina profesada, es muy fácil añadir a dicha fe y doctrina ciertos preceptos interpretativos que llegan a tener igual peso de autoridad divina como la misma Biblia. Ocurre a menudo, ¡y de manera muy sútil! Por eso es que a veces hay pastores y líderes en las iglesias que ante la imposibilidad de afirmar: "esto es así y así", se ven forzados a reclamar: "Esto es así porque la Confesión lo declara, por lo que es ley sobre nosotros", o "Esto se ha de creer así porque es un legado de los santos varones de Dios de siglos pasados". Y así, tan fácilmente, establecen fundamentos alternos a la fe de Cristo que sólo es legítima cuando se basa en las santas Escrituras y en nada más.

 Habiendo dicho ésto, debo agregar que hoy día se ve esta práctica de utilizar una Confesión de fe con la intención de traer a los miembros de una iglesia bajo el dominio de la ley mosaica, aunque sean sólo algunas partes de la misma. Este es un asunto muy serio y merece nuestro rechazo y repudio tal como Pablo lo hizo con las novedades judaizantes que eran impuestas sobre las iglesias de Cristo en Galacia.

 Pasemos, pues, a considerar la siguiente pregunta:

III. ¿Por qué Pablo les preguntó, "Quién os fascinó

 Habiendo ya definido las palabras que Pablo utilizó al reprender a los gálatas en este inicio del capítulo 3, preguntémonos: ¿Por qué fue que él les preguntó, "Quién os fascinó"?

 La respuesta es, por un lado, muy sencilla. El ya sabía que ellos habían "abierto la puerta" de sus iglesias y, más que nada, de sus mentes y almas al error doctrinal llevada hasta ellos por los judaizantes, esa gente que no podía soltar a Moisés, los diez mandamientos ni las tradiciones comunes que habían recibido de sus padres. Él sabía que no meramente habían escuchado a los judaizantes sino que ya estaban implementando en sus iglesias algunas de esas tradiciones que sólo fueron legítimas cuando el pacto antiguo era el pacto vigente sobre el pueblo de Dios. Más adelante habremos de considerar varias de esas tradiciones que se mencionan de manera específica en el capítulo 4.

 Habiéndose dirigido a ellos así, "¡Oh gálatas insensatos!", les pregunta, "¿Quién os fascinó para no obedecer?..", debido a que le extraña sobremanera que creyentes, que en un momento de su vida como cristianos fueron tan celosos en amar y obedecer la verdad según es en Cristo, hayan podido dejarse engañar o hechizar de tal manera como para dar lugar a la práctica de esta nueva modalidad "pervertida" del genuino evangelio que él les había enseñado cuando estuvo entre ellos.

 No puede más que atribuir tal desliz al hecho de que alguien los ha hechizado... los han engañado de tal manera que ni siquiera su espíritu o consciencia se dio cuenta de que le habían "pasado gato por liebre" (refrán muy conocido en Puerto Rico). Es decir, tal parece que les quiere dar el beneficio de la duda, no acusándolos de haber abandonado el verdadero evangelio debido a su obvia desobediencia e incredulidad. Sus palabras les dan a entender que él atribuye tal tropiezo al hecho de que "alguien los había hechizado". Se les había presentado esta nueva versión del evangelio con "brillo de oro". Parece que se les olvidó que "no todo lo que brilla es, realmente, oro refinado".

 Volviendo sobre algo que señalé arriba, le recuerdo, estimado lector y estudiante de la Palabra, que todos nosotros somos muy propensos a tropezar en el mismo tipo de engaño. ¡Cuántas veces no aceptamos lo escuchado como "verdad" debido a la personalidad tan magnética del orador! ¡Cuántas veces no somos atraídos por los variados talentos, sean musicales, gráficos u otros, de quienes se nos presentan en el púlpito de la congregación o en la tarima en alguna actividad "religiosa" en otro lugar, pensando que, "si son tan talentosos, ciertamente tienen que contar con el favor de Dios"... "si los oyentes los aplauden, seguramente Dios también los aplaudirá"!

 Algunos de ustedes saben que soy músico pianista, siervo del Señor. Sin embargo, he visto cómo tantos evangélicos no me reciben en sus iglesias argumentando que mi estilo de interpretar los nuevos himnos que Dios me ha dado así como los ya conocidos y amados por tantos cristianos es uno demasiado conservador; que no tiene el atractivo del ritmo que tanto gusta a los jóvenes, y que la letra es excesivamente bíblica, doctrinal. ¿Qué refleja tal tipo de argumento? Que la filosofía predominante en una gran cantidad de iglesias es una que juzga como "bueno" aquello que atrae, que brilla, que gusta a los jóvenes, etc. ¡Y eso que muchos de estos nuevos cánticos tienen sabor musical de distintos países hispanohablantes!

 A muchos se les ha olvidado que Isaías profetizó de Cristo que, "Verlo hemos, pero sin atractivo..." (Isaías 53). No es que el evangelio verdadero no tenga su especial atractivo espiritual; sí tiene ese atractivo, pero sólo para los que tememos a Dios. El pecador no ve el evangelio como algo atractivo, y aquellos que predicamos fielmente el evangelio nunca debemos olvidar que nuestra meta al llevar la Palabra no ha de ser la de atraer a los hombres hacia algo bonito y atractivo sino, mas bien, la de anunciarles que Dios abomina el pecado y al pecador, llamándoles a que se arrepientan de su pecado cuanto antes y crean en el Señor Jesucristo.

 Sin embargo, hay una realidad innegable, y es que los cristianos vivimos aún en la carne... carne que tiende a gustar lo llamativo, lo nuevo, lo bonito... en fin, lo que brilla como el oro. Y eso también afecta lo que a doctrina respecta. A veces lo que hemos creído por mucho tiempo suele perder su brillo -y aquí asumiremos que hemos creído en el verdadero evangelio- "por lo que venimos a ser fácil presa de quien trae algo nuevo, o cuanto menos, unas variantes interesantes a esa doctrina que ya no nos llena o satisface por haber llegado a ser rutinaria.

 Oremos que Dios nos ayude a ser como Pablo, quien dijo que "...sabía en quién había creído, y que era poderoso para guardar su depósito (de fe) hasta el día de su venida". Tampoco olvidemos el hecho de que, en las primeras líneas de esta carta a los gálatas, el mismo apóstol declaró que si "él llegara a cambiar la doctrina del evangelio que había predicado", que fuese él, también, "maldito". Es decir, dejó abierta la posibilidad de que su carne y espíritu le traicionara, llevándole a pervertir el verdadero evangelio que había conocido y predicado por lo que también debería ser maldito de Dios. Sin embargo, esa poco probable eventualidad no cambió el hecho de que testificara sin duda alguna de su fe en Cristo y la fidelidad del Señor para con él y todos los que en él (Cristo) creyeren.

 Resumiendo, pues, este punto, vemos cómo Pablo reprende a estos hermanos por haberse dejado llevar de estos "hechiceros" a otro evangelio. Les afirma que se han dejado fascinar o hechizar a tal grado que "han dejado de obedecer la verdad". Esto nos lleva a la siguiente pregunta:

IV. ¿Cuál era la verdad que ellos estaban desobedeciendo?

 La respuesta a nuestra pregunta no está lejos, ya que forma parte de la pregunta de Pablo a los gálatas, "¿Quién os fascinó?" Les dice en su pregunta: "... a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?"

 Aunque los versos que siguen elaboran sobre la manera en que la fe de Cristo les llegó, el corazón del problema está en que algo habían perdido de vista, algo habían pervertido en lo que al significado de la crucifixión de Cristo respecta. Muchos yerran al describir esta porción de la pregunta como una mera mención de la verdad histórica de que Cristo realmente fue crucificado, infiriendo que a ellos se les había olvidado la realidad histórica de su muerte. Nada podría estar más lejos de la verdad en este caso.

 Así, pasan por alto el corazón del trágico error acaecido en estas iglesias quien así explica este texto. Aquí hay algo más, algo de suma importancia a la fe de Cristo, algo que toca en la profunda y gloriosa diferencia entre la ley del antiguo pacto bajo Moisés y la nueva ley del nuevo pacto en Cristo. Tiene que ver con el significado de la crucifixión.

 ¿Qué fue, pues, lo que ocurrió en la crucifixión de Cristo que tanto incide en este problema doctrinal tan serio en las iglesias de Galacia? ¿De qué manera incide lo que Cristo obró en su muerte en el problema tan serio que los judaizantes habían creado en estas iglesias? Aunque la meta nuestra es ofrecer un adecuado comentario práctico sobre la epístola de Gálatas, requeriría otro comentario o libro completo para tratar de manera adecuada lo que la Biblia nos enseña acerca de la muerte de Cristo en la cruz, desde las profecías hasta el cumplimiento y todos los aspectos prácticos que surgen después en los escritos inspirados de los apóstoles.

 Sin embargo, consideremos de manera muy resumida el significado de la muerte de Cristo en la cruz, en particular lo que atañe al argumento que Pablo está presentándole a los gálatas mediante esta carta, no perdiendo de vista este hecho tan evidente: el error en que habían caído estos creyentes debido a la poderosa influencia del "hechizo" sobre ellos confligía directamente con el propósito, la obra y el resultado de la obra de Cristo en la cruz. Si así no fuere, Pablo no les diría tan específicamente que la "desobediencia" de ellos -"para no obedecer"- ocurría sólo porque se habían apartado de algo que se les había enseñado de manera muy "clara" -presentado claramente-, a saber, la crucifixión de Cristo -"...Jesucristo... crucificado".

 No es que ellos hubiesen comenzado a negar que Cristo de veras haya muerto en la cruz. Tampoco sugiere que habían puesto en tela de juicio el que la muerte de Cristo ocurrió con el fin de traer "salvación", esperanza eterna al hombre pecador. Es importante recordar que, de acuerdo al testimonio bíblico, el error traído por los judaizantes no se caracterizaba por "eliminar" alguna de las obvias obras realizadas por el Señor Jesucristo, sino más bien por "añadir o agregar" a dicha obra -no vista por ellos como perfecta y completa- algunos elementos de la ya caducada ley mosiaca, alegando ellos que tal combinación era la que produciría la verdadera salvación eterna.

 La verdad de esta afirmación queda demostrada en el caso ocurrido en Antioquía de Siria, cuando, según Hechos 15:1, "...algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos". A pesar de que algunos argumentarían que la circuncisión no era en sí parte de la ley mosáica debido a que llegó a la misma desde los "antiguos" días de Abraham, sería cerrar los ojos para no querer ver lo escrito en la Biblia si negáramos que este texto afirma la "necesidad de la circuncisión" dentro del muy específico contexto del "rito de Moisés".

 Puesto de otra manera... en palabras comunes de nuestro diario hablar... lo que estos judaizantes imponían a los creyentes era algo así (nuestro resumen): "Está bien que ustedes crean en Cristo. Es cierto que él murió en la cruz. Pero... PERO... no dejemos a un lado algo tan importante de la ley de Moisés como la circuncisión. La ley de Moisés es aún válida, al menos ésta parte y varias otras, por lo que no la dejemos a un lado si es que de veras ustedes quieren ser salvos". Eso era lo que le requerían a los gálatas.

 ¡Y estas ovejas de Cristo se habían tragado espiritualmente la carnada con todo y el anzuelo! No es difícil ver algunos de los serios errores en tales afirmaciones, el mayor de los cuales es -en mi opinión personal- la negación de que la obra de Cristo en la cruz haya sido una completa, perfecta, capaz de producir eternamente una salvación eterna. Fíjese, mi estimado lector y estudiante, que estos judaizantes no estaban negando cierta validez de la muerte de Cristo -recuerde las palabras de aquellos discípulos que iban rumbo a Emaús luego de la resurrección de Cristo. Le preguntaron a Cristo, no sabiendo quién él era: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no te has enterado de las cosas que en ella han acontecido en estos días?"

 Es decir, nadie, o al menos casi nadie, se atrevería negar la muerte de Cristo y su posterior resurrección. Ni aun los judaizantes. Por tanto, la táctica venía a ser: intentar que los creyentes de Jesús agregasen algunos requerimientos de la ley de Moisés a lo que ahora profesaban creer tocante a Cristo. Así, y sólo así, podrían ellos ser salvos. Así pensaban y enseñaban estos enemigos del evangelio de Cristo. Y así estaban tropezando muchos nuevos creyentes ante la persuasión encantadora de estos fascinadores. Una final observación sobre esto último:

 Conocemos a pastores y maestros de la Biblia que negarían rotundamente la necesidad de obedecer elementos de la ley mosaica a fin de que la salvación en Cristo sean completa y perfecta, quienes por el otro lado insisten que los creyentes vivan bajo el dominio de la llamada "ley eterna o pacto eterno" de Dios -la cual no es otra cosa que los 10 mandamientos- por lo que el llamado "día del Señor" adquiere, para ellos, un estado autoritario y obligatorio sobre todo creyente que pretenda obedecer y agradar a Dios. Luego de algunas vueltas en sus razonamientos admitirán que sólo se santificará el cristiano cuando esté sometido a toda la ley de los mandamientos, obedeciendo cabalmente sus requerimientos.

 Esto lo vemos en nuestro derredor y nos apena mucho ver a estos modernos judaizantes -aunque rechacen tal descripciópn como ofensiva- llevar presas a las ovejas bajo su custodia a la ley mosaica con tal de que sean santificados en su vida diaria. La Palabra de Gálatas es una advetencia contra los tales. Es una advertencia para nosotros a fin de que no caigamos en tal trampa de error. Volviendo al corazón del argumento ante nosotros, queda meridianamente claro que el dar lugar a la más mínima "añadidura" de la ley de Moisés a la fe de Cristo constituía -y constituye- de por sí una negación del verdadero significado de su muerte en cruz. Eliminaba la "exclusividad" de la obra de Cristo para poner en su lugar una obra híbrida, un "fuego extraño" contrario a lo revelado y obrado por Dios.

 Más adelante veremos cómo la "circuncisión" no era el único elemento de la ley mosaica que los creyentes en Galacía habían estado incorporando a su fe cristiana. Sin embargo, el severo pecado de despreciar la perfecta obra de Cristo en la cruz no se constituye como tal cuando se cometen más de "X" número de violaciones, ya sea por añadidura o por eliminación. ¡No! Se resiste la verdad de Dios cuando, en lo más mínimo -ya sea un sólo detalle- rechazamos que lo revelado en la Palabra tocante a la obra de Cristo en la cruz y el nuevo pacto establecido en su sangre sea la verdad completa y perfecta; cuando insistimos en que es necesario "retener" lo que Dios quitó en la muerte de su Hijo. Tal vez algún lector tomará estas palabras de manera personal y se ofenderá, sintiendo que no es justo que se afirme que la persona que así cree y practica esté rechazando la Palabra revelada.

 Sin embargo, afirmar que se recibe la Palabra como autoritativa y que se obedece no cambia el hecho de que insistir en mantener viva y vigente la ley mosaica en cualquiera de sus partes, ya sean mínimas o no, constituye un rechazo al testimonio específico de la Palabra tocante a estas áreas de doctrina. Negar ésto es -como decimos aquí en Puerto Rico- "intentar tapar el cielo con la mano". A fin de cuentas, afirmamos que insistir en retener la circuncisión como parte legítima del evangelio de Cristo es una afrenta al mismo.

 También afirmamos que insistir en retener cualquier parte de la antigua ley mosaica, ya caducada, tales como la observación de días, meses, sábados, leyes dietéticas, etc., como parte legítima del evangelio de Cristo es una afrenta al mismo. Es negar que el nuevo pacto en Cristo es el único fundamente de la fe. Es negar el testimonio bíblico al respecto. Es caer bajo el efecto del hechizador que busca cautivar las almas para retenerlas presas bajo el yugo de la ley que mata.

 En su muerte, Cristo cumplió y satisfizo las demandas de la ley. Estableció el fundamento del nuevo pacto que, según Hebreos, dejó como viejo y caducado al antiguo. Le ley de Cristo es la de la libertad -¡no de "libertinaje", que es otra cosa muy distinta al evangelio de Cristo!. Intentar vivir, pues, en el evangelio "con elementos de la ley mosaica aún presentes" era y es desconocer el verdadero significado de la muerte de Cristo en la cruz. Consideremos, pues, nuestra próxima pregunta:

V. ¿Cuál es la diferencia entre recibir el Espíritu por la ley o por la fe?

 Habiendo Pablo reprendido a estos hermanos en la fe con su pregunta, "¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad...?" y afirmado que ahora no veían o entendían claramente el significado de la crucifixión de Cristo, les dice que desea averiguar algo... algo de suma importancia, ya que la respuesta revelará si en realidad han conocido a Cristo o si lo que tienen es una mera apariencia de vida espiritual lograda a través de la obediencia a la ley. Veamos.

 Pablo les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oir de la fe?" Sin pausa alguna, les hace tres preguntas más, las primeras dos siendo: "¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a terminar por la carne?" De la primera pregunta se desprenden varios hechos innegables:

1Ellos habían recibido el Espíritu de Dios; no hay duda de ello. Recordemos que "recibir el Espíritu" de Dios es sinónimo con "ser salvos", haberse "convertido" a Cristo, haber "nacido de nuevo". Es decir, ellos eran genuinos creyentes, seguidores de Cristo. La salvación de ellos no estaba bajo tela de juicio o duda alguna. Como hemos visto desde el principio de esta epístola, se trata de creyentes diseminados en numerosas iglesias a través de una vasta región territorial conocida como Galacia. Habían recibido el evangelio... habían creído en Cristo... poseían esperanza eterna.

 Mas, estaban bajo el constante ataque y presión de parte de los judaizantes para que "agregaran a su profesada fe" en Cristo algunos elementos básicos de la ley mosaica del antiguo pacto.

2. Que o se recibe el Espíritu (salvación) mediante "las obras de la ley" o "por el oir de la fe". Definitamente no fue por una combinación de ambas. No es que Pablo esté sugiriendo que la vida en Cristo podría recibirse de manera indistinta por uno de dos caminos o precesos, a saber: por "la ley" o por "la fe". ¡Definitivamente no! Si así fuera, sus argumentos a través de esta epístola se mostrarían ser altamente conflictivas entre sí.

 No hay que abundar más sobre ese particular. Lo que el apóstol procura hacer con esta pregunta es poner a los destinatarios de su carta a pensar... a preguntarse: "¿Cómo fue que llegamos a conocer a Cristo? ¿Cómo fue que el Espíritu de Dios obró en nosotros para traernos vida? ¿Fue acaso por esfuerzos nuestros por obedecer la ley de Moisés o fue porque oímos la Palabra del evangelio y la creímos debido a la fe que Dios nos dio?

 En esta pregunta no cabe lugar para duda alguna sobre la fuente de la vida eterna en Cristo. ¡O se recibe mediante la sujeción plena a la ley mosaica de los diez mandamientos -es decir, el antiguo pacto- o se recibe mediante la fe en Cristo obrada por el Espíritu. Afirmar que la vida en Cristo pueda llegar a un pecador mediante su obediencia a la ley ya descrita sería retar el testimonio claro del Nuevo Testamento. La ley, o letra, mata, mas el Espíritu es el que vivifica.

 Por el otro lado, ¿quién se atrevería negar el glorioso mensaje del evangelio de Cristo tan elocuentemente entregado a nosotros por el Espíritu a través del Nuevo Testamento, en el sentido de que la esperanza eterna nos llega sólo mediante la fe en Cristo: fe que nos es dada como un don de Dios de tal manera que nadie se gloríe? Hay quienes insisten en enseñar que la ley de Moisés es el instrumento que nos "trae" a Cristo. Tal afirmación raya en ser una blasfema, ya que es el atribuirle a la ley lo que es obra exclusiva del Espíritu de Dios.

 Quien así habla realmente tiene vendas sobre sus ojos. No hace mucho leía cómo un pastor cristiano -de cuyo testimonio como creyente no tengo la más mínima duda- había escrito que "la ley ES nuestro ayo para traernos a Cristo". Sin darse cuenta, torcía las palabras en el capítulo 3 de esta epístola (que luego estaremos considerando) que dicen que "la ley FUE nuestro ayo para traernos a Cristo" con el fin, así, de justificar el uso actual de la ley de Moisés como instrumento evangelizador conducente a la fe en Cristo.

 El no podía comprender que esas Palabras de Pablo son un testimonio al hecho de que la "pasada" -ya caducada- ley mosaica condujo al pueblo de Dios hasta ese momento en que Cristo obraría en la cruz el nuevo pacto con sus beneficios eternos al alma, basados éstos en su sangre derramada. Le tuve que escribir sobre el particular; luego de un tiempo me respondió aceptando lo que yo le había aclarado, aunque con ciertas reservas. El asunto importante en todo esto es que, primero, la vida espiritual en Cristo comienza con la obra del Espíritu de Dios quien es el único que nos convence de nuestro pecado y, segundo, nos comunca la fe que nos capacita para creer en Cristo como Señor y Salvador. Esto no lo hace la ley... nunca pudo ni puede ni podrá hacerlo. ¡Es obra exclusiva del Espíritu de Dios!

 Olvidar la realidad de este glorioso comienzo de "la vida en Cristo" donde poseemos "esperanza eterna" tiene graves peligros. No sólo nos priva del gozo y las múltiples bendiciones de nuestra salvación sino que abre la puerta a que comencemos a dar lugar a otros elementos "añadidos" que supuestamente "incrementarán" los beneficios de dicha esperanza eterna.

 Olvidar lo que Dios comenzó en nosotros mediante la obra de su Espíritu nos hace merecedores de la próxima pregunta tan corta: "¿Tan necios sois?" No vayamos a pensar que Pablo es demasiado dado a las ofensas contra sus hermanos. Los ha llamado insensatos... y ahora, ¡necios! Es que se trata de asuntos tan serios que no se le puede "pasar la mano de manera suave".

 Son palabras fuertes las requeridas para despertar a un creyente del hoyo de su propio error. A veces un(a) hermano(a) creyente reacciona ofendido(a) a una reprensión legítima de otro hermano(a) que no sólo le ama sino que también de veras ama a Cristo. El genuino cristiano se dará cuenta de su error de "sentirse ofendido", y buscará el perdón de Dios por ello, ya que entenderá que Dios azota al que ama y tiene por hijo. Es parte de la disciplina en la fe que nos conduce hacia la rectitud ante Dios.

 ¡Sí! Eran necios por haber olvidado. Mas, también eran necios en cuanto dicho olvido ahora les ha colocado en un derrotero carnal, legalista con el fin de obtener así lo que sólo se obtiene por la obra del Espíritu de Dios "aparte de la ley". Consideremos este aspecto en la siguiente pregunta:

VI. ¿Qué está comparando Pablo cuando habla de "comenzar por el Espíritu" y "terminar por la carne"?

 Repasemos esa pregunta ya citada arriba, a saber: "¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a terminar por la carne?" La anterior pregunta ya considerada deja muy claro el hecho de que era el Espíritu de Dios el que habían recibido cuando creyenron. Esa pregunta giró más alrededor de la dicotomía entre haber "recibido el espíritu por las obras de la ley" o "por el oir con fe".

 Sin embargo, la pregunta que tenemos de frente en este momento toma por sentado ese mismo hecho de que la "vida en Cristo" de estos creyentes había comenzado con la obra del Espíritu de Dios. No había duda de tal hecho. Mas, la pregunta concluye agregando lo que sigue: "¿... ahora vais a terminar por la carne?" ¿Cuál es la comparación que el apóstol está estableciendo entre ese "comienzo por el Espíritu" y el subsiguiente "terminar..." o proseguir "por la carne?

 No entender el significado de estas palabras conducirá a muy serios errores, pues una de las claves para un claro entendimiento de lo que aquí se dice es el saber a qué se refiere Pablo con el término "carne". En un punto anterior ya hemos tocado en el término "carne", señalando que al llegar al capítulo 5 habremos de considerar otro significado o uso para el mismo. Por el momento, sólo afirmaremos que, en el uso que tenemos ante nosotros, por nada está ni siquiera sugiriendo "obras de la carne" en ese sentido particular de la "conducta pecaminosa de la carne".

 Aunque ese sí es uno de los usos principales para dicho término en la Biblia, en el texto ante nuestra consideración en nada se refiere al pecado de la carne en ese sentido general que a todos nos toca. Aquí habla, según vimos en varios textos en el capítulo 2, de ese esfuerzo humano por intentar implementar en carne propia los requerimientos o demandas de la ley mosaica. Esa era la primordial razón por la cual dicha ley no podía santificar... ¡un pecador esforzándose a obedecer lo que su alma naturalmente aborrece! ¡Imposible de hacer!

 El pueblo hebreo recibió a menudo el aviso de que si "hicieren las obras de la ley, vivirían". "Hacerlas" significa ponerlas por práctica... hacer de ellas la verdadera norma de conducta del diario vivir. Sin embargo, el testimonio bíblico es más que claro en el sentido de que la ley mosaica, dada por Dios en el Sinaí, aunque buena, no podía ser cumplida por sus súbditos. ¿Sería por algún defecto de la ley misma, de su contenido? ¡Definitivamente no! El defecto consistía en la incapacidad humana de poder cumplirla debido al pecado innato en cada ser humano, incluyendo a los hebreos.

 "Terminar por la carne", pues, tiene un muy claro significado que un honesto escrutinio de esta Palabra nos revelará. Se trata de un presente y futuro esfuerzo por implementar aquellos aspectos de la ley mosaica que los líderes les imponían como necesarios para complementar su salvación. Eso de guardar un día o de observar cualquier otro requerimiento no era cosa pequeña o inocente sin serias repercusiones dañinas y destructivas. Era echar a un lado la obra del Espíritu santificador para poner en su lugar la obediencia a la ley como el facilitador para la santificación.

 Me he dado con "maestros" de la Palabra que aunque admitirán que la observación del sábado y otros aspectos de la antigua ley mosaica -a pesar de que ellos no aceptan el calificativo "antiguo"- quedan a la discreción de una supuesta "libertad cristiana", por otro lado mantienen una constante presión sobre las ovejas bajo su cuidado en el sentido de que los diez mandamientos SON ley sobre nosotros... son el "eterno pacto de Dios", cosas sin respaldo bíblico alguno. Conozco a un pastor quien afirma ante sus ovejas que "la manera en que las ovejas obedecen los diez mandamientos está sujeta al criterio personal de cada uno".

 Si así fuera, no sería difícil mostrar que se han inventado una nueva ley extra-bíblica, ya que la moisaica había que cumplirla al pie de la letra so pena de muerte; mas la ley de Cristo, obrada en los corazones de los creyentes, es implementada en nuestras vidas bajo la dirección y ayuda del Espíritu de Dios. Pero, ¡que enseñen que hay unos diez mandamientos cuya obediencia está sujeta a la discreción de las ovejas!... es asombroso. No sé, pero para mí eso surge de otra Biblia que no es la Palabra de Dios. Me huele a "otro evangelio" que no es evangelio.

 En resumidas cuentas, lo que Pablo les pregunta a los creyentes con estas palabras es tan sencillo como esto: "Si su vida en Cristo comenzó por el oir de la Palabra mediante la fe obrada en ustedes por el Espíritu de Dios, cómo es que ahora ustedes pretenden proseguir en su crecimiento espiritual al amparo de una ley de obras que no les pudo salvar? ¿Acaso les podrá santificar, cuando ni siquiera la primera obra santificadora, salvadora estaba a su alcance? En realidad, estas preguntas de Pablo son retóricas.

 ¿Qué significo con ésto? Es muy sencillo... la respuesta queda implicada en la pregunta. En otras palabras, Pablo les está afirmando que ellos recibieron, en efecto, el Espíritu mediante el oir con fe; que realmente no son necios; que de veras no podrán terminar o progresar en su fe mediante la sumisión a la ley. Sus Palabras tienen el propósito de sacudirles la conciencia, de hincarles un tanto en el espíritu a fin de que vean el grave error que han cometido. Por eso su próxima pregunta sugiere el posible fracaso y vanidad de su tan profesada fe en Cristo. Veamos:

VII. ¿Por qué Pablo les pregunta, "¿Tantas cosas habéis padecido en vano?, si es que realmente fue en vano."

 ¡Tanta profesión, tanta fanfarria con su nueva vida en Cristo para dejarlo todo "irse a pique" por dejar el camino de la fe para regresar al de la ley! Queda claro que ellos habían padecido mucho por su fe. Habian sido perseguidos, lo que implica que amaban lo suficiente a su Señor como para estar dispuestos a pasar por la injuria de la persecución. La pregunta, pues, "¿...habéis padecido en vano?" revela que la fe de ellos había sido lo suficientemente clara como para atraer el rechazo y odio de aquellos que nada querían saber de Cristo y su evangelio.

 Preguntarles si todo esto habría sido en vano es, para mí, una forma de obligarlos a pensar seriamente en lo que estaban haciendo ahora, de traer sobre ellos cierto sentido de vergüenza y humillación. Indudablemente ese fue el resultado en muchos de ellos. Esto se infiere de las palabras finales de este texto, "...si es que realmente fue en vano". Ahí abrió la puerta para que se pueda afirmar, en su momento, que jamás fue en vano la obra de Dios en ellos y la subsiguiente persecución. Habían tropezado; habían abierto la puerta de sus almas para ser subyugados por "la ley que ya no regía sobre ellos". Por eso Pablo alberga la esperanza de que todo lo ya transcurrido no habría sido en vano.

 Es una palabra de aliento en medio de la prueba, un aliciente en medio de la tormenta. Teniendo en mente que este azote judaizante contra los creyentes en las iglesias de galacia no había cesado, les recuerda mediante esta última de las seis preguntas hechas en tan breves palabras que, no sólo era constante el ataque de los enemigos de la gracia de Dios sino que también era fiel y constante la instrucción espiritual de parte de sus amados maestros. A tono con esta realidad, consideremos:

VIII. ¿Por qué Pablo pregunta si quien ministra entre ellos lo hace "por las obras de la ley o por el oir con fe"?

 Al igual que la antepenúltima pregunta –arriba– hecha a los creyentes de Galacia, el Apóstol quiere con esta última pregunta obligarlos a meditar sobre la realidad de la función de sus pastores en la enseñanza de la Palabra a ellos. Es, nuevamente, una pregunta retórica que "no busca averiguar algo que se desconozca" sino que "afirma lo que todos ellos ya conocen por experiencia", a saber, que sus maestros NO están ministrando a sus almas al amparo y con la fuerza y el poder de la ley mosaica -los diez mandamientos- sino bajo la dirección del Espíritu de Dios quien obra en los corazones mediante le fe de la Palabra oida.

 Recordemos esas tan incisas palabras de Pablo a los romanos cuando les dijo: "Así que la fe viene por el oir; y el oir, por medio de la Palabra de Dios" (Romanos 10:13). No es asunto de "oir y hacer" sino de "oir y creer por la fe". Esa es una de las grandes diferencias fundamentales entre vivir bajo la ley mosaica y vivir en la fe de Cristo.

 Si bien es cierto que vivir en la fe de Cristo requiere nuestra más concienzuda obediencia, la misma no es causal para la obtención del favor de Dios sino más bien la demostración de que él ha obrado su gracia en nosotros. Por el contrario, cualquier intento por poner en práctica (obedecer) el más mínimo requerimiento de la ley hace de tal acción una "obra de la carne... obra de la ley". Tome nota, estimado lector y estudiante, que lo que digo no es opinión mía. ¡No! Es lo que la Palabra de Dios establece y, por tanto, hemos de sujetarnos a lo revelado. Esta identificación particular de que "el poner la ley por obra" se exprese como "obras de la carne" se repite varias veces en esta epístola de Pablo a los gálatas.

 Tal vez la línea divisora entre éstas no sea tan marcada para algunos. Sé de pastores que con sinceridad de espíritu entienden que guían a sus ovejas en la gracia al requerirles a ellos la fiel sumisión a los diez mandamientos. En el proceso también le requieren a sus ovejas someterse a los rigores sabáticos propios sólo del tiempo cuando la ley mosaica tenía vigencia. Ellos admitirán que la ley de Moisés no está sobre nosotros a la misma vez que insistirán en que los diez mandamientos sí lo están, no comprendiendo el claro testimonio bíblico de que ambas cosas son una y la misma cosa.

 Hace poco un pastor me escribió -en defensa de su posición legalista, aunque no admitida así por él- y en cierta literatura que me envió insistió en que los diez mandamientos nada tienen que ver con Sinaí y Moisés sino con la Creación cuando Dios descansó en el séptimo día. ¡No podía creer lo que leía! Yo me preguntaba, "¿Y qué Biblia será la que él usa ya que la mía me enseña que Dios dio su pacto a Moisés, las diez palabras, en el monte Sinaí, el día que sacó al pueblo de Egipto por la mano?"

 Este estudio jamás pretenderá entrar a todos los argumentos esbozados por los defensores del híbrido, "ley/gracia" -los dos juntitos y bien mezclados- mas, no podemos pasar por alto esta triste realidad de que sí existe en nuestro derredor un gran esfuerzo por promover la sujeción a los 10 mandamientos, tal como existió entre los gálatas en los días de Pablo. Es el mismo error teológico; es el mismo enemigo de la gracia verdadera aunque se vista con atuendo de gracia y tome para sí mucha de la misma terminología. Esta pregunta de Pablo a los creyentes gálatas tiene tanta validez hoy como en los días de Pablo.

 Cuando un legítimo ministro de Dios alimenta a las ovejas de Cristo, sea instruyéndolas, corrigiéndolas o reprendiéndolas (eso es lo que implica el término "suministra el Espíritu"), ¿lo ha de hacer con la fuerza y rigidez de la ley mosaica –es lo que significan las palabras, "por las obras de la ley"– o con espíritu de fiel maestro de la Palabra quien depende de que el Espíritu de Dios sea quien haga la obra en ese corazón? O es uno o el otro, pero no ambos, ¡y definitivamente no la primera opción!

 Quien guarda el sábado (ya sea en domingo) porque se le requiere y/o ayune ese "sábado" porque es la norma o "ley" en la iglesia, anda en el camino de "las obras de la ley". No importa que el tal lo esté haciendo con sincero corazón y plena intención de sujetarse obedientemente a su pastor o pastores. Está "haciendo" u "obrando" con tal de recibir el beneficio prometido. Por el contrario, quien sabe que no está bajo ley y entiende que no se le requiere sujeción a ley alguna que no sea la "ley de Cristo", hará todo lo que hace sólo por amor al Señor, sabiendo que ya goza del favor de Dios debido al sacrificio perfecto de Cristo en la cruz. Agregaré la observación de que ciertamente el pastor que guía ciegamente a las ovejas en el camino de las obras de la ley tendrá mayor culpa que la oveja que humildemente le obedece. Es una gran responsabilidad que pesa sobre los que pastoreamos la grey del Señor; hemos de hacerlo según la ley de Cristo y ningún otra.

 Debo ofrecer una palabra de aviso a cada lector en el sentido de que se cuide de quienes le ataquen su genuina libertad en la ley de Cristo del nuevo pacto acusándole de ser un "violador de la ley de Dios" o uno que sigue tal postura doctrinal con tal de abrir la puerta al libertinaje de la carne. En cuanto a lo primero, no dude por un solo segundo el testimonio de la Palabra de Cristo en cuanto a la naturaleza del nuevo pacto. Pídale a Dios que le conceda compasión por quien anda en tal error y confusión, y procure mostrar al tal el amor de Cristo. Sólo así podrá mostrarle la gloria de lo que es vivir "libre de la condenación de la ley".

 Deje la obra de convencer al tal en las manos del Señor, pues sólo él podrá obrar. En cuanto a lo segundo, deberá cuidarse usted mismo(a) de caer en el error de que "libre de la ley mosaica o 10 mandamientos", puedo hacer lo que quiera. Vivir así sólo mostrará que no conoce y mucho menos vive en la gloriosa libertad de la gracia. Esa libertad no abre la puerta a la satisfacción de la carne. Por el contrario, la cierra más fuertemente porque nos cautiva al amor de Cristo. Nos hace desear agradarle en todo.

 Nos ayuda a vivir según el precepto revelado cuando Pablo preguntó a los Romanos, "¿Qué pues, diremos? ¿Seguiremos en el pecado para que la gracia crezca? ¡En ninguna manera! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él! (Romanos 6:1-2). Repite el mismo aviso un poco después diciendo, "¿Qué pues, pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera! ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis..." (6:15-16).

 Notemos esta muy evidente verdad bíblica en el sentido de que "estar bajo la gracia de Dios", según contrasta con el "no estar bajo la ley", es la norma para el creyente en Cristo, no es una opción. No estamos bajo la ley. Así como "en Cristo" hemos de vivir libre del pecado, también hemos de vivir libre del yugo de la ley, pues, a fin de cuentas, el esfuerzo por obedecer la ley ya caducada es una obra de la carne, la cual automáticamente nos constituye obradores de pecado, ni más ni menos, pues todo lo que es de la carne es pecado.

 Cerramos así este capítulo del estudio preguntando a cada lector, ¿Vive Ud. bajo la rigidez de la ley o vive por la fe de la Palabra de Dios escuchada en su alma? Solo la segunda es la vida espiritual que Dios tiene para los suyos, por lo que deberá estar seguro(a) de que usted esté realmente viviendo en Cristo y no bajo la condenación de la ley o letra que mata. Seguiremos proximamente en nuestro próximo estudio. Hasta entonces, Dios le bendiga y ayude mucho.


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