¡EXCUSAS!
¡EXCUSAS!
¡EXCUSAS!
Quiero
hablarle de algo que tal vez Ud. padezca; algo que de no poderlo vencer
-al menos tocante a cosas de valor eterno- le costará la eternidad
en el lago de fuego. Es el peligro de las excusas. Éstas,
con su "hermana" procrastinación, son un duo peligroso
para su alma.
La
procrastinación deja para luego lo que debemos hacer hoy. Se
complica más cuando la justificamos con excusas, excusas y más
excusas. Explicar la razón de ser de algo -los factores
causantes- es ser honesto. Sin embargo, faltos de una razón
de ser para nuestra conducta, nos escudamos tras excusas huecas que sólo
nos engañan a nosotros. A veces excusamos el descuido de deberes
físicos alegando el cansancio -tal vez legítimo. Pero,
¿qué excusa le damos a Dios por dejar para otro día
el arrepentimiento y la fe en Cristo que él requiere de nosotros
hoy?
Es
como anotar un "memorando" de lo que haremos otro día.
Unos atan un hilo en el dedo para así no olvidar cosas importantes.
Otros anotan ese "memorando" en su memoria... ¡y
así, en el olvido! La Biblia nos habla de personas que procrastinaron
su deber espiritual. Veamos.
La
Biblia narra la visita de Pablo a la ciudad de Atenas, lugar de reunión
de los intelectuales de su día. Refiriéndose a una estatua
dedicada al "Dios no conocido", les habló del verdadero
Dios a quien ellos no conocían y de su Hijo Cristo. Cuando
les habló de la resurrección de Cristo, unos se burlaron;
otros dijeron: Te oiremos sobre este tema otro día.
Unos pocos creyeron; mas, ¿qué pasaría con los
que justificaron su incredulidad con la excusa: "en
otra ocasión te oiremos"?
¡Tal
vez pensaron que el evangelio de Cristo era muy inferior para sus "mentes
intelectuales"! Justificaron su incredulidad con un supuesto
interés futuro en el tema.
Una
vez le hablé de Cristo a un joven dominicano en la ciudad de San
Pedro, RD. Sólo le interesaba una cosa: una soñada
mejor vida en la Isla vecina, Puerto Rico. Según él,
atendería su alma luego de alcanzar dicho sueño: "¡Luego
atenderé mi alma!; por ahora, otras cosas me son más
importantes!". Es decir: "Le oiré
otro día".
La
Biblia narra otro incidente en la vida de Pablo, esta vez, ante el gobernante
romano, Félix. Impedidos los Judíos de hacerle daño,
la ley romana prevaleció, y en el proceso judicial tuvo grandes
oportunidades para hablar del Señor Jesucristo.
Hablando
ante Félix, éste, "espantado, respondió:
Ahora vete; mas en teniendo oportunidad te llamaré"(Hechos
24:25). Dice la Biblia
que Félix usó esta dilación por intereses monetarios;
quería que Pablo lo sobornara. ¿Lo habrá llamado
luego Félix? No lo sabemos. Parece que todo se quedó
en: "¡Memorando: para luego!"
Luego,
ante el Rey Agripa -al cual Pablo también predicó de Cristo-
éste respondió: "Por poco me persuades a ser
cristiano". Como intelectual al fin, el argumento le interesó;
pero, él era un procrastinador. Su excusa fue: "aún
no estoy convencido". Me pregunto: ¿Habrá
creído luego?
La
Biblia narra la parábola de una gran cena. Cada uno de los
muchos invitados tenía una excusa para no asistir. Dice que
"comenzaron todos a excusarse"; es decir, a dar sus
excusas. Uno dijo: "He comprado una hacienda, y necesito
salir a verla"... el segundo: "he comprado cinco
yuntas de bueyes; voy a probarlos". Otro se excusó
diciendo: "Acabo de casarme; no puedo ir".
Parecen
ser razones justificadas para no ir a la cena. ¿Verdad? Pero,
son sólo excusas. El primero deseaba atender una nueva
propiedad; el segundo, los nuevos bueyes que compró para su
finca; y, el último, se casó. ¿Habrá
algo más legítimo que el matrimonio? Son excusas
en áreas válidas del diario vivir pero, no dejan de ser
excusas cuando del llamado a seguir a Dios se trata. De éstos,
Cristo dijo: "Ninguno... gustará de mi cena".
A
menudo vemos cómo personas ofrecen excusa tras excusa para
justificar su rechazo del evangelio. "¡Por ahora no;
otro día, sí¡". Aun supuestos creyentes
caen en este peligroso hábito. Profesan lealtad a Cristo,
mas, si su casa, su oficio o el placer matrimonial los llama, sin reparo
le dicen a Dios: "Hoy no podré atenderte; otro día
sí". Muestran que ni conocen ni aman a Dios. ¡No
estarán en esa gran cena final!
¿Es
Ud. como éstos que con excusas justifican su apatía
y desobediencia a? Dios dice: "Buscad a Jehová
mientras puede ser hallado". "Si oyereis hoy su
voz, no endurezcáis vuestros corazones" (Hebreos
3:15). El resultado
eterno de sus excusas y su procrastinación será la pérdida
de su alma en el infierno. ¿De qué le aprovechará
excusarse por su amor a las cosas materiales? ¿Acaso
no vale más su alma?
¡Deje,
ya, las EXCUSAS!; busque hoy el perdón de Dios y la
vida eterna en Cristo. ¡Dios le ayude mientras aún haya
tiempo!
D.M.S.
Versión
impresa y para la "web" editada y modificada - 3/9/99
Otro
tratado: Cita
Con la Eternidad
.
. . . . .
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