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de preguntas en esta página: Pregunta:¿Cómo
puedo saber que de veras hay Dios?
Puerto Rico
Pregunta: ¿Qué se necesita para ser un buen adorador de Dios? V.M.L. - Colombia Respuesta: La respuesta más básica a esta pregunta se halla en el evangelio de Juan, en los versos 23 y 24 del capítulo 4. Dice así: "Pero llega la hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca tales adoradores que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, es necesario que le adoren en espíritu y en verdad." Esta porción bíblica nos narra el encuentro entre Jesucristo y la mujer de Samaria (la samaritana, como comunmente la conocemos). Al desarrollarse la conversación entre ambos en la cual él le pide agua, también le dice que le puede dar agua que le saciará para siempre su sed. El le hablaba de agua espiritual; ella pensaba que se trataba de la natural. Al decirle que buscara a su marido, para entonces decirle que, aunque en efecto, aquel con el cual ella estaba no era su marido, había tenido 5 maridos, ella comenzó a sospechar que él era profeta. En ese momento es que Cristo pronuncia las palabras arriba citadas acerca de la verdadera adoración. Tal como ella pensó sólo en el agua natural, física, así también se refirió a la adoración a Dios desde un lugar natural, físico: el monte cercano donde sus antepasados habían adorado... o sea, "adoración física". Cristo procede, pues, a enseñarle que la genuina adoración no se define en base al lugar físico donde se esté sino en el hecho de que un corazón temeroso de Dios le adore en espíritu y verdad, no importa dónde esté ("ni en este monte ni en Jerusalén" v. 21). De manera muy sencilla, vemos en estas palabras de Cristo que la verdadera adoración no halla su existencia real a causa del lugar dónde se esté sino porque el corazón esté ante Dios en temor, y de acuerdo a las normas de verdad que sólo se hallan en la Palabra de Dios. Adorar en "espíritu" significa adorar con todo el alma. Si las emociones de gozo, temor, y aun llanto se experimentan, pues bien sea; pero, el factor primordial es que el alma esté conscientemente adorando a su Creador, Señor y Salvador con pleno conocimiento de quién él es en toda la perfección de su santidad, gracia, poder, justicia, amor, etc.. El elemento de "verdad" entra en la experiencia de la adoración cuando todo lo que se siente en el alma y todo cuanto se "hace" en esos momentos de adoración obedecen a cualesquiera de las esferas de la Verdad de Dios reveladas en su Palabra. Si en ese proceso de adoración, sea a solas o en el colectivo de la iglesia local reunida con el particular propósito de adorar a Dios, entran elementos que claramente contravienen los preceptos y las normas bíblicas, entonces se está violando ese principio de "verdad" y se está deshonrando a Dios no importa cuánta emoción o éxtasis pueda sentirse en ese momento. No podemos dejar de decir que este principio de "en espíritu y verdad" no es una negación de la existencia o reunión de la "iglesia local" para adorar. Hemos visto cómo algunos justifican su rechazo a la "iglesia local", o sea, un grupo reunido con un nombre y en un lugar particular con una membresía participante, apelando a este principio de "en espíritu y verdad". Violentan así las enseñas igualmente bíblicas sobre la iglesia, sus líderes, componentes, instrucción, disciplina, las mutuas ayudas, oraciones y consolaciones, ofrendas, diezmosy tanto más. De hecho, quienes apelan a la adoración "en espíritu y verdad" para justificar la no-existencia de la iglesia local siempre terminan reuniéndose en grupo para recibir la instrucción de maestros designados; y ¡qué es esto sino una "iglesia local"! No estarían completas estas últimas líneas si no señalamos que la mera existencia de una "iglesia local" no significa que allí se esté adorando a Dios "en espíritu y verdad". De hecho, creemos que parte de lo que ha dado lugar a lo dicho anterior, a saber, que algunos aboguen por que no haya iglesias locales, es precisamente la triste realidad de que el hábito y la costumbre muchas veces dan lugar a la indeferencia ante el pecado. Así, cuando uno viene a ver, dicha "iglesia local" está más muerta que un muerto. La solución, sin embargo, no se halla en rechazar la legitimidad de la iglesia, ya que Cristo mismo la estableció con su sangre y la puso a funcionar en grupos locales aquí en la tierra, sino más bien en un genuino espíritu de arrepentimiento y búsqueda de Dios de tal manera que, contrario a la iglesia en Laodicea, cuyas puertas estaban cerradas aún a su Señor y Salvador, se regrese, cual la de Efeso, al primer amor. Dios nos ayude a todos los cristianos a tomar esto muy en serio y a pedirle a Dios que nos conceda arrepentimiento y verdadero avivamiento de lo alto.
Pregunta: ¿Cómo podemos hacer que la obra de Dios crezca en una ciudad saturada de idolatría? Alv... - Perú Respuesta: Es una pregunta que debiera estar en el corazón de cada hijo e hija de Dios alrededor del mundo. Cuando Cristo miró sobre Jerusalem -la rebelde y contradictoria ciudad- se afligió (Mateo 23:37). Cuando Pablo consideraba sus compueblanos, perdidos en el pecado, sentía gran dolor y compasión por ellos, llegando al punto de pedirle a Dios que lo "separara de Cristo por amor a sus hermanos" (Romanos 9:3). ¡Esa sí que es profunda y sincera compasión por los pecadores en su entorno! Su preocupación, hermano, es una muy genuina; después de todo, los hijos de Dios hemos de interesarnos por llevar el evangelio de Cristo a quienes nos rodean, con el fin de que, si Dios tuviera a bien en su gracia traer al corazón de ellos la luz del evangelio, así lo haga mediante nuestra fidelidad en la diseminación del evangelio de la gracia de Dios en Cristo. Ahora bien, sin querer sonar demasiado simplista, aunque en realidad no lo sería, la respuesta única, y bíblicamente correcta, es ésta: 1. No deje de orar a Dios por ese pueblo perdido que le rodea, suplicándole a él que muestre su misericordia y gracia... "orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17). En una recién enviada carta a una visitante a esta sección de VGC -respuesta a una pregunta hecha por una joven que nos escribió en busca de consejos debido a su preocupación por el bien espiritual de unos parientes suyos no convertidos- lo que más enfatizamos fue su necesidad de oración persistente ante el trono de Dios. Dios es Soberano; él tiene su perfecto plan, y sabe cada detalle de todo lo que va a hacer. Nosotros somos los suplicantes. Dios quiere, aun exhorta a que siempre oremos sin desfallecer. El ha asegurado que "la oración eficaz del justo tiene mucha fuerza" (Santiago 5:16b). 2. Procure vivir -con la ayuda diaria de Dios- un testimonio que claramente muestre a sus vecinos, amigos y familiares que usted vive con los ojos puestos en Cristo, dándole así sustancia y validez al testimonio verbal suyo ante ellos. Pablo le aconsejó a Timoteo como sigue: "... que el obispo (pastor)... debe tener buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo"(1 Timoteo 3:7). En otra ocasión Pablo le escribió a los cristianos en Tesalónica así: "... a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera..." (1 Tesalonicenses 4:12). Muchos otros textos bíblicos también enfatizan la gran importancia de un buen testimonio, y de cómo un mal testimonio trae mal nombre al evangelio de Cristo. 3. Ocúpese en la evangelización usando los diversos medios que Dios le provee con el fin de darle a las gentes un mensaje claro, bíblico de la realidad del pecado en que ellos están, y del único Salvador en cuya fe serán librados de su pecado y hechos hijos de luz. En Romanos 10:15 leemos que "los pies de quienes llevan las buenas nuevas son hermosos..." Las "buenas nuevas" es el evangelio de Cristo según está escrito en la Palabra de Dios. Pablo le recabó a Timoteo "que prediques la Palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y enseñanza" (2 Timoteo 4:2). Es de suma importancia asegurarse que el evangelio que está comunicando sea realmente "el evangelio" que Cristo nos enseña en su Palabra. No son pocos los que, en el nombre de Cristo, andan predicando lo que describen como "evangelio", pero que no es otra cosa que ese "otro evangelio que no es evangelio", según Pablo afirmó en Gálatas 1:6-9. Ud. podrá saber que está comunicando el verdadero evangelio cuando vea que sólo está comunicando lo escrito en la Palabra... ¡y nada más! Un sencillo ejemplo bastará para ilustrar esta afirmación. ¿Cuántas veces no ocurre que en el afán de evangelizar y el deseo de ver la conversión de pecadores a Cristo, sinceros creyentes caen en el gravísimo error de asegurarle al alma con quien hablan: "Deja que Cristo entre a tu corazón. Si no se lo permites, él no puede salvarte, pues no lo puede hacer en contra de tu voluntad". Tales palabras no meramente muestran un desconocimiento total de lo que la Biblia enseña tocante a la condición espiritual, natural del pecador sino un similar desconocimiento de lo que enseña tocante al soberano poder de Dios para salvar de acuerdo al "beneplácito de su sola voluntad" (Efesios 1:5). En su aspecto más serio, implican que lo que Dios enseña en su Palabra respecto a la incapacidad espiritual del pecador y el soberano poder de Dios para salvar es una mentira. Es una afrenta a la persona de Jesucristo, de Dios Padre y de su Espíritu. En cierto sentido creo que tal aseveración se acerca mucho -a no ser que en realidad lo sea- a la blasfemia contra el Espíritu de Dios. ¿Por qué? Porque está negando que la enseñanza bíblica que afirma que es el Espíritu de Dios quien da vida, que es la voz del Hijo de Dios que llama al corazón de sus ovejas, y que es Dios Padre quien trae al pecador a Cristo sea la verdad, sea la causa de la conversión, la regeneración. Por el contrario, está atribuyendo a otro, quien no es Dios, los factores causantes de la salvación, a saber, al pecador mismo, ya que, supuestamente, Dios sólo le puede salvar si dicho pecador se lo permite. En tal caso, quien determina es el hombre, no Dios... y ese es un abierto desafío al testimonio bíblico. Es, en efecto, atribuirle a la voluntad favorable del pecador ser la causa inicial de la obra de salvación en el pecador: "¡su voluntad lo permite!" Si el afán por ver convertidos lleva un cristiano a hablarle al pecador según acabamos de ilustrar, los resultados no podrán ser la genuina salvación. Tal vez se logre alguna especie de proselitismo, pero conversión no, debido a que realmente no se comunicó el evangelio. Fue "otro evangelio" y, según Pablo, quien trae otro evangelio será maldito por Dios (Gálatas 1:9). La situación en la que Ud. vive no es distinta, en términos fundamentales, a la que viven sus hermanos en Cristo alrededor del mundo. Todo aquel que está sin Cristo está sumido en el pecado. Las circunstancias sociales, políticas, religiosas serán variables de un país a otro, pero la verdad es que todo ser humano sin Cristo anda en las mismas tinieblas de idolatría, sea del tipo que sea... sea dónde sea. Pablo anduvo por una ciudad llena de idolatría pagana, a saber, Efeso. Otros tantos creyentes vivieron allí también. Y por lo que leemos en la Palabra acerca de esa ciudad y los cristianos que en ella vivían, vemos que en nada se levantaron cual "activistas" en contra de dicha idolatría. Más bien, predicaban a Cristo. Así, su mensaje era uno que no sólo presentaba la verdad del evangelio sino su compasión por los que andaban en tinieblas. El error y la oscuridad quedarán expuestos por "la luz de la Verdad". Todos los hermanos de ellos -en otras ciudades- vivían la misma experiencia, a saber, andando fielmente ante el Señor "en medio de una nación maligna y perversa... donde vivían irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación tortuosa y perversa" (Filipenses 2:15), palabras que, aunque son descriptivas de los creyentes en Filipos, también debieron ser fiel descripción de los demás cristianos doquier vivían (¡y vivimos!). Es lo que usted tiene en su derredor... es lo que yo tengo aquí también. Nuestra labor ha de ser siempre la de vivir en el temor de Dios, procurando en toda comunicación con los pecadores dejar entre ellos el efecto de la luz. Para mí, uno de los pasajes más contundentes en cuanto a cómo hemos de vivir, no sólo ante Dios sino para con el mundo que nos rodea, es 2 Pedro 3:9-14. En especial, fíjese en el v. 11, y 14, que nos muestran cómo hemos de vivir en piedad y el temor de Dios. Eso será lo que haga que, ante los pecadores, seamos como una ciudad levantada sobre un monte, una luz sobre la mesa. Veamos un extracto de dicho pasaje bíblico: "Puesto
que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡qué clase de
personas debéis ser en vuestra conducta santa y en
En conclusión, debo enfatizar el hecho de que a nosotros, los hijos de Dios, nos corresponde esa obra viva del testimonio santo y agradable a Dios. A él le toca obrar vida en el muerto conforme a su propósito eterno. La experiencia de muchos años me ha enseñado que cuando olvidamos que Dios es "quien añade a la iglesia los que han de ser salvos" (Hechos 2:47), nos ocupamos en desarrollar "métodos" para fomentar la "conversión" de los pecadores. Si no mantenemos claro que una cosa es la labor del que siembra y otra es la de quien da el crecimiento, caeremos en el error de creer -y así obrar- que a nosotros nos toca producir las llamadas "decisiones" que usualmente son interpretadas como "conversión". Las "decisiones" siempre serán producto de la voluntad humana; la "conversión del alma" siempre será obra del Espíritu vivificador de Dios. Y el tiempo siempre dará fe de quién fue el que obró en dicho corazón que ahora profesa "religión": o fue Dios, o la voluntad humana. En el primer caso hay vida eterna; en el segundo hay sólo engaño propio. Lo triste de tal caso es que el estado actual, tan decaído, deprimente y comprometido con el mundo de lo que se presenta ante el mundo como "cristiano" se debe, precisamente, a que tantos y tantos creyentes han olvidado que la "salvación pertenece a Dios". El día que los verdaderos hijos de Dios volvamos a ver, creer y practicar la verdad bíblica de que Dios es quien "obra el querer como el hacer por su buena voluntad" (Filipenses 2:13) -lo que incluye obrar vida en un muerto- y que a nosotros lo que nos corresponde es ser fiel hasta la muerte en el testimonio a la verdad, será el día en que tal vez comencemos a ver un obrar poderoso de parte de Dios entre los perdidos. Dios no dará su gloria a sus criaturas. Cuando nuestra práctica (nuestro testimonio) da a entender que somos nosotros los que con grandes esfuerzos logramos la conversión del pecador, caemos en el serio error de estarle robando la gloria a Dios aunque, generalmente hablando, las supuestas "conversiones" logradas de esa manera a la larga se dejan ver por lo que en realidad son... profesiones espúrreas, no genuinas. De hecho, es esa triste realidad la que hace que tantos supuestos "convertidos" luego ataquen y critiquen tanto a los cristianos, alegando que "todos son unos hipócritas", pues, nos miden a todos según ellos mismos se sienten... falsos, engañados, etc. Y en cierta medida tienen razón, ya que sus "conversiones" tan a menudo son el producto de evangelizadores que, desconociendo realmente en qué consiste el evangelio, les aseguraron que con sólo ejercer su voluntad podrían tener la vida eterna. No tenga duda de que por más "decisiones" que haga un pecador, hasta que Dios no obre vida en él o ella, no conocerá la vida en Cristo. No importa cuántas veces se bautice; no importa cuántas veces se le entreviste en la radio o en la televisión como una "figura conocida" que nació de nuevo, no posee vida eterna en Cristo si el Padre no es quien le ha traído al Hijo. Otra triste realidad que a menudo vemos es cuando la aparente "no conversión" se le achaca a la "falta de fe" del supuesto convertido en lugar de verla por lo que es, a saber: que la "teología evangelizadora" del evangelizador carecía de fundamento bíblico... que le atribuyó la habilidad para creer a quien Dios dice en su Palabra que está "muerto en sus delitos y pecados" (Efesios 2:1-5). La ausencia de conversión en tal alma no se debió a que le faltaba fe -contrastado con quien sí tenía- sino al hecho de que se le aseguró que sería salvo con sólo repetir unas palabras, con tomar una "decisión". Ahora bien, si el Espíritu de Dios es quien comunica fe al pecador a través de un fiel testimonio a la verdad del evangelio, entonces sí que se verá el "fruto del arrepentimiento" (Hebreos 13:15); se verá que hay nueva vida, una "nueva criatura en Cristo" (2 Corintios 5:17). Esto lo he observado mucho, y trae gran pesar a mi corazón. Si lo que el mundo observara en los creyentes fuese una verdadera vida santa, consistentemente pía, sabrían que se trata de algo genuino. Pero, son muchísimos los supuestos "convertidos" a quienes se les alaba por su "conversión", por su "entrega", por su "decisión" y que luego se les ve ir el camino de "la puerca lavada que vuelve a revolcarse en el lodo, o como el perro que regresa a su vómito" (2 Pedro 1:22). Se observa tan a menudo cómo gente de la farándula, del mundo deportivo, etc., hablan tan fácilmente de que "han nacido de nuevo", de que "se han convertido" debido a una predicación defectuosa del genuino evangelio bíblico. No dudo de que aquí y allá se hallarán casos genuinos de conversión obrada por el Espíritu de Dios; pero, la verdad del caso es que el tiempo siempre dará a conocer quien fue "conocido de Dios" por una obra de gracia y quien fue llevado a una decisión de su propia voluntad que, a fin de cuentas, no resultó en genuina conversión, sólo una fachada temporera que les brindó cierta "celebridad" en lo que lo novedoso se desvaneció. El evangelio defectuoso predicado por muchos ya no comunica "la vergüenza (o el escándalo) de la cruz" (1 Pedro 2:8 y Gálatas 5:11) sino más bien un atractivo popular ante los admiradores. Una de las futuras evidencias de genuina conversión en estos casos será el rechazo paulatino de sus semejantes. El evangelio de Cristo aún reclama del nuevo convertido que "negándose a sí mismo, tome su cruz diariamente y siga a Cristo" (Lucas 9:23). En
el afán por lograr convertidos -meta que debemos desear- son muchos
los cristianos que han pretendido ser tanto el Dios le ayude a comprender ésto, y a recibir aliento en su corazón de que, si se ocupa en obedecer a Dios como él manda en toda su vida, tal vez algún día verá el fruto de la siembra cuando el Dador de vida, Cristo, obre en esos corazones que oyeron, y vieron, la Palabra en Ud. Nunca olvidemos que la Biblia enseña que es Cristo mismo quien da vida: "Así también el Hijo da vida a los que quiere" (Juan 5:21). Esta obra de dar vida la efectúa mediante "el lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo" (Tito 3:5). Ahí reside la voluntad causante, efectuadora de la vida en el pecador. Por el otro lado, el cristiano es quien tiene la responsabilidad de "predicar la Palabra a tiempo, y fuera de tiempo". Será Dios quien dará la vida a la semilla de la Palabra, haciéndola prosperar de acuerdo a su soberano propósito en gloria. No quiero concluir sin una palabra final para cualquier lector de estas líneas que aún no sabe lo que es conocer a Cristo de una manera salvadora. Ha leído arriba que la voluntad para lograr la salvación del pecado no reside en usted ni puede ser producida por usted debido a su condición de pecado ante Dios. ¿Qué, pues, puede hacer? A la que usted sienta en su corazón el peso, la realidad de su estado pecaminoso ante Dios, acuda a Dios... busque de él con corazón sincero. Clame a él que tenga misericordia de su alma. Suplíquele que muestre su gracia para con usted. Pídale desde un corazón arrepentido de su pecado que él vea bien perdonarle su pecado por la sangre de Cristo. No dude de que Dios vaya a obrar en usted, ya que él ha prometido que a "quienes él trae al Hijo, éstos no serán echados fuera" (Juan 6:37). Y, sólo siendo traído de Dios es que un pecador viene sin reclamos personales sino sólo con súplicas de que se le muestre a él o ella la misericrodia de Dios. Si aún no conoce a Cristo, le urgimos a que clame a Dios antes de que sea demasiado tarde para usted. La gloria sea toda para él por los siglos de los siglos.
Pregunta: ¿Quién fue el que cambió el sábado por el domingo? R. J. - USA Respuesta: Su pregunta, aunque breve, es una muy importante pues en el fondo tiene que ver con la temática de los dos pactos, siendo el sábado la señal de uno de éstos, y siendo el primer día de la semana el día en que Cristo resucitó de los muertos, habiendo ya establecido con victoria el nuevo pacto en su sangre. Todos sabemos que tenemos distintas religiones y numerosas denominaciones que atan su celebración principal de la semana a la observación del sábado literal ya que, en sus bases doctrinales, están adheridos a esa vertiente de interpretación teológica que tiene como legítima y actual el dominio de la ley mosaica, a saber, los diez mandamientos, sobre su fe. No sé si esta pregunta surgió porque vio alguna otra respuesta en nuestra sección afín, o si fue que llegó a ver los dos libros que tenemos en línea sobre este mismo tema. Asumiré que no vio estos libros, por lo que le invito a entrar a vozdegracia.com donde deberá escoger el enlace "libros". Tanto "Esta Copa es el Nuevo Pacto en mi Sangre" como "Tablas de Piedra" tratan el tema de la diferencia entre el pacto antiguo y el nuevo. Aunque el tema del sábado no se aborda como uno separado, hallará buenas exposiciones bíblicas que le ayudarán a comprender de dónde fue que vino la importancia del sábado bajo la economía espiritual judaica así como la evidente razón por la cual el sábado haya dejado de ser legítimamente un día requerido una vez dió inicio el pacto nuevo en Cristo. Si lee con cuidado el material indicado, se dará cuenta de que fue Dios quien estableció un pacto con el pueblo de Israel cuando los tomó de la mano para sacarlos de Egipto. Las Escrituras enseñan que Dios incluyó como uno de los mandamientos principales -el 4to, que trata del sábado- aquel que imponía con fuerza de ley divina la observación del séptimo día como uno de descanso. Además, Dios estableció ese mandamiento como "la señal" del pacto. La práctica de que una ley, un convenio, un pacto incluyese una ley "señal" era de común uso entre las culturas de aquel tiempo. La "señal" de un pacto era en sí el requerimiento más importante de todos en el sentido de que la sumisión a la misma daba fe de que uno estaba sometido a toda la ley; la rebeldía contra dicha señal -aunque uno obedeciera otras partes de la ley en cuestión- manifestaba un rechazo tajante a la ley completa. De que el sábado fuera especificamente la señal del pacto antiguo no hay la más mínima duda, si es que se aceptan las Escrituras como evidencia suficiente. Por lo tanto, el requerimiento para observar el sábado sin hacer trabajo alguno no fue un mandamiento de orden natural, moral, sino más bien de carácter legal... era la "señal" de ese pacto. Para los muchos textos que son evidencia de lo que aquí afirmamos le rogamos pasen al libro de J. Reisinger, "Tablas de Piedra", que está en vozdegracia.com -una vez allí seleccione el enlace "Libros", y luego el libro "Tablas de Piedra". La Palabra de Dios nos revela que Cristo puso fin al pacto antiguo mediante su muerte en cruz. La sangre que él vertió en la cruz vino a ser el fundamento del "pacto nuevo" en su sangre. Cuando Cristo participó con sus discípulos de la cena de la pascua por última vez, al tomar la copa en sus manos, les dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre..." (1 Corintios 11:25). Las narraciones de dicho evento en los Evangelios también confirman estas palabras de Cristo. (Le recomendamos que en el URL ofrecido arriba, también pase al libro ya señalado de título "Esta Copa es el Nuevo Pacto en Mi Sangre"). A fin de cuenta, el "pacto nuevo" dio por terminado al antiguo, y ésto tiene un claro efecto en el requerimiento tocante a la observación del sábado. Mientras estaba en vigor dicha ley de pacto, la obediencia a su señal era evidencia de igual obediencia a dicha ley. Mas, si esa ley ya no es, entonces es académico todo lo que toca en la observación o no-observación de la misma. Hebreos 7:12 nos dice que "...cambiado el sacerdocio, necesariamente ocurre también cambio de ley". El libro de Hebreos es clave en la enseñanza de que un nuevo Sacerdote (Cristo) quitó el lugar al sacerdocio humano, antiguo. Aquel quien es Sacerdote según el orden de Melchisedec puso a un lado a quien era sacerdote según el orden levítico. Con la ley quitada... ¿qué más diremos sobre ese sábado que fue señal de dicha ley? Pues, que dejó de ser como día ordenado por Dios. Y si dejó de ser; dejó de ser requerido su uso. Ahora
bien, ¿de dónde surge el domingo, o "primer día
de la semana? Una posición tomada va así: "Que
como Cristo murió y estableció su pacto en su sangre, él
mudó el día de descanso al primer día". Y otros
expresan la misma teoría en variadas formas, Recuerdo que hace unos años surgió una polémica pública sobre el asunto del comercio en los domingos, y cómo debía el gobierno local incidir con leyes que de una manera u otra controlaran el comercio en dicho día. De ahí que se oyeron muchas voces hablar. Muchos evangélicos pedían que se legalizara el domingo como día cerrado para el comercio a fin de que la gente fuera a la iglesia. Algunos de éstos argumentaban que el domingo era el "día de descanso" establecido por Dios -es decir, sábado- sólo que lo había cambiado al domingo luego de la resurrección de Cristo. De ahí que se oyó la voz oficial de los Adventistas del 7mo día, y otras denominaciones que dicen ser del "7mo día". ¿Qué dijeron? Pues, ¡la verdad! Dijeron que en ningún lugar de la Biblia había un claro mandamiento que autorizara el cambio del sábado al domingo... que la ley de los diez mandamientos no puede ser cambiada, alterada, etc. Y en ésto, ¡tenían y tienen la razón! Pero, lea cuidadosamente lo que sigue... La verdad bíblica es sólo UNA sobre este tema, y la evidencia contundente de la Palabra de Dios en este asunto no deja lugar a duda alguna sobre qué pasó con la ley del pacto antiguo, a saber, los diez mandamientos. No fueron modificados, alterados, ajustados a un nuevo tiempo. ¡No! Fue anulado dicho pacto antiguo, pues dio lugar a que Cristo estableciera un nuevo pacto en su lugar. Hebreos 8:13 es muy claro cuando dice: "Nuevo pacto ha dado por anticuado al primero, y lo que se da por anticuado y se envejece, está próximo a desaparecer". De que el pacto nuevo sustituyera al antiguo no hay la más mínima duda, si nos dejamos llevar del testimonio bíblico. Por tanto, argüir que el domingo tiene algún valor basado en lo que una vez fue el sábado del pacto antiguo es argüir sin base alguna. ¡Es intentar dar vida a lo que Dios mató! Sin embargo, vemos que en el Nuevo Testamento se habla del primer día. Lo primero que ocurrió en ese día fue que cuando las mujeres fueron muy de mañana a la tumba, hallaron que Jesús había resucitado. Si se lee con mucho cuidado y con un corazón abierto, podrá apreciar que jamás se expresa algún requerimiento de que el 1er día de la semana habría de ser un día de observación requerida, obligada... ni de los labios del Cristo resucitado ni de sus discípulos en sus ministerios posteriores se oyeron tales palabras instructivas. Lo
que sí vemos es que, al principio, la iglesia se reunía todos
los días, y luego se menciona específicamente que se reunían
los primeros días de la semana también. Pablo le escribió
a los corintios a fin de que cuando se reuniesen cada primer día
de la semana, apartaran las ofrendas que habrían de ser colectadas
como una ayuda a los necesitados creyentes de Jerusalem
Podemos, pues, asegurar dos cosas: primero, que se ve el uso del primer día como un día de reunión para la iglesia cristiana; segundo, que dado el caso de que NO hay ni siquiera el más mínimo indicio de que haya sido por ordenamiento, tal uso del día por los primeros creyentes vino a ser -y sigue siendo- un ejemplo de un "precedente". Hay otras consideraciones que podrían traerse a la mesa de discusión, tal como el precedente "creacional" del "descanso" de Dios en el día séptimo de la creación. De aquí se aducen factores prácticos, etc., que tienen su valor y mérito. Que el cuerpo humano necesite descansar a menudo es una realidad. Que la iglesia tenga un día (o más días) semanal para su reunión tiene sentido, y se presta para cierta disciplina en el hábito de congregarse. Pero, decir todo esto es una cosa, y decir que el domingo ES un día ordenado por Dios es otra cosa muy distinta con lo cual hay que tener mucho cuidado. En términos espirituales, el cristiano que ama a Dios no necesita de una regla, una orden, etc., para adorar a Dios. Deseará reunirse con otros hijos de Dios para adorar a su Señor, sea el día que sea. Hay quienes viven en países donde el día oficial de descanso por ley es otro que no sea domingo. ¿Se afectaría de manera negativa la adoración de cristianos en tal país si se ajustaran al ordenamiento civil para reunirse como iglesia en el día libre para la mayoría? Claro que no. Mas, quienes se aferran a que el domingo ES el "sábado" mudado al 1er día y viven sujetados a la ley antigua -que aún piensan es la ley vigente sobre ellos- verán tal reunión en un día que no sea domingo como contrario a la voluntad de Dios. Podrían estar convencidos de que pecan si no se reunen en el 1er día, creando toda suerte de problemas a la membresía de tal iglesia. Damos gracias a Dios que él no tiene a su pueblo sujetado a la observación de un día particular. Sabemos que cada día es "un día del Señor, hecho por él para que nos alegremos y nos gocemos en él". Cristo es nuestro verdadero sábado, nuestro eterno descanso. El testimonio de Hebreos 4 es muy claro en este sentido, de que nuestro descanso ya no está en "un día" sino en una Persona, Cristo Jesús. Termino con un sencillo ejemplo de nuestro propio ministerio como iglesia del Señor. Cuando se nos preguntó que ¿cuál era nuestra base, como iglesia, para requerir la asistencia de los miembros de la iglesia a los servicios del domingo, dado el caso de que entendemos que Dios no nos ha dado un día particular, requerido para adorarle a él. La respuesta fue muy sencilla... y bíblica: "No dejando de congregarnos, como alguno tienen por costumbre..." (Hebreos 10:25), nos enseña que el deber, la obligación de nuestra reunión en la iglesia local no se fundamenta sobre tal o cuál día en que se reuna sino en el hecho del acuerdo disciplinado de que la iglesia ha escogido tales días para su reunión. ¡Ya! Una congregación debe hallarse reunida porque han llegado al acuerdo, como cuerpo, de que tales días será cuando nos reuniremos. Si es domingo, martes y viernes; o si es domingo y miércoles; o si es viernes y lunes, etc., etc. El Señor estará presente con ellos, no por el día que sea sino porque "están reunidos en su nombre". Si llegáramos a entender estas realidades bíblicas, no minaría nuestro deseo de reunirnos. Por el contrario, nos estumularía a ser fiel por la verdadera razón de ser, o verdadera motivación de la reunión de los santos, a saber: congregarnos para adorar al Señor en todas las maneras que él nos provee y para ser instruídos en su Palabra. Pero, si procuramos reunirnos en tal día porque insistimos en que ese día es "santo" o requerido específicamente por el Señor, perpetuamos el legalismo, robando así a los santos congregados el gozo y la libertad de saber que están congregados en el nombre de aquel -y en su presencia también- quien dio su sangre para darles a ellos la vida eterna que descansa en su sangre del nuevo pacto. Dios nos ayude a aprender de Cristo y, así, andar en él.
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