¿QUIÉN ES... QUIÉN HACE A UN SANTO?
(viene de la 1ra página)


 .....En primer lugar, preguntamos, pues,

¿Quién es un santo?

 Si nos dejamos llevar sólo por la Biblia, la respuesta es ésta:

1. "Vosotros, pues, hermanos santos, que participáis de la vocación celeste, considerad al Apóstol y Pontífice de nuestra confesión, Jesús..." (Hebreos 3:1).

2. "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con El por mil años" (Apocalípsis 20:6).

3. "Temed a Yavé vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen" (Salmo 34:9[10]).

4. "...a todos los amados de Dios, llamados santos, que estáis en Roma, la gracia y la paz con vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Romanos 1:7).

5. "Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y su hermana, a Olimpia y a todos los santos que viven con ellos" (Romano 16:15).

6. "...El nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos santos e inmaculados ante El en caridad...
(Efesios 1:4).

7. "Por tanto, ya no sois extrajeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios..."
(Efesios 2:19).

8. "...para que... habite Cristo por la fe en vuestros corazones, y arraigados y fundados en la caridad, podáis comprender en unión con todos los santos para que podáis comprender... la caridad de Cristo... la plenitud de Dios" (Efesios 3:16-19).

9. "Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo. Os saludan todos los santos..." (Filipenses 4:21,22).

10. "A los santos y fieles, hermanos en Cristo que moran en Colosas..." (Colosenses 1:2).

11. "Y a vosotros, otro tiempo extranjeros y enemigos en el pensamiento por las malas obras, pero ahora os ha reconciliado en el cuerpo de su carne por su muerte, para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de El"
(Colosenses 1:22).

12. "Vosotros, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia..." (Colosenses 3:12).

13. "...recomendada por sus buenas obras en la crianza de sus hijos, en la hospitalidad con los peregrinos, en lavar los pies de los santos, en socorrer a los atribulados y en la práctica de toda obra buena" (1 Timoteo 5:10).

14. "Que no es Dios injusto para que se olvide de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y perseverado en servirles" (Hebreos 6:10).

15. "Saludad a todos vuestros jefes y a todos los santos..." (Hebreos 13:24).

16. "Yo os encomiendo al Señor y a la palabra de su gracia; al que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados" (Hechos 20:32).

17. "...a la iglesia de Dios en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar..."
(1 Corintios 1:2).

18. "Y algunos esto erais, pero habéis sido lavados; habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Corintios 6:11).

19. "Porque todos, así el que santifica como los santificados, de uno solo vienen, y, por tanto, no se avergüenza de llamarlos hermanos" (Hebreos 2:11).

20. "En virtud de esta voluntad somos nosotros santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una sola vez
(Hebreos 10:10).

21. "De manera que con una sola oblación perfeccionó para siempre a los santificados. Y nos lo certifica el Espíritu Santo..." (Hebreos 10:14).

 Sirvan estos 21 textos de la Biblia -citados, como indicamos al principio, de una edición católica romana de la Biblia- como una breve muestra de los muchos textos de ambos Testamentos que nos hablan sobre este tan importante tema de la "santidad" y de la única, exclusiva fuenta o causa de esa santidad.

 Varias cosas deberían sobresaltar ante los ojos de nuestro corazón al leer dichos textos:

 Primero, que los santos, o santificados, son seres humanos vivientes que han gozado de la obra de la misericordia y gracia de Dios en sus espíritus... aquí en la tierra, no después de la muerte. Al morir dichos santos -o creyentes en Cristo- seguirán siendo santos en el cielo, ocupados todos en la constante adoración al Cordero, Jesucristo.

 Segundo, que antes de ser "santificados", eran, como todo ser humano aparte de Cristo, pecadores en necesidad del perdón de sus pecados y la salvación de su alma. Al venir a Cristo por medio de la fe -una obra exclusiva de la gracia de Dios- hallan el perdón completo, perfecto de sus pecados. Su estado de "santos" no les llega después de la muerte por decreto de hombres sino en vida, aquí, antes de morir, mediante la fe en Cristo, Salvador.

 El texto 2 -arriba- hace referencia a la "primera resurrección", que no es otra cosa que la "conversión a Cristo". Quien tiene parte en esa "resurrección de muerte espiritual a vida espiritual en Cristo" -lo que la Biblia llama el "nuevo nacimiento"- es un santo. Y, el testimonio bíblico es consistente al especificar que ese "nuevo nacimiento", ese "venir a Cristo en fe" es algo que sólo ocurre aquí en la tierra mientras se está vivo... antes de la muerte. No es por decreto póstumo de líderes religiosos, ya sean evangélicos o no, sino mediante ese acto de fe de un pecador penitente, quien busca en Cristo la salvación de su alma, que se llega a ser "santo".

 Tercero, que como santos, todo pecador "salvado mediante la fe en Cristo" requiere de la constante gracia de Dios y la fe para, así, poder andar agradablemente ante él. Es decir, su condición de "santos", aunque los ha colocado en una relación muy especial y bendecida con Dios, no los ha librado de su necesidad diaria de hallar en el Señor su edificación y crecimiento espiritual.

 En segundo lugar, preguntamos, pues,

¿Quién es el que hace a un santo? Ningún texto de los citados arriba -y ninguno de los muchos más que no citamos- atribuye a otro, que no sea Dios mismo, ser la causa o fuente de la santificación. Ningún apóstol de Cristo hacía santo a un pecador; ningún siervo de Dios posterior a los apóstoles tuvo, ni tiene la autoridad o el poder para tal obra. Es una obra que sólo puede hacer Aquel quien dio su sangre: la sangre que santifica. La única intervención nuestra en la santificación de un pecador es aquella por medio de la cual le llevamos el evangelio salvador a los perdidos en el pecado. Eso es todo... ¡nada más!

 Si la Palabra escuchada ha de obrar salvadoramente en el que oye depende, exclusivamente, de la voluntad y la obra de Dios. Ningún humano... repito, ¡ningún humano!... ha recibido de Dios la facultad como para declarar "santo" a persona alguna. Esa es prerrogativa única de Dios, y quien pretende poseer tal poder o autoridad es un usurpador, un anticristo (que significa, uno que pretende sustituir a Cristo en su persona u obra).

 Las religiones de los hombres siempre se han encargado de crear esquemas diversos para hacer atractiva su religión, para ofrecer a sus seguidores algo que les brinde esperanza e interés en su religión. Y, declarar "venerables" (beatos) y/o "santos" a ciertas personas luego de que hayan muerto -así como hemos visto en estos días en Roma- es uno de esos esquemas creativos, muestra de la inventiva humana apartada del favor y la verdad de Dios. No lo decimos con el fin de ofender. Es, sencillamente, una verdad que hay que confrontar.

 El romanismo se atribuye la autoridad de declarar a unos pocos "santos" muchos años después de haber muerto, estando ya estos en el destino eterno del alma, ya sea ante el Señor Jesucristo por haber sido salvo por él aquí en la tierra mediante la fe salvadora, o en el infierno, lugar de castigo eterno que Dios ha preparado para el diablo y sus ángeles, así como todos los que mueren sin Cristo.

 Sin embargo, la Biblia, la Palabra de Dios -la misma Biblia que se usa en la iglesia romana- da fe de que Uno solo santifica, y ese es Dios. Igualmente enseña esa Palabra eterna que Dios hace "santo" a un pecador aquí en la tierra, mediante la fe en Cristo, antes de haber muerto, ya que los muertos dejan atrás la última oportunidad de acogerse a la misericordia de Dios el instante en que parten hacia la eternidad. Ese es el consistente y fiel testimonio de la Biblia... ¡Sí, aún de la edición romana! Reitero que ésto no lo decimos por ofender, por atacar, o por aquello de echarnos enemigos encima. ¡Mil veces no! Tenemos que decirlo porque es la verdad, y porque sólo oyendo la verdad de Dios es que un pecador podrá llegar a conocer la única y verdadera santidad mediante la fe en la sangre de Cristo.

 Resumiendo, pues: El testimonio es meridianamente claro en el sentido de que, 1. El único que puede hacer un "santo" es nuestro eterno Dios; 2. Sólo hace a un "santo" de un pecador mientras aún vive en esta tierra... antes de morir; no después, y, 3. Sólo hace "santo" a ese pecador cuando éste se arrepiente ante Dios de su pecado y pone su fe en la persona y obra de Jesucristo.

 No podemos terminar estas breves palabras sin tratar una cosa más, ya anticipada desde la primera página, a saber, el asunto de la "intercesión". Con gran tristeza de corazón he escuchado a compueblanos míos expresar su gozo al saber que, ahora, el nuevo "beato puertorriqueño" -ya rumbo a la supuesta santidad- podrá interceder ante el Señor a favor de quienes oran en su nombre. Aparte de que esto refleja desconocimiento total de lo que la Biblia dice al respecto, es, realmente, una expresión que raya en la blasfemia debido a que atribuye a uno que no es Cristo esa exclusiva obra intercesora que sólo le pertenece a Dios Hijo, el Señor Jesucristo. Y de eso es que se trata cuando de la blasfemia hablamos, a saber: el atribuir a uno que no es Dios aquella obra que sólo Dios hace.

 Aunque este tema realmente merece un estudio extendido, basta con citar sólo cuatro textos -de la Biblia Nácar-Colunga- como base afirmativa de lo que acabo de decir:

"Porque uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Jesucristo" (1 Timoteo 2:15).

"...y lo que pidiereis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo; si me pidieréis alguna cosa en mi nombre, yo la haré" (Juan 14:13,14).

"No me habéis elegido vosotros a mí, sino yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayaís y déis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que cuando pidiereis al Padre en mi nombre os lo dé" (Juan 15:16).

"...en verdad os digo: Cuando pidiereis al Padre, os lo dará en mí nombre... pedid y recibiréis" (Juan 16:23,24).

 El testimonio bíblico es claro, irrefutable. Aquellos que enseñan a orar a un intercesor ante Dios que no sea Cristo, enseñan sólo la mentira; quien sigue tales consejos errados deberá entender que la Biblia afirma que sus oraciones o sacrificios son "abominación a Dios"... ¡tan contrario a cómo Dios ve las oraciones de los rectos! (Proverbios 15:8)  Dios ayude a cada lector a escudriñar estas breves palabras que ofrecemos con el fin de mostrarles el único camino a Dios y la vida eterna, el Señor Jesucristo.

 No importa cuan bondadosos hayan sido en vida las personas que el romanismo católico "eleve a la santidad" o a un lugar cercano a ella, todo es un esfuerzo fútil, pues el único intercesor entre Dios y los hombres sigue siendo Cristo, y así será hasta la eternidad. Cristo es el "abogado" de los suyos. En Hebreos 7:25: "Y es, por tanto, perfecto su poder de salvar a los que por Él se acercan a Dios y siempre vive para interceder por ellos."

 Cristo es, también, Salvador de su madre María, quien en un momento dado glorificó a Dios, diciendo: "Mi alma engrandece al Señor" y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador" (Lucas 1:47). No olvidemos que Cristo dijo: "El que me ha visto, ha visto al Padre" (Juan 14:9). En otras palabras, hay un solo Salvador, un solo Mediador o Intercesor; ese es Jesucristo. No hay, ni habrá otro así sea uno de los santos de Dios.

 Oramos que Dios conceda luz espiritual a muchos antes de que sea demasiado tarde para buscar de él. Quiera Dios tocar a muchas almas para que vengan, creyendo, en el único Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.

D. Surpless - Director VGC


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