Indice de preguntas en esta página:
1. ¿Cómo enfrento a mis padres sin lastimarlos?E. - Ecuador
 2. ¿Por qué un viudo debe casarse, según 1 Corintios?   V.M.L. - Colombia
 3. ¿Por qué hay depresión en los jóvenes actualmente?   Rosa N. - Chile

Pregunta: "Soy un joven cristiano... tengo problemas con mis padres.  ¿Cómo los enfrento sin lastimarlos?  Ellos ya saben que sigo al Señor.E.  -  Ecuador
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espuesta: Damos gracias a Dios que este joven cristiano del Ecuador expresa su sincero deseo de poder mantener una buena relación con sus padres.  Uno de los primeros pasos a tomar en cualquier tipo de situación familiar similar es reconocer que hay un problema y dedicarse a la búsqueda de una solución. ¡Qué bueno oir de él palabras como estas: "no quiero lastimarlos"!  Es señal de un buen hijo, que en obediencia a la Palabra de Dios, procura honrar a sus padres... "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.  Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra" (Efesios 6:1-2).
Le invitamos a pasar a nuestra sección "Familia y Hogar" para que allí lea un breve estudio sobre este tan vital tema de la familia... en particular, la familia cristiana.
Hay mucho que decir sobre este tipo de problema, y nuestro breve espacio sólo alcanzará para ofrecer unos pocos consejos que confiamos sirvan como "punta de lanza" en su propio estudio sobre este tema tan vital que afecta a todo hijo e hija así como a todo padre (quienes también fuimos una vez hijos e hijas sujetos a sus padres).
El texto ya citado es muy claro: a los hijos Dios les requiere que obedezcan, que honren a sus padres.  Esto fue así bajo el pacto mosáico; también es la norma bajo la ley de Cristo. Notemos que no se requiere la obediencia y el honor condicionado a que los hijos estén o no de acuerdo con sus padres.  ¡No!  Es un requerimiento basado en la relación de padres/hijos... así de sencillo, no en criterios como "el estar de acuerdo o no".  Similares son los consejos que Dios da a los maridos, a las esposas, a los ciudadanos, a los gobernantes... en fin, a todos los hombres: hay unos deberes, unos respetos, unos honores que descansan no en el gusto, el acuerdo o en el favor, sino en el tan básico hecho de que Dios así lo requiere en cada relación entre seres humanos.
Al Rey (gobernante) hay que honrarle, sostenerle en oración, pagarle las contribuciones y arbitrios.  Y no porque sea del agrado de uno, sino porque Dios así lo requiere del ciudadano. Es así entre padres e hijos.  A los padres Dios les requiere que no irriten a sus hijos... que no les destruyan sus ánimos... que no los provoquen a ira (Efesios 6:4).  Los hijos podrán fallar -y así ocurre tan a menudo- pero es del padre animar, guiar, corregir, y todo ello en gran amor y paciencia, la cual a veces nos falta mucho... ¡y cómo!  Los padres podrán fallar en su comprensión a los hijos -y así también ocurre tan a menudo.  Después de todo, somos de "otra generación", ¿verdad?
Sin embargo, los padres tenemos lo que los hijos están en el proceso de adquirir, desarrollar... a saber, la madurez, la experiencia, el aprendizaje que tan a menudo nos llega a través de duras pruebas.  Los hijos que con amor y humildad obedecen y honran a sus padres recibirán el beneficio de esa madurez de los padres.  Tristemente, son muchos los hijos que se dan cuenta de ésto cuando los padres ya no están.  ¡Cuánto mejor hubiera sido honrarles y obedecerles cuando estaban en vida. Dios nos da las normas para tal relación provechosa familiar, pero está en nuestras manos obedecer a Dios.  Si no lo hacemos, desaprovecharemos sus provisiones, y le deshonraremos a él... no sólo a nuestros padres.
También hay una realidad -muy triste, por cierto- que muchos hijos convertidos sufren, a saber: el rechazo de sus padres, la falta de comprensión y/o aceptación.  He conocido de muchos casos en donde padres que no temen a Dios le hacen la vida imposible a sus hijos que se han convertido a Cristo.  Han sido expulsados de su hogar -literalmente a la calle-, desheredados -como le ocurrió a mi propio padre cuando aceptó el llamado de Dios al servicio misionero a la edad de 28- y abusados en distintas maneras.
Ante tal clase de trágica conducta de algunos padres, ¿qué ha de hacer un hijo o una hija?  Honrar a sus padres, a como dé lugar.  Si es necesario aceptar el deshaucio del hogar, pues, que así sea.  Dios les ayudará... les dará almas amorosas que les recibirán y les atenderán.  Y en todo esto, ¿qué deberá hacer el hijo que así ha sufrido? Honrar a sus padres, orar por ellos, si quizás algún día Dios tenga misericordia de ellos.
Damos estos ejemplos no porque pensemos que quien nos envía su pregunta esté pasando por algo similar, sino para afirmar el hecho de que Dios requiere de los hijos la obediencia a sus padres... el honor a ellos.  ¡Qué bueno que este joven no quiere lastimar a sus padres!  Eso revela una intención que es agradable a Dios.  No significa que los padres necesariamente corresponderán ese sentir.  Pero, Dios también los puede tocar a ellos.  Puede hacer que ellos vean en la obediente y honrosa conducta de su hijo algo que les inquiete el alma, algo que les demuestre palpablemente que Cristo reina en la vida de su hijo. Por ésto, deben los hijos creyentes ser modelos de Cristo en su relación para con sus padres.  Si son provocados, devuelvan el mal con bien.  Así darán evidencia fehaciente de que Cristo ha transformados sus vidas.
En conclusión, debemos recordar que Cristo enseñó que él vino para "traer espada... división entre padres e hijos y familiares" Mateo 10:34-39.  Un cuidadoso estudio de este pasaje bíblico muestra que Cristo no vino con una tan extraña misión como el de hacer daño a la familia y las demás relaciones humanas... claro que no.  Tampoco significan esas palabras que él se deleita en causar conflictos entre los padres y los hijos.  Es, más bien, su forma de enseñarnos que la fe en él, la obediencia a sus preceptos, el amarle a él sobre todas las cosas traerá como consecuencia natural, normal de parte del pecador, que quienes no han conocido a Cristo entrarán en algún tipo de conflicto y/o rechazo hacia quien le ha conocido, aun siendo familia de sangre.  Es así de sencillo.
Quien ha sido hecho hijo/hija de luz, es decir, hijo/hija de Dios por medio de la fe en Cristo, es una nueva criatura. Sus valores, principios, metas, deseos, etc., han cambiado; y no por fuerza o por obligación, sino por amor a Cristo. Padres no cristianos e hijos cristianos podrán conservar en gran medida las buenas relaciones entre sí.  Todo verdadero cristiano desea mantener dulces y bonitas relaciones con sus amados familiares.  Sin embargo, quien menos experimente las diferencias y tensiones resultantes de ser ahora un cristiano, en alguna medida las experimentará.
Otros experimentarán divisiones más profundas, heridas de mayor alcance. Cada cual que así sufre por causa de su fe en Cristo deberá recordar y hacer suyas las palabras del Salmo 27:10 que dicen:  "Aunque mi padre y mi madre me abandonasen, con todo, Jehová me recogerá".
A ti, joven que enviaste tan sincera pregunta, te encomendamos al Señor, pidiendo que él te de las fuerzas para amarle a él sobre todas las cosas, y que te ayude a hacer todo lo que esté a tu alcance para mantener una buena relación amorosa, de respeto y honor con tus padres.  No te sorprendas cuando vengan las dificultades, si es que Dios así lo dispusiera. Tampoco olvides, que Dios te recogerá en todo momento y te dará las fuerzas y la salida victoriosa en él.  Dios te bendiga y cuide; igualmente cualquier otro lector de estas líneas que también está pasando por similares pruebas.  Oramos, sin embargo, que Dios te conceda ser un buen embajador para con tus padres... aun llegando a verles conocer a Cristo algún día.

¡Dios te bendiga y te ayude!


Pregunta:  ¿Por qué el hombre, despues de enviudar, debe de contraer matrimonio de acuerdo a 1 Corintios 7:7? ¿Qué significa esto? R. R.  de Colombia
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espuesta:  Es posible que usted haya malentendido el significado de estos textos ya que aquí no se está enseñando que ante la viudez debe venir un nuevo matrimonio.  A grandes razgos, esta porción bíblica enseña la legitimidad del matrimonio y lo propio del deber sexual de la una parte a la otra. Sólo deben apartarse de dicha intimidad por breve tiempo por hallarse ocupados en el ayuno y la oración, y ésto, ante su mutuo consentimiento.  Deberán volver a unirse en uno a la mayor brevedad posible con tal de no caer en tentación por causa de su incontinencia.
Ahora bien, el apóstol Pablo, conociendo bien las grandes pruebas, sufrimientos y persecuciones que estos hermanos estaban sufriendo, les recomendó que, de ser posible, los no casados y los enviudados permanecieran tal como estaban, es decir: sin casarse, cosa de no traer mayores sufrimientos sobre sí mismos y las futuras familias que seguramente surgirían.
Recordemos que Pablo no se opone al matrimonio -institución establecida por Dios mismo- sino que lo recomienda y apoya en distintos puntos de sus epístolas.  El mismo verso 10 de 1 Cor. insiste en que el matrimonio se mantenga... que la una parte no abandone a la otra.
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Qué, pues, quiere decir Pablo con sus palabras: "... a los solteros y a las viudas les iría bien quedarse como yo"?  Algunos enseñan que estas palabras enfatizan el gran valor de permanecer solteros, etc. Pero, la verdad que él enseña aquí es otra, a saber:  La importancia del don de continencia.  El está diciendo, en efecto:  "Dios me ha dado el don de la continencia; quisiera yo que ustedes los solteros, etc., pudiesen vivir así".
Pero, a los que no podían vivir así les dijo: "Mejor es casarse que quemarse".
 
La virtud, pues, no estaba en la soltería, sino en el disfrute del don de continencia que sólo Dios podía dar.


Pregunta:  ¿Por qué hay depresión en los jóvenes actualmente?         Rosa... N. - Chile

Respuesta:  Desconocemos las razones que motivan a esta dama chilena a preguntar sobre este tema.  Tal vez está viviendo la realidad de tan triste situación en su medio ambiente.  Confiamos, pues, poder brindarle a ella y a los demás lectores de esta página algunos principios básicos de dirección espiritual en este tipo de problema, ya sea en la vida de sus amistades, familiares o en la suya propia... principios aplicables tanto a jóvenes como a adultos.

 Comencemos señalando que bajo ninguna circunstancia pretendemos ofrecer ayuda o consejo a quienes pudieran padecer de "depresión" cuyo origen es puramente de índole clínica, es decir, causas fisiológicas ya sea por desbalances químicos en el cuerpo u otras razones.  Nuestra lectura sobre estos temas nos confirma que, en efecto, existe la "depresión clínica" por lo que su diagnóstico y tratamiento le corresponde a profesionales en esa rama médica.  Nuestra preocupación aquí es con la "depresión" que ocurre por causas espirituales, ya sean reconocidas o no dichas causas.  La respuesta que sigue se ciñe absolutamente a ese aspecto.  Consideremos lo que nos dice la Biblia, la Palabra de Dios.

 Pienso que un buen punto de partida sería el Salmo 51, donde el salmista David escribe, motivado por un corazón adolorido por causa del pecado en que había estado viviendo; pecado que, por lo visto, pretendió por un tiempo evadir pero que, sin embargo, le estaba atormentando.  Citaremos varios de los textos claves que atañen a la situación por la que él estaba pasando.

"Yo reconozco mis delitos, y mi pecado está siempre delante de mí" (v. 3).
"
Hazme oir gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido" (v. 8).
"
No me eches de delante de ti y no retires de mí tu Santo Espíritu" (v. 11).
"
Devuélveme el gozo de tu salvación, y en espíritu de nobleza afiánzame" (v. 12).

 En primer lugar, quede muy claro para cada lector que somos todos creación de Dios.  "El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos."  Nos hizo a su semejanza de tal modo que pudiéramos tener plena comunión con él, relación que sólo produce gozo y paz espiritual.

 Al caer el hombre en pecado, el pecado pasó a todos los hombres y así, todos somos culpables pecadores ante Dios.  El nos provee camino para entrar ante él por medio de la sangre de Cristo.  Quien no se allega a él por este único camino vive desprovisto de las verdaderas fuentes y/o causas del genuino gozo y paz.  Las actividades, las metas en la vida y tantas otras cosas logran, hasta cierto punto, llenar los vacíos de un alma, pero sólo de manera temporera y, muy incompleta.

 Quien no tiene a Cristo en su corazón no tiene la posibilidad de conocer y vivir en ese genuino estado de gozo, paz y esperanza. Cuando lo material que le ocupa pierde su atractivo, su brillo, el corazón comienza a sentir el vacío, la frustración y agonía, llegando en muchas personas a producir efectos devastadores que a veces le llamamos "depresivos".  Si la Biblia nos enseña que con el pasar del tiempo los hombres malos, así como su maldad, irían de mal en peor, es de esperarse que los efectos negativos en el espíritu y las emociones también vayan incrementando a la par.

 En el caso del salmista David, tenemos un individuo que desde su juventud había estado en una espiritual relación con Dios. Era un varón "cuyo corazón andaba tras Dios".  Sin embargo, el pecado también incide en los que conocemos de veras a Cristo, y así le ocurrió a él... ¡y de qué manera!  No debería ser... pero, así ocurre.  Y si no confesamos nuestro pecado a Dios y/o contra quienes pecamos, nunca lograremos tapar esa culpa mediante la ocupación en otras cosas.

 Como quiera, siempre llega el momento en que tendremos que acostarnos a dormir, y ahí sí que la conciencia comienza a sentirse.  Son muchos los creyentes que padecen físicamente debido a causas espirituales (emocionales).  Hay quien padece de insomnio, problemas digestivos crónicos, etc. -dijimos, "hay quien... es decir, no todos necesariamente- y que busca alivio médico a dichas situaciones cuando en realidad lo que le hace falta es la sincera y honesta confesión de su pecado ante Dios.

 Volvamos a los textos citados arriba del Salmo 51.  David había pecado, y "el tiempo", la dilación no estaba proveyendo el alivio que deseaba.  "Yo reconozco mis delitos, y mi pecado está siempre delante de mí" (v. 3).  Es decir, no podía escapar de la realidad de su pecado... "estaba siempre delante de él..." en su conciencia... en su espíritu.

 "Hazme oir gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido" (v. 8).  Sus huesos estaban adoloridos, abatidos.  Hoy día buscaríamos la causa clínica, pero, ¿y si de pecado no confesado se trata?  No hay medicina en el mundo para quitar la culpa del pecado.  Sólo la confesión que descansa en los méritos de la sangre de Cristo puede dar esa paz.

 "No me eches de delante de ti y no retires de mí tu Santo Espíritu" (v. 11).  Su temor a la remoción del Espíritu de Dios de él le aterraba.  Sabía que su pecado era grande, mas, no había confesado sino hasta ahora.  Es ahora que le preocupa la realidad de que pudiera ser echado de la presencia de Dios; y de eso se trata, ya que es el Espíritu quien comunica a los redimidos de Dios la misma presencia del Padre y del Hijo, Jesucristo.

 "Devuélveme el gozo de tu salvación, y en espíritu de nobleza afiánzame" (v. 12).  Es claro que no tenía gozo.  Una persona sin gozo en su espíritu es una persona decaída, deprimida, triste,
angustiada, sola, etc.  Estaba como si fuera en arena movediza -emocional, espiritualmente hablando- sin firmeza ni estabilidad. Le pedía a Dios que le devolviera ese sentido de aplomo, de seguridad y paz en su alma.

 En conclusión, quisiera referirles a otro Salmo, esta vez el 32.
El salmista comienza diciendo: "Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y borrados sus pecados. Bienaventurado el hombre (entiéndase también la mujer) a quien no imputa Jehová la iniquidad..." (v. 1,2)  Describe ese estado de bienaventuranza -entiéndase como "gozar de bendiciones de Dios"- que goza quien ha sido perdonado.  Y, para ser perdonado se tiene que haber confesado, previamente, el pecado.  Pero, y antes de gozar de ese perdón, ¿cuál era la situación del salmista?  Veamos....

 "Mientras callé, envejeciéronse mis huesos en mi gemir todo el día.  Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; volvió mi verdor en sequedades de estío" (v. 3,4).  Es decir, sabiendo que había pecado contra Dios, permaneció callado. "Tal vez esto me pase... ya mañana estaré tranquilo..." ¡Tal vez pensó así!  Pero, mi amigo y amiga, no es así.  Negar la realidad del pecado del corazón y por ende, rehusar la confesión ante Dios, sólo puede ir secando el espíritu.  ¡Los huesos se "envejecen", se secan!

 ¿Cómo, pues, llegó a experimentar la realidad gozosa de la comunión con Dios?  Veamos.... "Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.  Confesaré, dije, contra mí mis rebeliones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado" (v. 5).  Ahí está la respuesta, mi amiga(o).  El confesó su pecado a Dios. Debe notarse que cuando dice "te declaré, y no encubrí" sólo quiere decir que estaba actuando en honestidad de espíritu ante la realidad de su pecado.  Dios no necesita ser informado de dicha condición pecaminosa.  ¡Claro que no!  "Declarar" (confesar) y "no encubrir" no son acciones para informar a Dios, sino confesiones humildes del un corazón penitente.

 Estamos convencidos de que una inmensa cantidad de creyentes que sufren de supuestos estados depresivos, de baja estima, etc., se lo deben de una manera u otra a la presencia de pecado no confesado en su vida.  Aquí en Puerto Rico tenemos un dicho folclórico así:  "No se puede tapar el cielo con la mano". Tal parece que muchos pretenden ignorar su pecado ante Dios, como si le estuvieran "tapando o escondiendo" dicha realidad.

 Como observación final debemos señalar, también, que en un cristiano la falta de fe está incluída en lo que aquí describimos como pecado.  Un(a) hijo(a) de Dios que no vive su vida ante Dios en fe sólo podrá descansar en sus propios esfuerzos, y éstos, como mucho, nada bueno traen, por lo que dicha alma experimentará la soledad de lo que es vivir alejada de Dios, sin su dirección, sin su paz.  Y ésto, porque ha apagado el Espíritu de Dios... le ha entristecido.  

 La Biblia enseña que "el justo por la fe vivirá"; es decir, su diario vivir requiere de una viva fe en Dios en todo lo que eso implica.  La vida "en Cristo" se inicia con la dádiva de fe que Dios da al pecador.  De ahí en adelante su vida diaria también ha de ser por la fe.  La única solución a tal estado es la confesión del pecado de "no creer" y la petición a Dios: "aumenta mi fe".

 Cuando el pecado es la causa del espíritu deprimido, no hay medicina en el mundo que lleve tal corazón a conocer la paz de Dios... sólo por medio de la confesión del pecado, descanzando en la sangre derramada del Señor Jesucristo, se conocerá esa paz duradera.  Por eso es que no dejaremos de llamar a los hombres al arrepentimiento de su pecado y a la fe en Cristo. Sólo así conocerán la paz, el gozo y el perdón de Dios.  Sólo así
podrá usted conocer lo que es la esperanza eterna de su alma a través de la sangre de Cristo.




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