

La
Inspiración divina de las Santas Escrituras
Teniendo
en mente el enfoque principal de este Sitio - "En Voz de Gracia...
conocerá de Cristo" - entendemos que es necesario establecer
las bases bíblicas que dan lugar a que podamos declarar, sin lugar
a duda alguna, que "la única verdad de naturaleza espiritual
y moral procede de Dios". La mente humana que no ha sido iluminada
por el Espíritu de Dios bien pudiera objetar diciendo: "¿Por
qué tengo yo que hacerle caso a la Biblia? ¿Como sé
yo que ahí es que Dios me habla? ¿Por qué no puedo
yo dejarme guiar por lo que yo creo sea la verdad, según el pensamiento
de mi mente?
Muchas
más son las preguntas que personas se hacen en su corazón
sobre este tema, algunas porque con sinceridad ignoran lo que Dios habla
al respecto y otras veces porque, sencilla- mente, se rechaza abiertamente
la existencia y/o la autoridad de Dios sobre el hombre. Sobre el tema se
han escrito muchos libros teológicos; y muy buenos, por cierto.
El enfoque en este espacio es sólo presentar de manera breve y resumida
varios principios esenciales que nos pueden ayudar e iluminar en ese sincero
deseo de conocer lo que Dios dice sobre la veracidad y la autoridad de
la Biblia, la Palabra de Dios.
 En
primer lugar, aseguramos, en efecto, que la Biblia es dada por Dios a los
hombres, inspirada, en el proceso, por su Espíritu Santo. El apóstol
Pablo le escribió al joven pastor, Timoteo, como sigue:
 "Pero
tú, persiste en lo que has aprendido, y de lo que te persuadiste,
sabiendo de quien has aprendido; y que desde la infancia
sabes las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer
sabio para salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús.
Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar,
para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a
fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado
para toda buena obra" (2 Timoteo 3:14-17).
 Pablo
le recuerda a este joven siervo de Dios que la Palabra que había
aprendido cuando niño era, en efecto, inspirada por Dios, lo que
significa que Dios la dio directamente... que él es la fuente y
que por ello no es posible que contenga error alguno. Por esa razón
dicha Palabra es útil para instruir al creyente en la fe: es
perfecta, no tiene error, sus preceptos son fieles y certeros. Un
poco más adelante en la misma carta, Pablo le advierte a Timoteo
que llegaría el día [ ¡y por cierto, llegó hace
largo tiempo! ] en que los seres humanos no sufrirán -no tolerarán
ni aceptarán- la sana doctrina (4:3)... esa que es inspirada de
Dios. Sobre este tema, el apóstol Pedro escribió así
en su segunda epístola:
 "...conociendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura
procede de interpretación privada, porque nunca la profecía
fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres
de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo"
(2 Pedro 1:20-21).
Tanto
Pedro como Pablo hacen referencia a lo que en esos días era la totalidad
de las Santas Escrituras, a saber: lo que hoy conocemos como el Antiguo
Testamento. Debe ser obvio que lo que hoy conocemos como el Nuevo Testamento
aún no se había formado. La mismas epístolas que citamos
eran en sí mismas las cartas que luego, unidas a las demás,
formarían dicho Testamento Nuevo. Eso en nada cambia lo que
aquí aseveramos. Dios hablaba a los hombres escogidos e inspirados
para que la iglesia no tuviese duda sobre la procedencia de esas Escrituras
antiguas. Fueron dadas por el Espíritu de Dios.
 Ningún
predicador, profeta, habló por el mero hecho de que decidió
por su propia voluntad hablar, escribir, predicar. ¡No! Dios
los inspiró, por lo que aquello que declaraban no eran meras opiniones
personales del momento, sino Palabra clara y directa de Dios. Tratándose
de las Escrituras del Nuevo Testamento, leemos en 1 Corintios como sigue:
 "...hablamos
sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría,
no de este mundo... sino que hablamos sabiduría de Dios
en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó
antes de los siglos para
nuestra gloria... Pero Dios nos la reveló
a nosotros por medio del Espíritu; porque el Espíritu todo
lo escudriña, aun las profundidades de Dios" (2:6,7,10).
 Al
cierre de dicha epístola, a los que aparentemente guardaban alguna
reserva sobre su autoridad divina, él escribió en el 13:3:
 "...puesto
que buscáis una prueba de que habla Cristo en mí".
 Pablo
no tenía la más mínima duda de que era Cristo mismo
el que hablaba en él. Es una clara afirmación de que
él, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, hablaba bajo
una muy definida inspiración del Espíritu de Dios.
Pablo manifiesta ese cercano vínculo a la mente de Cristo cuando
escribe a los corintios en su primera carta:
 "En
el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi
espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo..."
(5:4).  En
el capítulo 2 de su segunda carta a los corintios (citado arriba)
Pablo aseguró que
 "...nosotros
tenemos la mente de Cristo". (v. 16).
 Estos
textos bíblicos citados dan fe de que tanto en la formación
del Antiguo Testamento así como el Nuevo, los autores humanos -¡pues,
humanos eran!- fueron instrumentos en las manos de Dios para así
comunicar al hombre las instrucciones divinas y toda revelación
acerca de su voluntad para los hombres. Hay quienes ripostan a lo
aquí aseverado, arguyendo: "Pero, eso requiere fe para creerlo,
pues, no se puede 'probar' científicamente". A esto respondemos:
"Es cierto, sólo por fe se puede creer y aceptar". ¡Eso
es así!
 Una
de las razones princpales por las cuales Dios da la fe a quien regenera,
o salva, es para que sin duda o temor alguna pueda fiarse en su Santa Palabra.
Hebreos 11:1 declara que:
 "la
fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración
de las cosas que no se ven".
 A
veces sorprende ver que quienes ponen en tela de juicio la realidad de
que por fe se pueda creer en Dios y su Palabra, son los mismos que afirman
categóricamente que la teoría de la evolución es la
única verdad tocante al origen del hombre y las demás cosas.
Es interesante, cuanto menos, ver cómo quienes afirman que no se
puede creer en Dios y la Palabra se confían a lo que son nada más
teorías de humanos, mortales tales como ellos. Escuché una
vez una anécdota muy interesante.
 Se
cuenta que en un pueblecito de un lugar remoto de los Estados Unidos de
América del Norte había, entre tantos así, un viejo
que en nada creía; ¡ni en Dios! Un buen día,
un jovencito, con fama de travieso, se convirtió a Cristo. Como
en pueblo pequeño todo se conoce, no tardó mucho aquel
viejo en conocer de esa conversión. Pasaron varios días,
y aquel joven iba camino a la tienda en una diligencia por encargo de su
señora madre. El viejo lo vio, y lo llamó, diciendo:
"Me dicen que te convertiste la otra noche... que ahora estás
en la religión. ¿En que te has metido, muchacho?
¡Nada de eso es verdad! ¿Acaso no sabes que no hay Dios?
Y que haya un cielo y un infierno... ¡menos todavía!"
 El
joven, algo sorprendido, miró al viejo, y con espíritu sencillo
y el respeto debido a un hombre de mayor edad, le respondió: "Yo
todavía no entiendo mucho de esto. Hablarle de la verdad del
cielo, el infierno y de la existencia de Dios, no sé. Ahora
sí, una cosa sé, y es que si de verdad resulta que no hay
Dios y no hay cielo ni infierno, nada he perdido. Pero, si de veras
hay un Dios y un cielo y un infierno, ¡yo sé que voy rumbo
al cielo y usted al infierno! ¿Por qué no busca usted
de Dios por si acaso es verdad?"
 Ese
jovencito, en su sencillez y falta de información, poco sabía
decir. Pero, lo que dijo afirmó que "sabía en
quien había creído, y no se avengonzaba de decirlo",
así como dijo Pablo en 2 Timoteo 1:12. Es una triste realidad:
quien niega la verdad de las Escrituras se las "está jugando
fría", como suele decirce en Puerto Rico. Cuando
sea muy tarde, estando ya en el castigo eterno del infierno, no se podrá
creer en la verdad de la Palabra de Dios. Será muy tarde.
 La
Palabra de Dios urge a que se "busque de Dios mientras aún
hay tiempo". Le rogamos, amigo visitante, que considere con
gran seriedad los reclamos de la Palabra de Dios que a través de
este Sitio cibernético le presentamos. Acepte la Palabra de Dios
como la Verdad que es. Mire a Cristo, sintiendo la plaga de su corazón
y confesando en sinceridad su pecado. Si no siente de veras la realidad
de su pecado, ruéguele a Dios que haga esa obra misericordiosa en
su alma. Sólo así podrá conocer la vida eterna.
Sólo así será librado del justo castigo de Dios sobre
el pecado. Dios le ayude.
 De
tener preguntas, dudas, o sentir necesidad de más consejo espiritual
para el bien de su alma, sírvase utilizar el formulario de "e-mail"
para comunicarse con nosotros. Será un placer para nosotros
brindarle la ayuda espiritual que solicite.

Escribió: David
M. Surpless
Director - Cristo.org, Sitios hermanos y Radio Voz de Gracia
Pase al primer estudio del Hno. Félix Paulino: El Evangelio

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