Indice de preguntas en esta página:
1. ¿Cómo saber que la Biblia es Palabra de Dios?  T. R. - Chile

Pregunta:  1. ¿Qué signos concretos nos pueden ayudar a reconocer que la Biblia es la Palabra de Dios, un texto vivo, inspirado, en el cual no hay errores?  
2.  ¿De qué maneras concretas puedo darme cuenta que se da un nexo entre el proceso de crecimiento en la conciencia de uno mismo y acercamiento espiritualmente más profundo a la Biblia?           T. R. - Chile
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espuesta:  Esta doble pregunta de T. R. toca en algunos de los más básicos principios de la fe cristiana que Dios ha provisto a los suyos para su crecimiento, madurez y estabilidad espiritual.
En primer lugar, debemos entender que un cuidadoso estudio de la Biblia, la Palabra de Dios, revelará que la misma no procura ofrecer en sus páginas argumentos defensivos, corroborativos que intenten "probar" ante los hombre así la autoridad inspirada de las mismas como la existencia del Santo, trino Dios.  Tal vez debe leer esta última oración otra vez.  Lo que señalamos es de suma importancia, ya que la Biblia no fue dada por Dios para, en sus páginas inspiradas, argumentar a favor de su inherente autoridad o de la real, verdadera existencia de Dios.  ¿Qué queremos decir con estas palabras, que tal vez sean chocantes para algunos de nuestros lectores?  Significan lo siguiente:
Dios existe por sí mismo; él es eterno... nadie lo creo a él, sino que él es el Creador de todas las cosas.  El no viene ante sus criaturas para decirles: "Quiero mostrarles evidencia de que yo soy, de veras, Dios.  Quiero mostrarles pruebas de que la Biblia, mi Palabra, es realmente mía."  ¡No!  ¡Mil veces no!  Dios llega ante su creación, el hombre, y le dice: "¡Yo Soy el que soy!"  El es el eterno "Yo Soy", término/nombre que describe su eterna existencia. (Lea Exodo 3 y 4 -3:14- para numerosas ocasiones del uso de este nombre eterno de Dios.)
El libro de Hebreos -en el Nuevo Testamento- comienza su contenido textual así: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado en el Hijo, a quien designó heredero de todo, por medio del cual hizo también el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la fiel representación de su ser real, y el que sostiene todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas..." (1:1-3).
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Qué gloriosa declaración!  En ningún momento procura probar su existencia ni la autoridad de su Palabra.  La mejor manera para describir esta realidad de Dios y su Palabra en nuestra lengua es decir:  "Se da por sentada su existencia, su Ser, y la realidad de su Palabra".  Es decir:  "El es", y punto; "él habló", y punto final.  En otras palabras, el contenido de la Biblia asume la realidad de la existencia eterna de Dios y su soberana autoridad sobre todas las cosas según se revela en su santa Palabra, la Biblia.
Es así de sencillo... o de complicado, pues, entra aquí otro detalle de suma importancia, a saber: la fe que, en su gracia, Dios da a quien él la quiere dar.  La fe es "un don de Dios... no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8,9).  El que Dios exista, que él sea quien dice que es, el que su Palabra sea plenamente inspirada y sin error... todo esto lo creemos por fe. Quien no tiene esa fe que sólo Dios da no podrá creer.  Exigirá pruebas, evidencia... y es que su corazón incrédulo no alcanza a ver la existencia de Dios ni su mano en medio de la creación, los cielos y toda esa gloriosa expansión que revela la obra de su mano (Salmo 19:1).
La parte final del primer capítulo de Romanos narra el nefasto castigo a los hombres por haber ellos rehuído dar gloria a Dios por ser quien es, aun teniendo ante sí tan clara evidencia de su existencia, poder y gloria.  De hecho, entre las condenaciones que vinieron sobre los hombres por esta incredulidad ante Dios fue la entrada entre ellos de la homosexualidad y otros tantos desvarios morales, que no son otra cosa que la evidencia de que Dios no tolera el pecado, y que cada cual recibirá su castigo ya sea en vida como seguramente en la eternidad.
Dios es quien es, y por fe -que sólo él da- lo alcanzamos a ver así, y a gozarnos de tan gloriosa comunión con él. No tengo que ir en busca de pruebas de que él existe, o de que su Palabra sea verdad, pues su Espíritu, quien mora en mí -y en todo aquel que ha creído en Cristo- me testifica, sin lugar a duda alguna, que Dios es verdadero, y su Palabra, Verdad eterna.
No como prueba, sino sólo como demostraciones dadas por la gracia de Dios, es digno notar aquí que todo genuino, serio descubrimiento hecho en las ciencias, sean cuáles sean, siempre corrobora que cualquier detalle mencionado en la Biblia que guarde relación alguna con dichas áreas de la ciencia siempre resultan ser -en su momento- corroboradas.  Historiadores incrédulos se han burlado ante lo que insistían eran errores en la data histórica bíblica; en otras áreas de las ciencias han hecho lo propio.  Sin embargo, ellos o sus seguidores llegan a pasar la vergüenza de que sus negaciones, su postulados fantaciosos quedan al descubierto como los errores que son.
En Dios no hay error alguno, y toda historia honesta, toda ciencia genuina siempre corroborará lo dicho por Dios en su Palabra; después de todo, él es el Obrador de la historia y el Creador de todo aquello que la ciencia pretende estudiar.  Si él no hubiese creado, no habría ciencia humana ni hombres para cometer tanto error y desvarío por causa de su pecado.  Demos siempre a Dios toda gloria y honor, pues sólo él es Dios, y lo ha sido desde toda la eternidad.  El que algunos no lo crean no cambiará los hechos: ¡él es Dios eterno; su Palabra veraz!
En cuanto a la segunda pregunta, debemos notar que es, precisamente, el crecimiento o aprovechamiento espiritual de una vida lo que da fe de que la Palabra de Dios está allí, obrando franco crecimiento.  Cuando en nuestro corazón, o consciencia palpamos que nuestra conducta hacia Dios y ante los hombres es una que evidencia que verdaderamente su Palabra ejerce influencia y control, sabemos sin lugar a dudas que tal conducta es el fruto de la Palabra en nosotros.  Algunos pasajes -entre tantísimos- que tocan en esta área de la vida cristiana son los siguientes, comenzando con varios del Salmo 119:
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Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová" (119:1). Note aquí que "el andar en la ley de Jehová" (su Palabra) se manifiesta en "perfección de camino".
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Con qué limpiará el joven su camino?  Con guardar tu palabra" (119:9). Note aquí que "camino limpio" es el resultado de "guardar tu palabra".
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En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti" (119:11). Note aquí que el "no pecar contra ti" es resultado de "guardar tus dichos".
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Por tus mandamientos he adquirido inteligencia; por eso, odio todo camino de mentira" (119:104).  Note aquí que "odiar los caminos del mal" es el fruto de "adquirir inteligencia de los mandamientos de Dios".
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Mi refugio y mi escudo eres tú; en tu palabra espero" (119:114). Note aquí que hallar "refugio y escudo" (defensa) en Dios es el resultado de "esperar en su palabra".
En fin, el Salmo 119 es, esencialmente, un testimonio cantado del efecto poderoso, ayudador de la Palabra de Dios al corazón. Y así hay cientos de textos más que nos enseñan que el fiel testimonio de la obra y presencia de la Palabra de Dios en una vida es su "aprovechamiento espiritual".  Varios más son:
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Hijo mío, si recibes mis palabras, y guardas mis mandamientos dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría;  Si inclinas tu corazón a la prudencia,  Si clamas a la ineligencia y a la prudencia das voces;  Si como a la plata la buscas, y la rebuscas como a tesoros;  Entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios..." (Proverbios 2:1-5).
Este, como tantos otros textos en Proverbios,  vinculan el temor de Dios en una vida -que se muestra a través de una conducta espiritual y obediencia- con la entrada de la Palabra al corazón.  Eso es muy claro.
Varios textos más sobre este tema se hallan en 2 de Timoteo: "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza rectamente la Palabra de verdad" (2:15).  "Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra" (3:16,17).
Note, en estos dos textos citados, que el que uno pueda "presentarse aprobado ante Dios" depende directamente de que la Palabra de Dios sea bien trazada, estudiada, conocida por el tal.  Además, el que uno esté "preparado para toda buena obra" depende directamente de que la Palabra de Dios esté firmemente anclada en el corazón de un creyente.
Es el fruto espiritual lo que dará fe de que verdaderamente conocemos a Cristo, de que su Palabra está en nuestros corazones... no meramente en nuestras mentes.  Dios ayude a todo verdadero cristiano a entender ésto e implementarlo, por la gracia de Dios, en su corazón.

 

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