Estudios Bíblicos Expositivos


"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 2:11-21 "No Desecho la Gracia de Dios."
Puede leer Gálatas 2 aquí.  El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente.

 Al continuar en el estudio del capítulo 2, hagámonos varias 
preguntas claves:

1. Pablo resistió, cara a cara, a Pedro... ¿Por qué
2. ¿De qué consistió la simulación o hipocresía de Pedro?  
3. ¿Qué es la verdad del evangelio violentada por Pedro? 
4. ¿Qué son las obras de la ley en que Pedro tropezaba?
5. "Edificar las cosas que destruí"... ¿Qué significa?
6. "Muerto a la ley por medio de la ley"... ¿Qué significa?
7. ¿Qué significó Pablo cuando dijo, "Vivo en la fe"?
8. ¿Cómo podemos "desechar la gracia de Dios"?

 Al seguir en nuestro estudio de esta inspirada y tan importante epístola enviada por Pablo a las iglesias en la región de Galacia, hacemos hincapié en que debemos cuidarnos de no perder de vista lo que hasta aquí hemos leído y estudiado: el tema tan importante que el apóstol está trayendo ante la consideración de estos creyentes que estaban bajo el insidioso asecho de los judaizantes en esa región. De lo contrario, caeremos fácilmente en ese peligroso error de "no ver la unidad temática" de la carta, para en su lugar ver una variedad de temas buenos, importantes, pero, no entrelazados entre si.

 Teniendo en mente tal consejo, consideremos el contenido textual que nos espera en estos versos del 2:11 hasta el :21. ¿Está el apóstol meramente narrándoles un aislado episodio que ocurrió en la iglesia de Antioquía durante la visita de Pedro, o es que aquí tenemos algo mucho más allá de un mero recuento histórico de un triste evento en la vida de ambos? Sin rodeo o explicación adicional, declaramos, sin titubeo alguno, que este recuento que Pablo le comunica a sus hermanos gálatas tiene íntima relación con el argumento teológico, doctrinal de la carta.

 Es más, es una de las piezas claves en el extenso argumento que está por comenzar, en el cual se demuestra, con pruebas claras y contundentes, la gloriosa verdad evangélica de que el nuevo pacto en la sangre de Cristo dio por terminado el pacto antiguo de la ley mosaica, los diez mandamientos. Tampoco debemos perder de vista que en esta porción de su carta a los creyentes en Galacia, el apóstol Pablo les narra, de manera completa, lo que él le dijo a Pedro cuando lo reprendió ante todos. Es decir, desde la segunda mitad del v.14 hasta el v.21, inclusive, son las palabras originales que Pablo dirigió a Pedro, delante de todos, en la iglesia de Antioquía. Comprender esto último será de mucha ayuda en el entendimiento de sus palabras a Pedro.

 Antes de considerar las ocho preguntas ofrecidas como guión de estudio en este capítulo, deberíamos preguntarnos: ¿Cuándo ocurrió este episodio entre Pablo y Bernabé? Lucas no nos narra detalle alguno sobre este evento en los Hechos de los Apóstoles por lo que sólo podemos sugerir que, muy probablemente, ocurrió después del Concilio en Jerusalén, luego de que Pablo y Bernabé regresaran a la iglesia en Antioquia, lugar donde permanecieron "por algún tiempo" (Hechos 15:33). De dicho "concilio" habían surgido unos consejos espirituales para los creyentes gentiles en Antioquía. Pedro fue uno de los apóstoles que, junto a Jacobo y otros, articularon dichos consejos, por lo que no nos extrañaría que dentro de pocos días, él quisiera visitar a estos hermanos para ver, con sus propios ojos, lo que Pablo les había contado. Repetimos: esa es nuestra opinión, ya que nada hay escrito sobre tales detalles específicos..

 Lo cierto es que, aquí, Pablo no ofrece un mero recuento histórico por aquello de que sepamos algo que Lucas no narró. ¡No! Es, más bien, un recuento -de una conducta totalmente reprochable de parte del apóstol Pedro- con el propósito muy específico de instruir, mediante dicho ejemplo, a los creyentes en Galacia. Revela no meramente su hipocresía en medio de la situación sino la causa de su error, a saber, su ambivalente conducta que delataba su desconocimiento de que, bajo la gracia del nuevo pacto, él estaba ya libre de la ley de Moisés porque ésta ya había caducado como ley rectora sobre su fe y la fe de la iglesia de Jesucristo.

 La semilla del error y pecado de Pedro se había estado sembrando en la región de Galacia. Había que cortar dicho mal desde la raiz. Era asunto muy serio el que los creyentes "ordinarios" en la iglesia estuvieran expuestos a las doctrinas erradas de los judaizantes legalistas. ¡Cuánto más serio el que un apóstol de la verdad estuviera tropezando en algo tan fundamental de la fe de Cristo! ¡Y ese pecado sigue siendo una realidad hoy en día... no lo dude ni por un solo segundo!

I. Pablo resistió, cara a cara, a Pedro... ¿Por qué?

 El v.11 dice que "cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque se había hecho digno de reprensión". En otras palabras, algo ocurrió en la conducta de Pedro que mereció una reprensión inmediata -"cara a cara"- de parte de Pablo. ¿Por qué no habrá escogido hablarle o reprenderle a solas, sin que nadie más se enterara? Después de todo, así es que se haría hoy, en ese remoto caso de que un creyente realmente procediera a reprender a su hermano en Cristo. Nos es difícil entender este tipo de conducta hoy en día, tal vez porque hemos perdido el celo por la pureza del evangelio... ese testimonio personal que refleja, para bien o para mal, sobre nuestro Señor y Salvador.

 Como pastor, he procurado enseñar a las ovejas según estas normas bíblicas de conducta cristiana. No es que andemos como espías buscando a ver de qué podemos acusar al hermano. ¡Mil veces no! Sin embargo, me temo que la mayoría de nosotros los cristianos padecemos de ese temor o miedo a las reacciones del prójimo. Preferimos "verle y dejarle" en su andar desobediente antes que hacerle el bien de corregirle en el temor de Dios.

 Por otro lado, demasiados cristianos son tan defensivos que, ante la más mínima palabra de corrección de un hermano que le ama en Cristo, surge la expresión de molestia o inconformidad, la defensa de lo indefensible, etc., etc. Quiera Dios darnos corazones que acepten la corrección apropiada cuando nos llega de parte de un(a) hermano(a) amoroso(a), así como darnos ese amor sincero que, como Pablo, no nos inhiba de hablarle cara a cara a otro creyente que tropieza en su pecado... que sepamos lo que es vivir de acuerdo a estas palabras: "Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguien le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte su alma, y cubrirá una multitud de pecados" (Santiago 5:19,20).

II. ¿De qué consistió la simulación o hipocresía de Pedro?

 Los versos 12-13 nos dicen que "...antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se separaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y de su simulación (hipocresía) participaron también los demás judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos".

 Tal parece que al poco tiempo de Pedro llegar como visitante a la iglesia en Antioquía, otros de los hermanos judíos convertidos de Jerusalén también decidieron llegar hasta allí para compartir con Pedro y los demás las bendiciones espirituales que Pablo les había contado. Jacobo es el hermano de Jesús, quien parece haber sido el anciano principal de la iglesia en Jerusalén y, al decirnos que vinieron "de parte de Jacobo", queda claro que su visita fue por encomienda de él. Hasta aquí, todo bien. ¡Qué bueno que hayan venido para auscultar personalmente la obra que Dios había hecho en Antioquía entre los gentiles!

 Sin embargo, las próximas palabras nos revelan un cambio abrupto en la conducta de Pedro. Todo indica que hasta que llegaron los hermanos de Jerusalén, él se sentía muy cómodo en compañía de estos gentiles convertidos. Como diríamos aquí en Puerto Rico, estaba de "tú a tú" con ellos. Pero, su conducta sufrió un repentino cambio al llegar sus hermanos judíos, convertidos de Jerusalén. Ahora, él se "retraía" de los gentiles. Sólo podemos suponer las razones, ya que "el porqué" no se nos ofrece de manera específica. Sabemos que los judíos seguían ciertas reglas de "limpieza" y/o "pureza" que los mantenía separados de todo lo que se pudiera considerar inmundo... ésto debido a la ley de Moisés y sus diversos reglamentos. Y esa separación de lo "inmundo" incluía, también, a los gentiles.

 Pero, estos hombres eran creyentes en Cristo; la ley de Moisés había sido abolida al morir Cristo en la cruz; para todo efecto de la actual ley de Dios (la de Cristo) que regía en la iglesia, ya no estaban bajo la mosaica. Mas, ellos aún no habían comprendido esta gran verdad. Decían tener la vida eterna que sólo se recibe en Cristo, pero, seguían reglamentos mosaicos como si la ley de los 10 mandamientos fuera aún vigente. Había una mezcla "extraña" en su fe y práctica, y fue la conducta hipócrita de Pedro la que puso de manifiesto su errada fe y práctica.

 Resumiendo, pues, esta observación del apóstol Pablo, vemos que la "simulación" o hipocresía de Pedro consistió en su abrupto cambio de conducta hacia los creyentes gentiles de Antioquía: antes comía con ellos -tenía comunión abierta- mas ahora les "sacaba el cuerpo". ¡Cuánto habrá chocado este cambio de conducta a esos amados hermanos! Seguramente se habrán preguntado: "¿Qué habrá pasado con nuestro hermano Pedro? Ayer él no se comportaba así. Ahora, como que no nos conoce, como que no somos hermanos. ¿Qué será... por qué disimulará"?

 Pudiéramos visualizar tal conducta en nuestros tiempos con una ilustración personal de este servidor. Soy cuarta generación de un emigrado de Irlanda a los Estados Unidos de América del Norte. Aunque nací en este último, llegué a lo que llamo mi nación terrenal, Puerto Rico, a los cinco años de edad; ¡eso ocurrió hace 55 años! Por tanto, mi aspecto físico es más europeo que hispano, no importa cuan "quemado" del sol esté. Sin embargo, me siento como uno con mis hermanos en Cristo y compueblanos hispanos, no importa en qué país vivan. Quienes me conocen y han compartido conmigo son testigos de ésto que afirmo. Nunca se han sentido que, en mí, tienen un extraño en su medio; tampoco me he sentido extraño en el suyo.

 Ahora, si el día que me acompañara un visitante anglosajón en cualquiera de mis visitas de ministerio entre mis hermanos hispanohablantes, yo diera lugar a un comportamiento en el que se manifestara cierta "separación o frialdad" hacia esos mismos hermanos con quienes tan cercana y afectuosamente he sido en toda momento, habría lugar para que alguien se preguntara: "¿Y qué será lo que pasa con el hermano David? ¿Será que teme mostrar la misma cercanía y el mismo amor debido a la presencia de este ministro visitante quien no es hispano?" Tales preguntas y dudas serían de esperarse, pues, mi conducta habría sido un cambio radical de como era antes. ¿Cuál sería la razón para tal cambio?

 En el caso de Pedro, este cambio tenía una causa, una razón de ser muy clara, muy específica; no buena, y mucho menos loable, pero muy real, ¡y censurable!. Consideremos, pues...

III. ¿Qué es la verdad del evangelio violentada por Pedro?

El v.14 lee así: "Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles, y no como judío, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar?"

 La reprensión pública hecha por Pablo hacia su hermano en Cristo, Pedro, acusa directamente la desobediencia de éste a la "verdad del evangelio", por lo que, obviamente, algo en ese disimulo de Pedro significaba que andaba contrario a las normas del evangelio de Cristo. Pablo no lo está reprendiendo por algo que pasó cuando hablaron en privado o por algún desliz personal que le llegó a su atención. ¡No! Su disimulo o hipocresía ante sus hermanos de Antioquía y los que llegaron de Jerusalén fue un acto de desobediencia a la verdad del evangelio. ¿Y cómo puede ser tal acto una desobediencia tan sería? Es sencillo...

 La ley de Dios dada bajo Moisés -los 10 mandamientos, las tablas de la ley, las tablas de piedra, el pacto hecho en Sinaí- era una que requería: "Haz", y prometía: "Vivirás" (Exodo 19: 4-6; Deuteronomio 5:33). Pero, Cristo puso fin a ese pacto cuando murió en la cruz y, bajo el nuevo pacto que él estableció mediante su sangre -lo recordamos cada vez que tomamos de la copa durante la cena del Señor- la palabra es: "Creed", y la promesa es: "Vivirás" (Juan 3:16 y muchos más).

 A grandes razgos, vemos que la ley del pacto antiguo -el de la ley mosaica- era una de obras, imposibles de producir debido al pecado del corazón de cada uno, mientras que el pacto nuevo es uno en donde la obra requerida la hizo Cristo, cuando ganó por su obediencia la justicia prometida y, a través de su sangre, pagó el precio demandado sobre cada uno de los sustituídos. El pacto nuevo era -y aún es- uno de fe en la obra completa del Señor en la cruz. Los requerimientos del pacto antiguo, así sean unos pocos, o aun uno sólo, no son opcionales para la iglesia de Cristo bajo el nuevo pacto: quedaron atrás, anuladas, caducadas, o cualquier otro término que signifique lo mismo.

 Por eso, el mero hecho de que Pedro -y los que le imitaron tan vergonzosamente- se dejara llevar en su conducta por cualquier elemento de esa ley caducada, mostraba que andaba en abierta desobediencia a la "verdad del evangelio", lo entendiera así en el momento o no. Como ya indicamos, aunque Pablo no menciona el reglamento, ordenanza o ley específica a la que Pedro, en ese momento, se estaba sometiendo tan hipócritamente, sabemos, en sentido general, además de por las palabras de Pablo, que en el corazón o fondo de la conducta de Pedro estaba esa dicotomía entre la ley antigua -ya no vigente- y la de Cristo, que tan evidentemente éste aún no había llegado a entender o a vivir.

 Si estuviera andando en la perfecta luz del evangelio, no hubiera actuado de esa manera. ¡Cuán necesario es que cada hijo(a) de Dios procure aprender de Cristo la verdad del evangelio a fin de vivir de acuerdo a ella! Tal vez -y lo más probable- no será que estemos a punto de someternos a la ya caduca ley de Moisés; es más probable que en nuestra vida se trate de la gran variedad de tentaciones que enfrentamos a diario , las cuales, si nos llevan tras si, nos llevarán a desobedecer la tan amplia verdad del evangelio, que no sólo nos libró de la ley del viejo pacto sino que también nos libra, a diario, del pecado que nos rodea..

 Pero, en el caso de Pedro, no se trataba de tentaciones comunes hacia el pecado. ¡No! En su caso, se trataba de un acto que, virtualmente, mostraba total rechazo del evangelio de Cristo en virtud de que por su conducta estaba diciendo, en efecto, "la ley mosaica aún obra en mí, por lo que la debo obedecer en este particular que hoy atañe a mi vida". Más adelante veremos cómo Pablo llega a dejar la puerta abierta a la posibilidad de que la gracia de Dios no hubiere aún obrado en el corazón de Pedro. ¡Así de serio fue su pecado!

 Vemos que las palabras de Pablo reconocen que Pedro, un judío convertido a Cristo, había estado conduciéndose de lo más bien, propiamente entre sus hermanos en Cristo gentiles ("...vives como los gentiles") sin mostrar ataduras a las variadas costumbres judías, que serían normales en él. Su pregunta a Pedro, "¿como obligas a los gentiles a judaizar?", muestra, por el otro lado, que la conducta simulada de éste, ante la llegada de sus compañeros judíos de Jerusalén, era, en efecto, una acción que "forzaba sobre esos gentiles creyentes" la noción de que aquello de la tradición antigua, judáica que lo movió a "poner cierta distancia entre él y ellos" -haya sido cual haya sido la motivación- aún era legítimo ante Dios; es decir, que los cambios propiciados por el advenimiento del nuevo pacto no eran legítimos.

 Al examinar cuidadosamente este pasaje bíblico, no vemos acción alguna de parte de Pedro en el sentido de que hubiere estado instruyendo u obligando con argumento de palabra a que estos gentiles judaizaran. Por el contrario, su conducta con ellos fue una de franca y sincera confraternización cristiana. Por tanto, no queda duda de que esa acción de "obligar a los gentiles" -de la que le acusa Pablo- no es otra que no sea "la obligación mediante la fuerza del ejemplo". Seguramente que nuestras diversas culturas hispanas tendrán algún refrán local que comunique la idea de que "el ejemplo de nuestra conducta habla más fuertemente, con más peso que nuestras palabras". Eso fue lo que ocurrió ese día en Antioquía: Pedro había hablado con su "ejemplo contradictorio a la verdad del evangelio" y Pablo, guiado del Espíritu de Dios, le reprendió por tal conducta.

 Es importante notar que este episodio del "mal testimonio de Pedro" es comunicado por Pablo a los hermanos gálatas por la sencilla razón de que dicha conducta de Pedro es una clara muestra del error y el pecado que se comete cuando uno no se somete a la verdad del evangelio, la cual nos enseña que la conducta de la iglesia de Cristo es una que solamente será aceptable ante Dios si está fundamentada en la ley de Cristo del nuevo pacto. Cualquier intento por mantener viva la ley de Moises o los 10 mandamientos sólo será una resistencia a la verdad del evangelio. No importa la fachada externa que se le ponga a esa resistencia a la ley de Cristo; será, siempre, un acto que niegue la suficiencia y perfección del nuevo pacto que Cristo obró en la cruz mediante su sangre derramada. Dios no ofrece otra opción que no sea esa: resistencia a su evangelio.

 Resumiendo este punto, vemos, pues, que la conducta falsa, simulada, hipócrita de Pedro reveló que su causa principal era la falta de entendimiento acerca de la clara diferencia entre la ley de Moisés que, como pacto, había caducado el instante en que Dios rompió el velo de arriba abajo el mismo instante en que Cristo dio su espíritu al morir, y el nuevo y mejor pacto en Cristo que dio por terminado al antiguo pacto de los 10 mandamientos. Además, su conducta era, para todo efecto práctico, una acción que obligaba al creyente gentil a entender que lo nuevo en Cristo no había dado por terminado lo antiguo bajo Moisés.

 IV. ¿Qué son las obras de la ley en que Pedro tropezaba?

 Esta frase, "obras de la ley", es una que ha sido tergiversada por muchos maestros de la Biblia, seguramente sin comprender lo que hacen. En el capítulo 3 de Gálatas, veremos el uso del término en varias ocasiones. Invariablemente, quienes enseñan que la iglesia está bajo una "ley eterna de Dios, la ley mosaica de los 10 mandamientos" insistirán, de una manera u otra, que estas "obras de la ley" no son otra cosa que "el obrar de la carne" en su pecado natural, es decir, "las obras de la carne", término usado en Gálatas 5 -ciertamente- para refierirse, sin lugar a dudas, a la conducta pecaminosa de la carne.

 Sin embargo, igualar "las obras de la ley" con "las obras de la carne" -en el caso que acabo de señalar- es ser deshonesto con las Escrituras inspiradas; es manipular la Palabra con el fin de acomodarla a unas teorías preestablecidas, teorías que responden a escritos de hombres con el fin de dar fundamento a enseñanzas y prácticas tradicionales que no se quieren dejar atrás en las sombras, en la oscuridad de donde proceden y a donde pertenecen.

 ¿Qué son, pues, las "obras de la ley" a las que se refiere Pablo en el v.16? Notemos, en primer lugar, que Pablo le señala a Pedro una dicotomía -una oposición entre si- de dos opciones o vías por medio de las cuales se podría hallar la justificación del alma ante Dios, a saber: 
  1. Mediante "
las obras de la ley", o
  2. Mediante "
la fe de Jesucristo".

 Según la teoría alegada por algunos -mencionada arriba- estas dos opciones serían:
  1. Justificación mediante el pecar(la carne), o
  2. Justificación mediante "la fe en Jesucristo".

 Adelantándonos un poco al 3:2, vemos que Pablo le pregunta a los creyentes gálatas: "Recibistéis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oir con fe?" ¿Será que les está preguntando si fueron salvos mediante "una vida de pecado" según se contrasta con "la fe en Cristo"? La respuesta bíblica es sencilla, es clara: Por "obras de la ley" NO se tiene en mente una "vida de pecado, desobediencia, libertinaje", etc., etc. ¡Claro que no!

 Las "obras de la ley" no son otra cosa que "ese esfuerzo en la conducta diaria por implementar y obedecer los mandamientos" requeridos por el pacto antiguo mosaico y todas sus leyes, mandamientos y ordenanzas subsidiarias. ¡Ni más ni menos! No hay duda de que los esfuerzos por cumplir esas leyes aparte de fe dada por Dios venían a ser obras infructuosas. Ya veremos, luego, la imposibilidad de poder obedecer a cabalidad dicha ley, todo por causa del estado pecaminoso del hombre ante Dios. Veremos cómo la infracción a un solo mandamiento hacía culpable a la persona como desobediente a toda la ley.

 Al final del v.16 Pablo enfatiza -¡y cómo!- que nadie será justificado a base de "las obras de la ley". Yerra de manera muy seria quien enseña que estas palabras significan que un ser humano no podrá ser justificado ante Dios mediante las obras de pecado de su carne. Eso es atentar contra el mensaje de esta carta inspirada; es trastocar la verdad enseñada de que "nadie podía ser justificado ante Dios mediante su esfuerzo por obedecer la ley mosaica del pacto antiguo". Pero, quienes procuran mantener viva y vigente la ley de los 10 mandamientos sobre la iglesia de Cristo, caerán en este grave error. Domina en ellos el afán por mantener viva una tradición de hombres antes que el llegar a conocer lo que Dios enseña en su Palabra.

 Su errada tesis de que la ley de los 10 mandamientos es "ley eterna para la iglesia de Cristo" les obligará a interpretar y enseñar las "obras de la ley" no por lo que son sino como esos esfuerzos de la carne que intentan hacer obras buenas para así ganar el favor de Dios. Pero, "obras buenas" de la carne son sinónimas con "obras pecaminosas de la carne", pues, todo lo que procede de nuestros esfuerzos humanos, carnales no es otra cosa que pecado ante los ojos de un Dios santo.

 Los que no se atreven negar que estas palabras, "obras de la ley", se refieren a la ley de los 10 mandamientos, le buscan "la vuelta", enseñando que es una referencia a unas tales "leyes ceremoniales". Es decir, admitirán la relación general a la ley mosaica, pero negarán que se trate de los 10 mandamientos en si, señalando, más bien, a las "leyes ceremoniales" como las "imposibles de cumplir" a fin de lograr adquirir justificación ante Dios. Tal postura doctrinal muestra plena ceguedad de las claras enseñanzas bíblicas en el sentido de que los 10 mandamientos eran "el pacto que obligaba al pueblo a Dios" y los demás preceptos y mandamientos eran las implementaciones detalladas del pacto.

 El arca se llamaba "arca del pacto" no por la vara de Aarón o el maná que tenía en su interior sino porque allí estaban las dos "tablas del testimonio" o del "pacto". Toda la religión judía giraba alrededor no de las ceremonias sino del pacto que requería esas ceremonias. Por tanto, enseñar que las ceremonias cesaron a la vez que el pacto supuestamente sigue vigente es cerrar los ojos al testimonio bíblico. (Le recomiendo la lectura del libro "Tablas de Piedra" -sobre este tema- en nuestro sitio hermano Voz de Gracia. Trata todos los textos bíblicos sobre el tema.

 Cuando Cristo murió en la cruz, dejó atrás el pacto antiguo; no era ya un pacto de ley vigente. Por consiguiente, toda ley accesoria, tales como las que afectaban lo civil, lo moral, la salud, la familia, etc., etc., quedó cesante en su carácter como ley obligatoria debido a que el "corazón" de dichas leyes, el pacto mosaico de los 10 mandamientos, había sido sustituída por un pacto mejor con mejores promesas (Hebreos 8). Tanto la ley del pacto como el sacerdote que la administraba quedaron cesantes cuando Cristo murió (Hebreos 7:12).

 Resumiendo, pues, este punto, vemos que el serio pecado de la conducta de Pedro ese día reveló que aún estaba dando lugar a ciertos aspectos de la ley mosaica que habían caducado; y, darle lugar a cualquier parte de esa ley "ya caducada" era legitimarla en el presente, "obligar" mediante el ejemplo que dice que "aún es válida para nosotros" esta ley. En ello, Pedro violentó la perfecta obra de Cristo en la cruz y puso en tela de juicio su relación -aunque fuera por unos minutos- a la ley de Cristo del nuevo pacto. No había sido un pequeño error que se podía pasar por alto; por el contrario, la implicación doctrinal de su conducta puso en tela de juicio la obra redentora de Cristo, la sangre derramada que estableció el nuevo pacto, pacto que no puede coexistir junto al pacto antiguo.

 Son mutuamente exclusivos, si es que recibimos el testimonio de la Biblia. Un ejemplo contemporáneo del error de Pedro se observa en iglesias que, por un lado, enseñan a sus miembros la actual legitimidad y vigencia de los 10 mandamientos sobre sus almas como "la eterna ley de Dios" y por el otro lado celebran la cena del Señor, llevando la copa a sus labios mientras escuchan leerse las palabras de Cristo, "Esta copa es mi sangre del nuevo pacto". Predican la ley mosaica como "la vigente ley eterna de Dios sobre ellos" a la vez que beben de la copa que simboliza la verdad de que Cristo puso fin al pacto bajo el cual pretenden ellos vivir. ¡No disciernen la copa del Señor!

 Es una absoluta dicotomía; es una contradicción; ambas cosas no pueden ser la verdad. Pablo reprendió a Pedro "delante de todos" por este pecado de hipocresía. ¿Haremos menos los que hoy observamos similares contradicciones y afrentas a la verdad? No es asunto de la "sinceridad" de la persona. Se puede ser muy sincero y a la vez estar muy equivocado. Le invito a leer mi libro, "Esta Copa Es El Nuevo Pacto En Mi Sangre" sobre este mismo tema. Era muy evidente que Pedro no había "destruído" algo que, para Pablo, ya había sido "destruído". Consideremos...

V. "Edificar las cosas que destruí"... ¿Qué significa?

 Lo primero que le invito a observar es "la voz" del verbo usado por Pablo para describir su muy personal posición ante este tema tan serio que queda de relieve a través de la reprensión que le hace a Pedro. Fíjese que Pablo dice "destruí".

 Comparemos esta "voz verbal" con otros verbos ya usados en sus palabras públicas de reprensión a Pedro. En el v.16 le dijo: "...nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados a base de la fe de Cristo, y no de las obras de la ley...". Le dice, "nosotros... hemos..."; es decir, incluye a Pedro como beneficiario junto a si mismo de esa preciosa experiencia de haber creído, de haber sido justificados. Es decir, no pone en tela de juicio la profesión de fe en Cristo de parte de Pedro. Le da el beneficio de la duda; lo trata como un hermano en Cristo. Se trata de "tú y yo".

 De igual manera, cuando en el v.17 hace una ligera mención de la muy real posibilidad de que, siendo justificados por la fe de Cristo, pudieran aun así caer en pecado, preguntándole si tal eventualidad haría a Cristo un ministro de pecado, le dice, "si hemos sido hallados pecadores...". Es decir, lo incluye junto a si como un creyente que pudiera tropezar en el pecado. Mas, en el v.18 vemos un giro en esta voz verbal que, en el v.19, se hace muy patente como un testimonio absolutamente personal de Pablo. Esto deja abierta la puerta para una clara duda, de parte de Pablo, sobre lo que ha o no ha ocurrido en el espíritu de Pedro tocante a la ley mosaica y su vigencia en él.

 En el v.18, Pablo dice: "Porque si vuelvo a edificar las mismas cosas que destruí, me constituyo transgresor." No le dice a Pedro: "Tú has vuelto a edificar...", pues queda sobre el tapete la interrogante de si "había destruído" o no aquello a lo cual se refiere Pablo, que no es otra cosa que la vigencia de la ley del pacto sobre su espíritu. Vemos en estas palabras cómo Pablo va estableciendo "distancia" entre si y la fe y práctica de su hermano Pedro. Pablo está claro; él sabe "en quién ha creído", pero quiere poner a Pedro a pensar, a examinarse, a pasar por la vergüenza de ser reprendido debido a su pecado público.

 La implicación de sus palabras para con Pedro es evidente. Están calculadas como para que Pedro se pregunte si en realidad él ha "destruído" el dominio de la ley mosaica en su vida, o si habiéndola destruído, la ha vuelto a edificar. Aquí se ve claramente que el pacto nuevo en Cristo y el pacto antiguo de los 10 mandamientos son dos cosas distintas, mutuamente exclusivas, aunque en su origen ambos vinieron de la mano de Dios. Si lo viejo ha pasado, ha sido "destruído"; lo "nuevo" es lo que toma su lugar. Pero, si se vuelve a edificar lo viejo, Dios dice que se ha transgredido... ("transgresor me hago" v.18). ¿Trasgresor de qué? De la ley de Cristo, de la ley de Dios para su iglesia que está fundamentada sobre la sangre del nuevo pacto.

 ¿Entendemos el significado tan serio de todo esto? Resumimos este punto enfatizando que todo intento por mantener vigente sobre la iglesia de Cristo -sea colectivamente como una congregación o como oveja de Cristo particular- cualquier parte de la ley del antiguo pacto es "transgredir" la Palabra de Cristo que ha sido dada para su instrucción y dirección. No importa cuánto se llegue a afirmar que "creemos en Cristo; que predicamos el evangelio de Cristo en su sangre", u otras expresiones similares, la verdad del caso es que pretender añadir a la ley de Cristo cualquier parte de la ley de Moisés es una transgresión contra Dios y su Palabra. ¡Es un asunto serio! ¡Es un pecado por el cual darán cuenta los culpables!

 La manera más fácil para saber si una iglesia mantiene a sus ovejas sujetadas a la ley de Moisés es preguntar, averiguar, si predican los diez mandamientos como "ley vigente" sobre las almas del pueblo de Dios. No importa si le llaman a esa antigua ley "la eterna ley de Dios" o si usan otros nombres. No es el nombre peculiar que lleve dicho grupo, iglesia o secta: es la naturaleza de su postura "doctrinal, teológica". Si enseñan que los 10 mandamientos son ley presente, vigente sobre la iglesia, si enseñan que el primer día de la semana es el sábado mosaico mudado a un nuevo día, mas, con la misma santidad y obligación de observarlo, están incurriendo en la misma "transgresión" de la que fue culpable Pedro.

 No se trata de pequeñeces en la doctrina de la iglesia, sino de la misma legitimidad del evangelio de Cristo. O se vive al amparo de "las obras de la ley" -imposible de hacer, además de ser un reto a la verdad del evangelio- o se es justificado por la fe de Jesucristo. Ambas no pueden ser, pues, son contradictorias o como ya dijimos, mutuamente exclusivas.

 Resumiendo, pues, este punto, vemos que Pablo, luego de darle el beneficio de la duda a su hermano en Cristo, Pedro, en cuanto a su participación junto a Pablo en la "fe de Jesucristo", abre la puerta a un área en donde él está claro en cuanto a lo que ha recibido de Cristo por la gracia, aunque no incluye a Pedro, por el momento, en esa particular seguridad de saber que su fe en Cristo ha roto con la pasada ley de Moisés. Veremos, ahora, cómo Pablo identificará su total "muerte" a la ley de Moisés, cosa que definitivamente no se ve en su hermano Pedro.

VI. "Muerto a la ley por medio de la ley"... ¿Qué significa?

 En el v.19, Pablo le narra a los gálatas que también le dijo a Pedro: "Porque por medio de la ley yo soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios." ¡Palabras asombrosas, llenas de significado! Veamos, pues, qué es lo que él le ha dicho a Pedro:

1. "Porque por medio de la ley...
2. "...yo soy muerto para la ley...
3. "...a fin de vivir para Dios".

 Primero, "la ley" (el pacto antiguo, los 10 mandamientos) tuvo su función legítima en algún momento: "por medio de la ley...". A la luz de los argumentos que hallaremos en el capítulo 3, además de la innegable realidad histórica de la vida de Pablo quien, como Saulo, fue un celoso seguidor de dicha ley hasta el punto de perseguir a los cristianos, pensando en ello servir a Dios, no cabe duda de que él había entendido que la ley, en su momento de vigencia legítima -por haber sido dada por Dios- había obrado según el plan de Dios, trayendo su propio deceso mediante el advenimiento de Cristo y, así, el establecimiento del pacto nuevo bajo el cual el creyente está fuera del alcance de la ley antigua. El viejo pacto dio lugar al nuevo (Hebreos 8).

 Es necesario, sin embargo, señalar que la función legítima del pasado, que Pablo le reconoce a la ley del pacto antiguo, no es una que continuó después de la muerte y resurrección de Jesucristo. En el próximo capítulo de Gálatas veremos palabras tajantes, explícitas en el sentido de que esa ley no es la que el Espíritu de Dios usa, hoy, para traer pecadores a Cristo. Algunos predican que la ley "es" nuestro ayo para "traernos" a Cristo, no pudiendo aceptar el clarísimo testimonio bíblico que deja esa legítima función del pasado, precísamente, en "el pasado". La legitimidad a la que se refirió Pablo, arriba, fue en el pasado; fue cuando ese pacto antiguo apuntaba hacia Cristo. Pero, una vez llegado Cristo, ya no hay que anticiparle, esperarle. ¡No! Ahora es asunto de creer en él... en su obra completada en la cruz.

 Vemos, pues, en segundo lugar, que Pablo "había muerto a la ley"... estaba fuera de su alcance, fuera de su control, libre de cualquier obligación a la misma. Debería ser fácil el comprender que uno que ha muerto a lo que le rodea deja de ser afectado o influenciado por ese medio ambiente. Un muerto dentro del ataud no reacciona a lo que le rodea; no puede desmentir a quien, ante el cadáver, le acusa de lo que no hizo; está fuera del alcance del acreedor que se acerca, pensando: "¡Se fue, y tanto dinero que me debía!". Así, quien ha venido a Cristo en fe, creyendo, ha quedado fuera del alcance de la ley del antiguo pacto... "estoy muerto para la ley".

 Ya la ley no puede amenazarle con sus rugidos legalistas ni puede infundirle temor; no porque hayamos aprendido algún truco secreto que, ahora, nos ayude a zafarnos del alcance de dicha ley sino porque Dios declara que esa ley ya cesó, ya no es vigente, ya caducó, ya trajo su condenación justa sobre nuestro Sustituto, Cristo, en quien ahora descansamos libres de la condenación de la ley, libres de la sujeción a ella. ¡Ya no podemos responder a algo a lo cual estamos muertos!

 Sin embargo, es importante notar que Pablo ya dejó de usar verbos y voces "colectivas" como nosotros, hemos, etc. Ahora dice, de manera afirmativa, "he muerto", y no "hemos muerto". ¿Por qué? Porque ya no puede dar fe de que esa sea la verdad de la experiencia de Pedro. De hecho, la conducta de éste muestra todo lo contrario. Son palabras que debieron haber penetrado profundamente a la conciencia de Pedro... "Pablo no me incluye en los que han muerto a la ley... no me incluye en los que viven para Dios". ¡Debió ser una experiencia terrible, vergonsoza para Pedro!

 En tercer lugar, Pablo dijo que "había muerto a la ley a fin de vivir para Dios". ¡Estas son palabras poderosísimas! Quien no ve su significado se expone a vivir como aquellos a quienes algún día Cristo dirá: "Apartaos de mí, pues nunca los conocí." En estas palabras de Pablo, el "vivir para Dios" no es una mera descripción de cómo vive quien cree en Cristo a la vez que se sujeta a la ley del viejo pacto. ¡Mil veces no! Aquí se afirma que quien "vive para Dios" es, exclusivamente, aquella persona que ha "muerto a la ley". ¡Ni más ni menos!

 Hay aquellos que procuran cambiar estas palabras para que signifiquen que el creyente sólo está muerto a una categoría de leyes bajo la ley mosaica denominada "leyes ceremoniales", según se contrastan con "leyes morales". Sepa el lector que tales categorías son pura invención humana con el fin de buscar cómo justificar la sujeción de los creyentes bajo su cuidado a los 10 mandamientos. Son categorías creadas por confesiones de fe y otros escritos humanos, pero no por la Palabra de Dios. Esto quedará meridianamente claro cuando lleguemos al capítulo 4, punto de la carta en que Pablo hablará sobre Sara y Agar, los dos pactos y los herederos de "la sierva" y de "la libre". Basta, pues, en este momento, afirmar lo que dice Pablo, que quien ha "muerto a la ley" es quien "vive para Dios". No hay otra opción o alternativa. Le pregunto, pues, ¿vive usted para Dios, o vive sujetado a la ley del pacto antiguo, los 10 mandamientos?

 Resumiendo, pues, esta breve y sencilla declaración de Pablo a Pedro, vemos que, habiendo estado bajo esa ley del viejo pacto, esa misma ley le obró su "muerte" a ella, trayéndolo a "vivir ante Dios". Pablo así lo afirma de sí mismo, aunque no lo afirme de igual manera a favor de Pedro. Los que hoy profesamos ser hijos de Dios mediante la fe en Cristo, ¿sabemos que estamos muertos a la ley del pacto antiguo en todos sus sentidos, o estamos aún atados en alguna manera a la misma?

VII. ¿Qué significó Pablo cuando dijo, "Vivo en la fe"? 

 Ahora llegamos a uno de esos textos muy conocidos, amados y citados de la Palabra de Dios, a saber, el 2:20, que dice: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."

 Encabezamos esta sección con la pregunta, "¿Qué significó Pablo cuando dijo, 'Vivo en la fe'"? Responder correctamente, según el testimonio bíblico encerrado en esta sección del capítulo 2, es de vital importancia, pues, de lo contrario, sólo veremos una bonita, preciosa palabra de testimonio personal del apóstol tocante a su relación a su Salvador, Cristo. No debe sorprenderse el estudiante de estas líneas ante esta importante aclaración, ya que muy a menudo se pierde el peso y significado de textos bíblicos debido a que, por ignorancia, error o algún otro motivo, se aislan de su contexto inmediato, quedando sólo una declaración bonita, inspiracional, pero desvirtuada de su significado principal. Y estoy convencido de que ese es el caso con este texto de la Palabra.

 Si bien es cierto que estas palabras comunican un precioso testimonio de cómo Pablo vivía en la fe de Cristo, no olvidemos que acabó de decir que "estaba muerto a la ley para vivir a Dios". No olvidemos que este texto forma parte de las palabras de reprensión que Pablo dirigió a su errado hermano en Cristo, Pedro. No olvidemos el corazón de dicha reprensión hecha al apóstol. Acababa de comportarse de una manera que daba indicios de que aún no sabía lo que era vivir libre del control de la ley, no importa cuán pequeña fuere dicha influencia o control. Es decir, no estaba viviendo "por la fe"; estaba viviendo en las obras de la ley.

 Recordemos que según Pablo acababa de declararle a Pedro que "él había muerto a la ley", ahora le está diciendo que dicha muerte tomó lugar al ser "crucificado con Cristo". Su muerte a la ley no lo llevó a una especie de libertinaje "sin ley", sino que, por haber sido dicha muerte una crucifixión en la muerte de Cristo, él ahora era poseído por Cristo por lo que su única y exclusiva alternativa de vida ante Dios era, no bajo la ley antigua sino en la ley de Cristo, su Señor y Salvador. Verdad similar declaró el apóstol Pablo a los corintios cuando escribió: "Me he hecho a los judíos como judío; a los que están bajo la ley (aunque yo no esté bajo la ley) como si estuviese bajo la ley, para ganar a los que están bajo la ley; a los que están sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino dentro de la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley" (1 Corintios 9:20,21). También leemos en Gálatas 6:2, "Cumplid así la ley de Cristo".

 ¿Recuerda Ud. cuando indicamos que el que vivía bajo la ley, vivía "obrando la ley" a fin de ganar el favor de Dios? Obediencia le proporcionaría vida; pero, no podía obedecer porque su pecado se lo impedía. Esas obras infructuosas por obedecer la ley eran esfuerzos hechos en la carne... esfuerzos inútiles, sin esperanza de éxito. Pero, Pablo ha sido librado de la ley; ahora vive para Cristo, por lo que "lo que ahora vivo", dice él, lo vive "en la fe del Hijo de Dios".

 Pablo, pues, le está diciendo a Pedro -delante de todos- que él está viviendo según un principio de vida espiritual muy contrario al que está viviendo Pedro. Le está diciendo, en efecto: "Tú estás aún viviendo según la ley; yo estoy viviendo según la fe del Hijo de Dios". Recuerde que las primeras palabras de Pablo a Pedro lo incluyeron, junto a Pablo, como copartícipe en el "creer en Cristo", etc., pero las últimas -las que describen lo que es vivir exclusivamente al amparo de la gracia de Dios en vez de por la ley- no incluyen a Pedro junto a Pablo; sólo describen la fe que Dios le había dado a Pablo... la fe que él deseaba que Pedro llegara a conocer también.

 Resumiendo, pues, esta penúltima sección, vemos cómo Pablo afirma que él ya no vive según las obras de la ley sino en la fe del Hijo de Dios. Y ésto, porque murió a la ley cuando fue crucificado con Cristo. Quien afirme haber muerto al pecado en Cristo a la vez que intenta vivir sujetado a la ley del antiguo pacto sólo se engaña a si mismo(a), pues, está viviendo "contra-natura", espiritualmente hablando. En la casa de la fe no hay lugar para la ley mosaica, y quien resiste esta eterna verdad resiste a Dios y a su Palabra, así sean pastores o no.

VIII. ¿Cómo podemos "desechar la gracia de Dios"?

 En el v.21 leemos: "No desecho la gracia de Dios, pues si por medio de la ley se obtiene la justicia, entonces Cristo murió en vano".

 Hasta ahora, hemos visto cómo la conducta de Pedro -un siervo de Dios que había conocido la gracia salvadora en Cristo hacía ya unos cuantos años- había evidenciado que todavía no estaba claro en cuanto a que la ley mosaica, en todos sus aspectos y requerimientos, había caducado cuando Cristo murió en la cruz. Tal vez él conocía más de lo que en ese momento dio a entender; sin embargo, su temor ante los otros hermanos judíos convertidos le llevó a un acto de hipocresía para con los hermanos gentiles con quienes había compartido durante algunos días en la iglesia en Antioquía. Esta situación mostró que aún no estaba firme en su fe y dependencia de la perfecta obra de Cristo en la cruz. Su comportamiento fue, en efecto, un acto que echaba a perder la obra de la gracia de Dios en su vida.

 No significa ésto que él hubiera perdido su salvación o que estuviese cercano a perderla. Después de todo, el testimonio bíblico enseña que la salvación de los escogidos de Dios es eterna, no se puede perder: "Nadie puede sacar las ovejas de Cristo de sus manos ni de las de su Padre"(Juan 10:28,29). Mas, no hay duda de que de continuar por ese camino, habría puesto en serios aprietos su estado espiritual ante Dios. La advertencia de Pablo a Pedro es en el sentido del testimonio personal del primero, a saber: Pedro, "No desecho la gracia de Dios". Como que le está diciendo: "¡No la deseches tú, Pedro!".

 Cuando en estas palabras finales del capítulo Pablo le dice que "de ser la justicia por medio de la obediencia a la ley, entonces por demás, o en vano, murió Cristo", le está advirtiendo que su intento de obedecer cualquier parte de esa ley antigua pone en tela de juicio la necesidad o el valor de la muerte de Cristo. En otras palabras, si pudiéramos lograr ser justificados ante Dios por obedecer la ley, entonces, "vamos a obedecerla; la muerte de Cristo está demás... no hace falta, pues, todo lo que hace falta es que pongamos en práctica la ley del pacto escrito en tablas de piedra".

 Recordemos que a lo sumo, la parte de la ley mosaica que Pedro aparentaba querer implementar era algo mínimo. Sin embargo, como veremos en un próximo estudio, quien quiere vivir bajo la ley de los 10 mandamientos no tiene opción alguna como para obedecer las partes que quiera, así sea una -un ejemplo sería el querer observar el sábado (mudado a domingo o no) debido a que es parte de la ley de Dios. ¡No! La tiene que guardar toda, sin falla alguna, o sufrirá bajo su condenación total.

 Vemos, pues, que las palabras de Pablo a Pedro -narradas luego a los gálatas- no dan lugar a que se pueda creer en Cristo y a la vez guardar algunas leyes u ordenanzas del viejo pacto. O se gana la justificación ante Dios mediante la obediencia a la ley, o se recibe mediante la fe en Cristo y su sangre derramada del nuevo pacto. No hay intermedio, no hay mezcla posible de "lo mejor de los dos mundos".

 O la ley es válida hoy y la muerte de Cristo fue en vano, o el único camino a la vida eterna es mediante la fe en Cristo, habiendo quedado la ley mosaica cesante cuando Cristo murió en la cruz y resucitó al tercer día. Yo acepto el veredicto de la Palabra eterna. ¡Cristo no murió en vano! De lo que por la ley no podíamos ser salvados, Cristo lo obró todo en su sangre a favor de los escogidos de Dios. ¡Por su gracia, me incluye a mí! ¡A él sea toda la gloria! ¡Amén!


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