Estudios Bíblicos Expositivos


"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 2:1-10  "La verdad del evangelio..."
Puede leer Gálatas 2 aquí.  El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente.

 Comencemos este estudio del capítulo 2 con varias preguntas:

1. Pablo viaja a Jerusalén después de 14 años... ¿Por qué
2. La verdad del evangelio... ¿Qué es?  
3. Las aparentes "columnas"... ¿Quiénes eran
4. ¿En qué difiere el "evangelio de la circuncisión" y el     "evangelio de la incircuncisión?
5. ¿Qué obra caritativa se le encomendó a Pablo?

 Al seguir estudiando las palabras inspiradas de Pablo a los fieles en Galacia, veremos cómo él abunda un poco más en algo que ya les ha declarado en los postreros versos del capítulo 1, a saber: Que el evangelio que él predica sólo le llegó de la única y exclusiva fuente divina... la misma revelación de Dios a él. Y, aunque fue a Jerusalén en varias ocasiones, jamás "recibió" instrucción espiritual de los líderes en la iglesia allí. Por el contrario, él les instruyó a ellos en el "verdadero evangelio" que el Señor le había revelado, y ellos así lo reconocieron. Siguiendo, pues, en nuestro estudio, consideremos que...

I. Pablo viaja a Jerusalén después de 14 años... ¿Por qué?

 Escribe Pablo que "después de catorce años" subió de nuevo a Jerusalén, llevando consigo a varios hermanos, entre ellos Tito y Bernabé(2:1). Entendemos que este lapso de 14 años sigue a su anterior y muy breve visita a Pedro, ocurrida unos tres años luego de su conversión a Cristo. Durante esa visita de unos 15 días también tuvo contacto con Jacobo, hermano de Jesús (1:18).

 Si comparamos esta visita a Jerusalén con la que Lucas narra en Hechos 15, veremos que se trata de la misma ocasión: viaje hecho a raiz de los estragos que estaban causando los judaizantes en la iglesia en Antioquía, iglesia de donde había salido Pablo y Bernabé en aquel primer viaje evangelizador (lea Hechos 13:1-). Cuando Pablo regresó de ese primer viaje, halló serios problemas doctrinales causados por los judaizantes. Con gran presión, insistían en que sólo creer en Cristo no bastaba para la salvación del alma; hacía falta, también, someterse al rigor de la ley y tradición mosaica, a saber, la circuncisión. El apóstol no toleró -ni por un solo segundo- tal doctrina falsa, por lo que la polémica que surgió en la iglesia dio lugar a que sus líderes espirituales decidieran enviar una comitiva consultora a Jerusalén, siendo líder de dicho grupo el mismo apóstol Pablo.

 Es digno notar el que Pablo especificara que "subió según una revelación" (v. 2). Aunque no sabemos, en concreto, detalle alguno acerca de dicha "revelación", tal parece que surgió en medio de la disputa que ocurrió en Antioquía. Sólo podemos imaginarnos que, "según Pablo oraba al Señor, implorando su perfecta dirección", Dios le habría concedido esa "dirección" por medio de una revelación, ya sea en sueño o de otra manera. Lo cierto es que, Dios le reveló que debía llegar hasta Jerusalén con tal de que este asunto se ventilara ante los apóstoles que dirigían los asuntos de la iglesia allí. ¡Así lo hizo, y lo testificó!

II. ¿La verdad del evangelio... ¿Qué es?

 En el verso 2, Pablo escribió: "...les expuse el evangelio que predico entre los gentiles..." Luego dice que "...ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio sea salvaguardada para nosotros". Con esta mención de la verdad del evangelio, él vuelve a tocar en lo que ya ha introducido como "el tema principal" de esta epístola, a saber: que hay sólo un evangelio, el cual con lujo de detalle habrá de definir en los próximos capítulos, según lo contrasta con la ya pasada, caducada ley de Moisés, el pacto antiguo escrito en las tablas de piedra en el Sinaí. Su celo por la verdad del evangelio es de gran importancia para nosotros, ya que nos recuerda que ese "único, verdadero evangelio" es aquel que hemos recibido los hijos de Dios mediante la fe en Cristo.

 A través de los años hemos escuchado predicarse y definirse el evangelio de Cristo sólo en su aspecto distintivo de ser "esas buenas nuevas que al oir, creer y obedecer", nos conducen a Cristo. Y aunque esa sí es una verdad gloriosa, no es "toda la verdad" ya que, si tenemos en cuenta la vertical defensa del apóstol Pablo de ese "verdadero evangelio", no podemos dejar de ver que la perfección y gloria del evangelio descansa en su marcado contraste con lo que fue su sombra prefiguradora, a saber, la ley del pacto antiguo, dado por Dios mediante Moisés, que siguió años después de la promesa del evangelio hecha a Abraham unos 430 años antes de Sinaí (3:17).

 Por tanto, afirmamos que la verdad del evangelio es ésta: Que en Cristo, Dios satisfizo las demandas de la ley del pacto antiguo; que la santidad requeridad la cumplió Cristo a favor de los escogidos de Dios de tal manera que, todos cuantos vienen a Cristo en fe, confesando su pecado ante Dios, hallan la justicia obrada por Cristo, quedando, así, libres de toda culpa; libres para obedecer a Dios en Cristo, descansando en los méritos de él, logrados cuando cumplió la ley de Dios en nuestro lugar en ese glorioso momento cuando, con su sangre ofrecida en la cruz, obró y, así, puso en lugar el pacto nuevo en su sangre, ese pacto que recordamos cada vez que participamos de la copa en la cena del Señor, pacto que dio por terminado el primero que, para un tiempo limitado, Dios dio en el Sinaí.

 Ya Pablo pronunció maldición (1:8,9) sobre quienes prediquen otro evangelio que no sea el que él anunció por revelación de Cristo, a saber: el evangelio de la sangre de Cristo del nuevo pacto. Luego, habrá de ofrecer detallados y muy específicos argumentos que describen lo "temporero" de la ley moisaica según se contrasta con la permanencia eterna de la ley de Cristo. En su momento los habremos de considerar.

III. ¿Las aparentes "columnas"... ¿Quiénes eran?

 El apóstol Pablo también identifica a las personas con quienes se reunió en Jerusalén. Las define de varias maneras; veamos:
1. "
...los que figuraban como dirigentes..." (v.2)
2. "
...los que parecían ser algo..." (v.6)
3. "
...los que figuraban..." (v.6)
4. "
...Jacobo, Cefas (Pedro) y Juan, que eran considerados     como columnas..." (v.9)

 Pablo describió cómo se reunió, privadamente, con estos varios apóstoles que dirigían la iglesia en Jerusalén. Con el fin de asegurar que, en nada, llegaran a influenciar su doctrina -que le había sido revelada por Cristo- no sólo dice que: "...nada nuevo me dieron..." (v.6), "...nos dieron la diestra en señal de compañerismo..."(v.9) y "...nos pidieron que nos acordásemos de los pobres..."(v.10) sino que afirma que su acompañante, Tito, siendo griego, "...no fue obligado a circuncidarse" (v.3).

 Por la narración en Hechos 15, sabemos que los apóstoles que estaban en Jerusalén se gozaron al oir el testimonio que Pablo dio de cómo Dios había mostrado su gracia salvadora a los gentiles. Viendo que Dios le había abierto esa amplia puerta de ministerio a Pablo, además de enviar una breve carta con varias recomendaciones prácticas -tales como "no comer sangre, ahogado y no practicar la fornicación"- le encomendaron la tarea de allegar ofrendas en los lugares que él visitaría a fin de aliviar las necesidades materiales de los cristianos de Jerusalén que, debido a las sequías -además de su pobreza- padecían grandes necesidades. Esta petición Pablo la aceptó con mucho gusto. Evidencias de sus esfuerzos al respecto se leen en textos como 2 de Corintios 8 y 9.

 Sin embargo, no debemos perder de vista la firme insistencia del apóstol en el sentido de que la doctrina del evangelio que él enseñaba la había recibido directamente del Señor Jesucristo, sin intervención alguna de hombres, sea apóstol u otro. Creo que es importante notar esta clara distinción que Pablo hace en cuanto al mensaje, el contenido del evangelio de Cristo que él predicaba, en el sentido de "cuál había sido la fuente de origen", pues, la historia bíblica nos habrá de mostrar la consistencia del apóstol en su obediencia y proclamación de la verdad revelada a él, tan marcadamente contrastada con la ambivalente actitud y práctica exhibida por estos apóstoles en Jerusalén, según queda demostrado en Hechos 21, ya iniciada la narración del regreso de Pablo a esa ciudad y los posteriores juicios que darían lugar a su "apelación al César" ante un magistrado romano.

 ¿Que a qué nos referimos con esta breve mención de la falta de convicción -de parte de los apóstoles en Jerusalén- respecto al verdadero evangelio según contrasta con la ley de Moisés? Para responder, les invito a considerar en Hechos 21:17 en adelante, que dice: "Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente, Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban presentes todos los ancianos... cuando ellos oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído; y todos son celosos de la ley" (v. 17,18,20).

 Esta historia incluye muchos otros detalles que en este espacio no vamos a considerar. Sin embargo, ¿No es asombroso el hecho de que, luego de tantos años en el evangelio, los pastores de esta iglesia en Jerusalén no hayan logrado instruir y guiar a esos miles de convertidos judíos en el verdadero evangelio de Cristo?
¡Pedro (Cefas) está entre esos pastores! Tal parece que lo que Dios le enseñó en aquella experiencia con el gentil, Cornelio, aún no ha calado muy hondo en su espíritu. ¡Asombroso! Tampoco han comprendido los demás apóstoles la exclusividad del nuevo pacto en la sangre de Cristo. Bajo su tutela espiritual, había una mezcla de lo legítimo, vigente y lo caducado. ¡Extraña mezcla!

 Fíjese que le dicen a Pablo: "Ya ves, cuántos miles de judíos hay que han creído..." Hasta ahí, todo bien. Cierto es que la conversión de miles de judíos a Cristo es algo glorioso, algo por lo cual dar gracias a Dios. Pero, las palabras que siguen son muy claves por lo que revelan, a saber: "... y todos son celosos de la ley". Es evidentemente claro que tal "celo por la ley" no se refiere a la ley de Cristo; ¡No! Es a la ley de Moisés. En la iglesia de Jerusalén se profesaba fe en Cristo a la vez que se sometían a, cuanto menos, algunos de los rigores de la ley. Nada más el someterse implica que dicha ley "tenía autoridad sobre ellos", que era aún válida. Ése no sólo era -y es- un grave error; era colocarse bajo la maldición de Dios, según Pablo escribió en el 1er capítiulo de esta Epístola.

 Más revelador resultan las palabras de estos ancianos de la iglesia en Jerusalén cuando, más adelante, dicen: "Pero, en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito que no guarden nada de esto..." (v.25), en clara alusión a la carta enviada unos años antes, por manos de Pablo, a la iglesia en Antioquía. Es nuestra clara convicción de que estas palabras muestran una gran dicotomía en el entendimiento espiritual de lo ya revelado por el Señor tocante a su evangelio en la sangre de Cristo, a saber: que aunque judíos y gentiles tenían que creer en Cristo, los primeros debían, también, seguir la ley, de la cual quedaban exentos los gentiles. Esos pastores estaban errados; guiaban a sus ovejas por un camino de fe contrario al verdadero evangelio, porque el evangelio de Cristo es el único evangelio, es la única verdad. Es luz eterna que desplazó a las sombras del pacto antiguo de la ley mosaica.

 Quien lee estas líneas con gran cuidado y sin prejuicio deberá notar varias aplicaciones sobresalientes para nuestros tiempos:

Primero, el hecho de que el modelo de la iglesia en Jerusalén no es uno que refleje la doctrina de Cristo en este asunto.

Segundo, la implicación tajante para quienes, hoy día, pretenden llevar a la iglesia de Cristo (mayormente gentil) bajo la tutela y el rigor de "partes de la ley moisaica", alegando que los 10 mandamientos de Moisés son ley eterna para la iglesia.

 Si fuera cierto -¡y no lo es!- el que Dios mantenga, en Cristo, a dos gentes (gentiles y judíos), cada cual con sus peculiares leyes y ordenanzas, ¿acaso no serían dichas gentes los "judíos creyentes" y los "gentiles creyentes"? Los ancianos en Jerusalén habían entendido, correctamente, que los gentiles creyentes estaban libres de obligación a la ley de Moisés, ya caducada. Lo que no habían aprendido, aún, era que los judíos creyentes en Cristo tampoco estaban sujetos a la ley mosaica, pues ésta había sido abolida por Cristo en la cruz cuando estableció, mediante su sangre, el pacto nuevo, eterno entre él y su Padre.

 ¿Dónde, pues, deja ésto a los que hoy día insisten en llevar a sus iglesias en "la fe de Cristo unida a la ley de Moisés", los 10 mandamientos? Si dicha ley del pacto antiguo ya no era para la iglesia de Cristo de aquel día, mucho menos es aplicable hoy. No hay punto intermedio, y de eso Pablo nos hablará mucho más en este libro de Gálatas cuando diga que el que quiere estar bajo la ley moisaica, la tiene que obedecer toda o, de lo contrario, caerá bajo su condena debido al incumplimiento a cualquiera de sus partes.

 Concluyendo, pues, esta observación tomada de Hechos 21, afirmamos que, aunque los ancianos de la iglesia en Jerusalén estaban confundidos en su entendimiento de cuál pacto de Dios regía la fe de los cristianos, una cosa sí habían aprendido, a saber: que los cristianos gentiles NO ESTABAN SUJETADOS, EN LO MÁS MÍNIMO, A PARTE ALGUNA DE LA LEY DE MOISÉS. Al menos en esa parte su entendimiento era correcto, aunque en lo demás muy errado.

IV. ¿En qué difiere el "evangelio de la circuncisión" y el       "evangelio de la incircuncisión?

 Siguiendo en nuestro estudio de esta porción de Gálatas 2, vemos que el apóstol dice en los versos 7,8: "...sino que, por el contrario, como vieron que me había sido confiado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles)..."

 A primera vista, tal parecería que se trata de dos evangelios completamente distintos. Mas, si así fuere, habría que hacer la pregunta: ¿Cuándo dejó de ser "evangelio" uno de estos?, o, ¿Existen dos evangelios hoy... uno para judíos y otro para gentiles? La respuesta es muy sencilla; no hay que elaborar mucho. Pablo testifica diáfanamente cuando dice: "Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego" (Romanos 1:16). Recordemos que al principio de esta epístola que estudiamos, el apóstol dijo: "Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema" (1:8).

 ¿Hay, pues, dos evangelios? Esta es la respuesta: Hay UN solo evangelio... el que anunciaba Cristo... el que predicaba Pablo. ¿Por qué, pues, Pablo dice que Pedro predicaba el evangelio de la circuncisión y él (Pablo) el de la incircuncisión? Es tan, tan sencillo. Pablo no da lugar a dudas cuando en la frase parentética del verso 8 dice, al final: "...actuó también en mí para con los gentiles"; en otras palabras, la incircuncisión. Vemos, pues, que el término "incircuncisión" es, llanamente, otra forma de referirse a los "gentiles". De manera similar, decir "la circuncisión" es otra manera de referirse a los judíos; es decir, a los circuncidados.

 Es decir, Dios envió a Pablo y a Pedro (y tantos más) a llevar el mismo evangelio a dos grupos generales de seres humanos, a saber: los gentiles y los judíos. Es así de sencillo. Por ello no hemos de entender que les estaba vedado hablar el evangelio a persona alguna fuera del género cultural asignado... ¡claro que no! Sabemos que a quienes primero hablaba Pablo, en sus viajes evangelizadores, era a los judíos del lugar inmediato. De manera similar -pero opuesta- Dios usó a Pedro para llevar el evangelio a Cornelio, un militar romano (gentil). Sencillamente se trata del hecho de que Dios encomendó a ambos un ministerio que, en términos generales, llevaría el evangelio de Cristo a esas dos clases de personas, y por ende, a todo el mundo.

V. ¿Qué obra caritativa se le encomendó a Pablo?

 Concluímos esta sección de versos (2:1-10) con una final observación sobre la encomienda que los ancianos en la iglesia de Jerusalén le hicieron a Pablo, a saber: que procurara recoger ofrendas de los creyentes en otros lugares a fin de subsanar las serias necesidades que padecían los cristianos pobres de la ciudad. A lo ya comentado arriba sobre el particular, sólo nos queda reseñar la buena disposición del apóstol a esta encomienda, descrita en sus propias palabras: "...yo también procuré hacerlo con diligencia" (v.10). ¡Quiera Dios darnos a todos sus hijos la buena disposición de hacer lo que él nos pide, sin gemidos y quejas!

 ¡Quiera él darnos corazones que puedan ver la necesidad de nuestros hermanos en la fe que están tan cerca de nosotros! Cuántas veces oímos de los apuros que pasan los que viven lejos de nosotros, siempre prestos a dar alguna pequeña aportación, mas, no logramos oir y ver quienes igualmente padecen a nuestro lado. ¡Dios nos ayude a aprender de su Santa Palabra cómo vivir ante él así como con nuestro prójimo!



Pase al próximo Capítulo del estudio
Regrese al índice de este estudio
Regrese al Prólogo
Regrese al Capítulo anterior del estudio



Vaya a: |1ra Página|Introducción|Lecturas|Estudios:Evangélicos|
|Tratados|Libros|Historia|Preguntas y Respuestas|Temas Variados|
|Familia y Hogar|Radio|Catálogo:Literatura,Música|Meta|
 |Creemos|Conózcanos|Visite...|Escríbanos|